El pasado domingo, 30 de Noviembre, se concluyó la Visita Apostólica del Papa Francisco a Turquía. El vuelo papal aterrizó en el aeropuerto romano de Ciampino poco antes de las 18.30 hora local
Antes de trasladarse al Vaticano, el Santo Padre visitó la Basílica de Santa María la Mayor para rendir homenaje a la Madre de Dios al final de su sexto viaje internacional.
Durante el viaje de retorno a Roma, Francisco sostuvo el habitual coloquio con los periodistas que iban a bordo respondiendo a sus variadas preguntas.
Mi pregunta es naturalmente sobre el viaje. El presidente Erdogan habló de islamofobia; usted habló más de la actual cristianofobia en Medio Oriente, en lo que les pasa a los cristianos, a las minorías. Considerando también la llamada al diálogo interreligioso, ¿qué más se puede hacer? Es decir, ¿es suficiente el diálogo interreligioso? ¿Se puede ir más allá? Y, según usted, ¿qué deben hacer los líderes mundiales? Le pregunto esto porque usted no es solo la cabeza espiritual de los católicos, sino que ya es un líder moral global, y también en ese sentido quisiera saber concretamente qué se puede hacer, si se puede hacer más…
¡Ha hecho usted preguntas para hacer un libro! Sobre el diálogo interreligioso quisiera decir algo, sobre la islamofobia y sobre la cristianofobia: estas tres cosas.
Islamofobia: es verdad que ante estos los terroristas, no solo en esta zona sino también en África, hay una reacción y dicen: “Si eso es el Islam, me enfado”. Y tantos islámicos están ofendidos, muchos, muchos islámicos. Dicen: “No, nosotros no somos eso. El Corán es un libro de paz, un libro profético de paz. Eso no es Islam”. Yo comprendo esto y creo sinceramente que no se puede decir que todos los islámicos sean terroristas: no se puede decir. Como no se puede decir que todos los cristianos sean fundamentalistas, porque también nosotros tenemos, y en todas las religiones hay esos grupos.
Le he dicho al Presidente Erdogan que sería bueno que todos los líderes islámicos −ya sean políticos, religiosos o académicos− hablen claramente y condenen esos actos, porque eso ayudará a la mayoría del pueblo islámico a decir “no”; pero de verdad, de la boca de sus líderes: el líder religioso, el líder académico, tantos intelectuales, y los líderes políticos. Esa fue mi respuesta. Porque todos necesitamos una condena mundial, también por parte de los islámicos, que tienen esa identidad y que digan: “Nosotros no somos esos. El Corán no es eso”. Esto es lo primero.
Cristianofobia. ¡Es verdad! No quiero usar palabras un poco edulcoradas, no. A los cristianos nos echan del Medio Oriente. Algunas veces, como hemos visto en Irak, en la zona de Mosul, tienen que irse y dejarlo todo, o pagar una tasa que luego es inútil. Y otras veces nos expulsan con guante blanco. Por ejemplo, en un Estado, una pareja, el marido vive acá y la mujer vive allá. No, que el marido venga a vivir con la mujer. No, no: que la mujer se vaya y deje libre la casa. Esto sucede en algunos países. Es como si quisieran que no haya más cristianos, que no quede nada de cristiano. En aquella zona pasa esto. Es verdad, es un efecto del terrorismo, en el primer caso, pero cuando se hace diplomáticamente, con guante blanco, es porque hay algo más detrás, y eso no es bueno.
Diálogo interreligioso. Tal vez haya tenido la conversación más bonita, en este sentido, con el Presidente de Asuntos Religiosos y su equipo. Cuando vino el nuevo Embajador de Turquía, hace mes y medio, a entregar las Cartas credenciales, aprecié un hombre excepcional, un hombre de profunda religiosidad. Y también el Presidente de aquella oficina era de la misma escuela. Y dijeron algo muy bonito: “Ahora parece que el diálogo interreligioso haya llegado al final. Debemos dar un salto de cualidad, para que el diálogo interreligioso no se quede solo: ¿cómo pensáis vosotros esto?... Nosotros así… Hemos de dar un salto de cualidad, hacer el diálogo entre personas religiosas de diversas pertenencias”. Es bonito esto, porque son el hombre y la mujer que se encuentran con un hombre y una mujer e intercambian sus experiencias: y no se habla solo de teología, se habla de experiencia religiosa. Y eso sería un paso adelante buenísimo. Me gustó mucho ese encuentro. Es de alta calidad.
