Durante la audiencia general de este miércoles Francisco habló del reciente viaje a Turquía. Dijo que allí tuvo la oportunidad de reafirmar la importancia de que se garantice la libertad de culto. También recordó especialmente la declaración que firmó con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, en la que renuevan su compromiso de trabajar por restablecer "la plena comunión” ">
Queridos hermanos y hermanas:
Con alegría, deseo recordar el viaje que he realizado en Turquía, una tierra tan querida por tantos motivos ligados a la historia del cristianismo. En el encuentro con las autoridades, a las que agradezco la atención y respeto con el que me han acogido, he tenido la oportunidad de reafirmar la necesidad de que los Estados reconozcan la relevancia pública de la fe religiosa y garanticen a todos la libertad de culto.
Al mismo tiempo, he expresado el deseo de que cristianos y musulmanes trabajen juntos por la solidaridad, la paz y la convivencia pacífica. Junto con los pastores y fieles de los distintos ritos católicos, hemos invocado al Espíritu Santo para que el Pueblo de Dios, en la diversidad de sus tradiciones, crezca en su apertura, docilidad y obediencia a su divina acción.
En la fiesta del Apóstol san Andrés, he encontrado al Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé I, y juntos hemos firmado una Declaración, renovando el compromiso de proseguir el camino para el restablecimiento de la plena comunión entre católicos y ortodoxos, conscientes de que la oración es la base para un diálogo ecuménico fructífero.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Paraguay, Bolivia, Chile y otros países latinoamericanos. Que la preparación del nacimiento del Señor, en este tiempo de Adviento, les haga crecer en el amor a Jesús y en el deseo de comunicarlo a los demás. Muchas gracias y que Dios los bendiga a todos.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días, aunque no parece tan bueno el día, más bien un poco malo…, pero vosotros sois valientes y ¡a mal tiempo, buena cara! Así que, ¡adelante! Esta audiencia tiene lugar en dos sitios, como hacemos cuando llueve: nosotros aquí en la Plaza y los enfermos en el Aula Pablo VI. Ya he estado con ellos, les he saludado, y nos siguen por una pantalla gigante, porque están enfermos y no pueden estar bajo la lluvia. Los saludamos desde aquí con un aplauso.
Hoy quiero compartir con vosotros algunas cosas de la peregrinación que hice a Turquía desde el viernes pasado al domingo. Como os había pedido prepararlo y acompañarlo con la oración, ahora os invito a dar gracias al Señor por su realización y para que pueda dar frutos de diálogo, tanto en las relaciones con los hermanos ortodoxos como con los musulmanes y en el camino hacia la paz entre los pueblos. Siento, en primer lugar, el deber de renovar mi reconocimiento al Presidente de la República turca, al Primer Ministro, al Presidente de Asuntos Religiosos y a las demás Autoridades, que me recibieron con respeto y garantizaron el buen orden de los actos. Eso requiere trabajo, y lo hicieron de buen grado. Agradezco fraternalmente a los Obispos de la Iglesia católica en Turquía, al Presidente de la Conferencia episcopal −tan valiente− y al Patriarca ecuménico Su Santidad Bartolomeo I, por su cordial recibimiento. El beato Pablo VI y san Juan Pablo II −ambos estuvieron en Turquía− y san Juan XXIII, que fue Delegado Pontificio en aquella nación, han protegido desde el cielo mi peregrinación, ocho años después de la de mi predecesor Benedicto XVI. Aquella tierra es querida para todo cristiano, especialmente por haber sido cuna del apóstol Pablo, por haber realizado allí los primeros siete Concilios, y por la presencia, cerca de Éfeso, de la casa de María. La tradición nos dice que la Virgen vivió allí después de la venida del Espíritu Santo.
