Dentro de setenta años, es muy probable que tanto mi esposo como yo estemos, Dios lo quiera, en el cielo o camino del cielo. Nuestros hijos, para ese entonces, tendrán 70 y 72 años, respectivamente. Estos niños que ahora se abren a la vida habrán hecho ya un largo recorrido, y quizás encuentren un momento para sentarse, volver la vista atrás y recordar el pasado. Recordar, en su acepción más pura: volver a pasar por el corazón las experiencias más bellas vividas, en su andadura a nuestro lado, y...