Y volviendo a los dos primeros aspectos, sobre todo al de la islamofobia, siempre hay que distinguir el uso concreto de religión que hace un determinado gobierno. Quizá dice: “Yo soy islámico − yo soy judío − yo soy cristiano”. Pero luego gobiernas tu país no como islámico, no como judío, no como cristiano. Hay un abismo. Hay que hacer esa distinción, porque tantas veces se usa el nombre, pero la realidad no es la de la religión. No sé si he respondido.
¿Cuál es el significado del momento de oración tan intenso que tuvo en la Mezquita? ¿Fue para usted, Santo Padre, un modo de dirigirse a Dios? ¿Qué puede compartir en particular con nosotros?
Yo he ido a Turquía como peregrino, no como turista. El motivo principal era la fiesta de hoy: he venido para compartirla con el Patriarca Bartolomeo, un motivo religioso. Pero luego, cuando ha ido a la Mezquita, no podía decir: “No, ahora soy turista”. No, era todo religioso. ¡Y he visto esa maravilla! El muftí me iba explicando muy bien las cosas, con tanta mansedumbre, y también con el Corán, donde se hablaba de María y de Juan el Bautista, me lo explicaba todo… En aquel momento sentí la necesidad de rezar. Y dije: “¿Rezamos un poco?” − “Sí, sí”, dijo él. Y recé por Turquía, por la paz, por el muftí… por todos… por mí, que lo necesito… He rezado de verdad. Sobre todo por la paz. He dicho: “Señor, acabemos ya con la guerra…”. Fue un momento de oración sincera.
Santidad, al agradecerle lo que hace por el mundo ortodoxo, quiero saber: después de esta visita y después del encuentro extraordinario con el Patriarca de Constantinopla, ¿qué perspectivas hay para los contactos con el Patriarcado de Moscú?
El mes pasado, con ocasión del Sínodo, vino Hilarion, como delegado del Patriarca Cirilo. Pero me quiso hablar no como delegado en el Sínodo, sino como presidente de la Comisión para el diálogo ortodoxo-católico. Y hablamos un rato. Pero antes diré algo sobre toda la Ortodoxia, y luego llegaremos a Moscú. Creo que con la Ortodoxia estamos en camino. Ellos tienen los sacramentos, la sucesión apostólica…, estamos en camino. ¿Qué debemos esperar? ¿A que los teólogos se pongan de acuerdo? Ese día nunca llegará, os lo aseguro, soy escéptico. Trabajan bien, los teólogos, pero recuerdo lo que se decía que había dicho Atenágoras a Pablo VI: “¡Nosotros avancemos solos y pongamos a todos los teólogos en una isla, a que piensen!”. Yo creía que no era verdad, pero Bartolomeo me ha dicho: “Sí, es verdad, dijo eso”. No se puede esperar: la unidad es un camino, un camino que hay que hacer, y hay que hacerlo juntos. Y ese es el ecumenismo espiritual: rezar juntos, trabajar juntos, tantas obras de caridad, tanto trabajo que hay… Enseñar juntos… Ir adelante juntos. Eso es el ecumenismo espiritual.
Luego está el ecumenismo de sangre, cuando asesinan a los cristianos; tenemos tantos mártires… comenzando por los de Uganda, canonizados hace 50 años: eran la mitad anglicanos y la mitad católicos; pero los que los mataban no decían: “Tú eres católico… Tú eres anglicano…”. ¡No! Decían: “Tú eres cristiano”, y la sangre se mezcla. Eso es el ecumenismo de sangre. Nuestros mártires nos están gritando: “¡Somos uno! Ya tenemos una unidad, en el espíritu y también en la sangre”. No sé si os he contado aquella anécdota de Hamburgo, del párroco de Hamburgo… ¿La he contado? Cuando yo estaba en Alemania, tuve que ir a Hamburgo para hacer un bautismo. Y el párroco llevaba la causa de canonización de un sacerdote que fue guillotinado por los nazis porque daba catequesis a los niños. Y en cierto momento, al hacer ese estudio, descubrió que después, en la fila, había un pastor luterano, condenado a la guillotina por el mismo motivo. La sangre de los dos se mezcló. Y este párroco fue al obispo a decirle: “No sigo adelante con esta causa solo por el cura: ¡o los dos o ninguno!”. Eso es el ecumenismo de sangre, que nos ayuda tanto, nos dice tanto.
Creo que debemos ir valientemente por ese camino. Sí, compartir las cátedras universitarias ya se hace, pero más, más… Voy a decir algo que a lo mejor alguno no lo entiende, pero… Las Iglesias católicas orientales tienen derecho de existir, es verdad. Pero el uniatismo es una palabra de otra época. Hoy no se puede hablar así. Hay que buscar otro camino. Y ahora aterrizamos en Moscú.