El primer día del viaje apostólico saludé a las Autoridades del país, de grandísima mayoría musulmana, pero cuya Constitución afirma la laicidad del Estado. Y hablamos de la violencia. Es precisamente el olvido de Dios −no su glorificación− lo que genera violencia. Por eso, insistí en la importancia de que cristianos y musulmanes se comprometan juntos por la solidaridad, por la paz y la justicia, afirmando que todo Estado debe asegurar a ciudadanos y comunidades religiosas una real libertad de culto.
Hoy, antes de saludar a los enfermos, estuve con un grupo de cristianos y musulmanes que participan en una reunión organizada por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, bajo la guía del Cardenal Tauran, y también ellos han expresado ese deseo de continuar ese diálogo fraterno entre católicos, cristianos y musulmanes.
El segundo día visité algunos lugares simbólicos de las diversas confesiones religiosas presentes en Turquía. Lo hice sintiendo en el corazón la invocación al Señor, Dios del cielo y de la tierra, Padre misericordioso de toda la humanidad. Pero el centro del día fue la Celebración Eucarística que reunió en la Catedral a pastores y fieles de los diferentes Ritos católicos presentes en Turquía. También asistieron el Patriarca Ecuménico, el Vicario Patriarcal Armenio Apostólico, el Metropolita Siro-Ortodoxo y representantes Protestantes. Juntos invocamos al Espíritu Santo, que hace la unidad de la Iglesia: unidad en la fe, unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior. El Pueblo de Dios, en la riqueza de sus tradiciones y diferencias, está llamado a dejarse guiar por el Espíritu Santo, con actitud constante de apertura, de docilidad y de obediencia. En nuestro camino de diálogo ecuménico y también de nuestra unidad, de nuestra Iglesia católica, quien lo hace todo es el Espíritu Santo. A nosotros nos toca dejarlos hacer, acogerlo y seguir sus inspiraciones.
El tercer y último día, fiesta de san Andrés apóstol, ofreció el contexto ideal para consolidar las relaciones fraternas entre el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, y el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, sucesor del apóstol Andrés, hermano de Simón Pedro, que fundó aquella Iglesia. Renové con Su Santidad Bartolomeo I el compromiso recíproco de seguir en la vía del restablecimiento de plena comunión entre católicos y ortodoxos. También suscribimos una Declaración conjunta. Fue particularmente significativo que ese acto haya sido al final de la solemne Liturgia de la fiesta de san Andrés, a la que asistí con gran gozo, y que fue seguida por la doble Bendición impartida por el Patriarca de Constantinopla y por el Obispo de Roma. La oración es la base para todo fructuoso diálogo ecuménico bajo la guía del Espíritu Santo, que como he dicho es quien hace la unidad.
El último encuentro −que fue hermoso y también doloroso− fue con un grupo de chicos prófugos, acogidos por los Salesianos. Era muy importante para mí encontrar algunos prófugos de las zonas de guerra del Medio Oriente, tanto para expresarles mi cercanía y la de la Iglesia, como para subrayar el valor de la acogida, en la que Turquía está muy comprometida. Agradezco una vez más a Turquía por la acogida de tantos prófugos y doy las gracias de todo corazón a los Salesianos de Estambul. Estos Salesianos trabajan con prófugos, y son valientes. Estuve con algunos padres y un jesuita alemán y con otros que colaboran en aquel oratorio salesiano, algo precioso, ¡y es un trabajo escondido! Agradezco mucho a todas las personas que trabajan con los prófugos. Pidamos por todos los prófugos y refugiados, para que se eliminen las causas de esta plaga dolorosa.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios omnipotente y misericordioso continúe protegiendo al pueblo turco, a sus gobernantes y representantes de las diversas religiones. Que puedan construir juntos un futuro de paz, de modo que Turquía pueda representar un lugar de pacífica coexistencia entre religiones y culturas diversas. Recemos además para que, por intercesión de la Virgen María, el Espíritu Santo haga fecundo este viaje apostólico y favorezca en la Iglesia el fervor misionero, para anunciar a todos los pueblos, con respeto y diálogo fraterno, que el Señor Jesús es verdad, paz y amor. Solo Él es el Señor.
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