En 1996, la Santa Sede pidió sacerdotes para ir a Kazajstán, y don Alejandro Burgos, sacerdote de la diócesis de Valladolid, se ofreció. Aquel proyecto no salió adelante, pero, como todo lo que resulta ser providencial, otra ocasión se presentó de nuevo más adelante, y don Alejandro, que llevaba hecho un largo proceso de discernimiento, acabó viajando a Rusia para desarrollar allí su labor sacerdotal. Hoy está integrado en aquella sociedad y es un buen conocedor de los problemas y las dificultad...