Al Patriarca Cirilo le he hecho saber, y él está de acuerdo, que hay la voluntad de encontrarnos. Le dije: “Yo voy donde quieras. Tú me llamas y yo voy”; y también él tiene la misma voluntad. Pero en estos últimos tiempos, con el problema de la guerra, el pobrecillo tiene tantos problemas allá, que el viaje y el encuentro con el Papa han pasado a segundo plano. Pero los dos queremos encontrarnos y seguir adelante. Hilarion propuso, para una reunión de estudio que tiene esa Comisión que él presidente por parte ortodoxa rusa, que profundicemos en el tema del Primado, porque hay que responder a la petición de San Juan Pablo II: “Ayudadme a encontrar una forma de Primado en la que podamos estar de acuerdo”. Esto es lo que puedo decir.
Me honra hacerle esta pregunta en nombre de los periodistas italianos. Me ha llamado la atención una frase que ha dicho usted esta mañana durante la Liturgia: “Quiero aseguraros que para llegar a la meta deseada de la plena unidad la Iglesia católica no pretende imponer ninguna exigencia”. Nos gustaría que nos explicase más esa frase, si es posible, y si se refería precisamente al problema del Primado al que acaba de apuntar.
Eso no es una exigencia: es un acuerdo, porque también ellos lo quieren; es un acuerdo para encontrar una forma que sea más conforme a la de los primeros siglos. Una vez leí una cosa que me hizo pensar. Entre paréntesis, lo que siento más profundo en este camino de la unidad es la homilía que hice ayer, sobre el Espíritu Santo. Solamente el camino del Espíritu Santo es el justo, porque Él es sorpresa, Él nos hará ver dónde está el punto; es creativo… El problema −esto quizá es una autocrítica, pero es más o menos lo que dije en las congregaciones generales antes del Conclave− la Iglesia tiene el defecto, la pecadora costumbre, de mirarse demasiado a sí misma, como si creyese tener luz propia. Pero la iglesia no tiene luz propia. ¡Debe mirar a Jesucristo! Los primeros Padres llamaban a la Iglesia mysterium lunae, el misterio de la luna. ¿Por qué? Porque da luz, pero no propia, sino la que viene del sol. Y cuando la Iglesia se mira demasiado a sí misma, vienen las divisiones. Y eso es lo que pasó después del primer milenio.
Hoy, en la comida, hablábamos del sitio −no recuerdo cuál− donde un cardenal fue a llevar la excomunión del Papa al Patriarca: ¡en ese momento, la Iglesia se miraba a sí misma! No miró a Jesucristo. Y yo creo que todos esos problemas que hay entre nosotros, entre los cristianos −al menos hablo de nuestra Iglesia católica− vienen cuando se mira a sí misma: se vuelve autoreferencial. Hoy Bartolomeo ha usado una palabra que no es autoreferencial pero le parecía bastante, muy bonita… no la recuerdo ahora…, sí, era introversión.
Ellos aceptan el Primado: en las Letanías, hoy, han rezado por el “Pastor y Primado”. ¿Cómo decían? Ποιμένα καί Πρόεδρον, El que preside… Lo reconocen, lo han dicho hoy, delante de mí. Pero para la forma del Primado, debemos ir un poco al primer milenio para inspirarnos. No digo que la Iglesia se haya equivocado, no. Hizo su camino histórico. Pero ahora el camino histórico de la Iglesia es el que pidió san Juan Pablo II: Ayudadme a encontrar un punto de acuerdo a la luz del primer milenio. El punto clave es este. Cuando se refleja en sí misma, la Iglesia renuncia a ser Iglesia para ser una ONG teológica.
Yo querría preguntarle sobre la inclinación histórica que hizo ayer ante el Patriarca de Constantinopla. Sobre todo, me gustaría saber cómo piensa afrontar las críticas de los que quizá no entienden esos gestos de apertura, especialmente los del área un poco ultraconservadora, que siempre miran con un poco de recelo esos gestos suyos de apertura.
Me permito decir que eso no es un problema solo nuestro: es también un problema de los ortodoxos. Ellos tienen el problema de algunos monjes, de algunos monasterios que van por ese camino. Por ejemplo, un problema que desde el tiempo del beato Pablo VI se discute, es la fecha de la Pascua. ¡Y no nos ponemos de acuerdo! Porque hacerla en la fecha de la primera luna después del 14 de Nisan tiene el peligro de que, con el paso de los años, va avanzando, y corremos el riesgo −nuestros nietos− ¡de celebrarla en agosto!
El beato Pablo VI propuso una fecha fija, un domingo de abril, concordata. Bartolomeo ha sido valiente, por ejemplo, en dos casos −recuerdo uno, pero hay otro. En Finlandia, en la pequeña comunidad ortodoxa, dijo: Celebrad la Pascua con los luteranos, en la fecha de los luteranos, para que en un país de minoría cristiana no haya dos Pascuas. Pero también los orientales católicos… Una vez escuché, comiendo en Roma y hablando de la Pascua que se celebraba, a un oriental católico que decía: ¡Ah no, nuestro Cristo resucita un mes después! ¿Tu Cristo resucita hoy? Y el otro: Tu Cristo es mi Cristo.
La fecha de la Pascua es importante. Hay resistencias a esto, por parte de ellos y por parte nuestra. Esos grupos conservadores… debemos ser respetuosos con ellos y no cansarnos de explicar, de catequizar, de dialogar, sin insultar, sin mancharles, sin criticar. Porque tú no puedes anular a una persona diciendo: Este es un conservador. No. Este es hijo de Dios tanto como yo. Pero tú ven y hablamos. Si él no quiere hablar es un problema suyo, pero yo lo respeto. Paciencia, mansedumbre y diálogo.
Quisiera hacer una pregunta sobre el Sínodo, si me permite. Durante el Sínodo hubo un poco de polémica sobre el lenguaje, acerca de cómo debería tratar la Iglesia a los homosexuales. El primer documento hablaba de acoger a los gays y hablaba muy positivamente de ellos. ¿Está usted de acuerdo con ese lenguaje?
Antes diré algo: yo quisiera que el tema principal de vuestras noticias sea este viaje. Pero te responderé, tranquila. Pero que no salga que esto es más impactante: la gente necesita ser informada del viaje. Te respondo. El Sínodo es un recorrido, un camino. Primero. Segundo: el Sínodo no es un parlamento. Es un lugar protegido para que pueda hablar el Espíritu Santo. Todos los días se hacía un resumen, que decía lo que se había dicho aquel día. Eran cosas contrastantes, algunas. Luego, al final de esas intervenciones, se hizo un borrador, que es la primera relatio.
Pero fue un documento de trabajo para los grupos lingüísticos que trabajaron en él, y luego hicieron sus aportaciones que se hicieron públicas: las tenía todos los periodistas. Es decir, que igual que los grupos lingüísticos −inglés, español, francés, italiano−, han visto cada parte de la primera relación. Entre ellas, la parte que dice usted. Luego, todo volvió a la comisión redactora y procuró incluir todas las enmiendas. Lo sustancial queda, pero hay que resumirlo. Y lo que queda de sustancial está en la relación final.
Pero no acaba ahí: también esta es una redacción provisional, porque son los Lineamenta para el próximo Sínodo. Este documento se ha enviado a las Conferencias episcopales, que lo deben estudiar y enviar sus enmiendas; luego se hace otro Instrumentum laboris y después el otro Sínodo hará el resto. Es un recorrido. Por eso no se puede coger una opinión, de una persona o de un borrador. El Sínodo hay que verlo en su totalidad. Yo tampoco estoy de acuerdo −pero esta es una opinión mía, no quiero imponerla− de que se diga: Hoy este padre ha dicho esto, y este padre ha dicho aquello. Que se diga lo que se ha dicho, pero no quién lo ha dicho, porque −repito− el Sínodo no es un parlamento, sino un espacio eclesial protegido, protección para que el Espíritu Santo pueda trabajar. Esta es mi respuesta.
Santidad, ante todo diría que las familias de Francia, los fieles le esperan con mucha alegría. Ha logrado estar un rato con los refugiados esta tarde. ¿Por qué no ha sido posible, en este viaje, visitar un campo? Y también, ¿piensa ir pronto a Irak?
Sí. Yo quería ir a un campo, y el Dr. Gasbarri hizo todos los cálculos, de todo, pero hacía falta un día más, y no era posible. No era posible por muchas razones, no solo personales. Y entonces pedí a los Salesianos que trabajan con chicos refugiados, que los llevaran. Y estuve con ellos antes de visitar al Arzobispo armenio enfermo en el hospital y luego al aeropuerto. Y tuve un diálogo con ellos.
Y aquí aprovecho para agradecer al gobierno turco: es generoso. Se me ha olvidado el número de refugiados que hay… (Alberto Gasbarri: Son casi un millón en todo el País). ¡Un millón! ¿Tú sabes lo que es que te venga un millón de personas y tienes que pensar en su salud, en su alimentación, en darles una cama, una casa…? Han sido generosos. Y quiero públicamente darles las gracias. ¿Y cuál era la otra pregunta? (Antoine-Marie Izoard: Irak) Sí. Quiero ir a Irak. He hablado con el Patriarca Sako, he enviado al Cardenal Filoni, y por el momento no es posible. Si fuera en este momento, crearía un problema bastante serio de seguridad a las autoridades. Pero sí, me gustaría mucho ir.
Santo Padre, hace unos días visitó el Parlamento Europeo en Estrasburgo: ¿ha hablado con el presidente Erdogan sobre la Unión Europea y la entrada de Turquía?
No, de ese tema no he hablado con Erdogan. Es curioso: hemos hablado de tantas cosas, pero de eso no.
Santidad, me alegra hacer la pregunta en representación de los periodistas japoneses. Para mí, este viaje será el último en el que podré seguirle porque en enero vuelvo a Japón. Pero lo esperaré con alegría el próximo año en Nagasaki con los fieles. Quisiera preguntarle, a propósito de la “tercera guerra mundial” y de las armas nucleares: Usted, durante la ceremonia de septiembre en Redipuglia dijo que probablemente la tercera guerra mundial ya se está combatiendo “a trozos” en todo el mundo. El próximo año será el 70º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, y de la tragedia de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki. Todavía en el mundo hay numerosas armas nucleares. ¿Qué piensa de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, y cómo piensa que los seres humanos tenemos que comportarnos con esas armas nucleares y con la amenaza de las radiaciones?
Te diré dos cosas. La primera es una opinión personal, pero estoy convencido de que estamos viviendo una tercera guerra mundial a trozos, por capítulos, en todas partes. Detrás de esto hay enemistades, problemas políticos, económicos −no solo, pero hay muchos, para salvar este sistema donde el dios dinero está en el centro y no la persona humana− y comerciales. El tráfico de armas es terrible, es uno de los negocios más fuertes en este momento. Y por eso creo que se multiplica esta realidad, porque hay armas. Pienso en septiembre del año pasado, cuando se decía que Siria tenía armas químicas. Yo creo que Siria no está en condiciones de producir armas químicas. ¿Quién se las vende? ¿Tal vez los mismos que la acusan de tenerlas? No lo sé. Pero sobre el comercio de las armas hay mucho misterio.
Lo segundo: la energía atómica. Es verdad: el ejemplo de Hiroshima y Nagasaki… La humanidad no ha aprendido, no ha escarmentado. Es incapaz de aprender lo más elemental de este asunto. Dios nos dio la creación para que de esa “in-cultura” primordial hagamos “cultura”. Lo podemos hacer. Y el hombre lo ha hecho, llegando incluso a la energía nuclear, que puede servir para tantas cosas, pero la utiliza también para destruir la creación, la humanidad. Y esta se vuelve una segunda forma de “in-cultura”: la in-cultura primordial que el hombre tenía que trasformar en cultura se vuelve otra in-cultura, la segunda. Y esa es una in-cultura −no quiero decir el fin del mundo− terminal. Luego tendremos que comenzar de cero, y es terrible cómo vuestras dos ciudades han debido recomenzar de cero.
Santidad, está volviendo del viaje a Turquía, pero no he oído nada de los armenios. El año próximo será el centenario del genocidio de los armenios y el gobierno turco mantiene una posición negativa. Quisiera saber qué piensa de esto. Antes habló del martirio de sangre que recuerda directamente lo que pasó aquí y que costó la vida a millón y medio de personas.
Hoy he ido al hospital armenio a visitar al Arzobispo armenio que está allí enfermo desde hace tiempo, mucho tiempo. He tenido contactos, en este viaje, con los armenios. El gobierno turco tuvo un gesto el año pasado: el entonces primer ministro Erdogan escribió una carta en la fecha de ese aniversario; una carta que algunos han juzgado demasiado débil, pero fue −en mi opinión− un gesto grande o pequeño, no lo sé, un tender la mano. Y eso siempre es positivo. Puedo alargar la mano así o puedo alargar la mano así, esperando lo que dice el otro para no caer en una situación embarazosa. Y eso es positivo, lo que hizo el entonces primer ministro.
Una cosa que me preocupa es la frontera turco-armena: si se pudiese abrir, sería algo bueno. Sé que hay problemas geopolíticos en la zona, que no facilitan la apertura de la frontera. Pero debemos rezar por la reconciliación de los pueblos. Sé también que hay buena voluntad por ambas partes −creo que sí− y tenemos que ayudar para que se logre. El año próximo están previstos muchos actos conmemorativos de ese centenario, pero esperemos que se llegue a un camino de pequeños gestos, de pequeños pasos de acercamiento. Esto es todo lo que puedo decir en este momento. Gracias.
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