Un testimonio de que la fe de las comunidades cristianas en Siberia sobrevivió al Comunismo
Posiblemente nunca se sabrá con exactitud cuántas vidas se cobró la represión llevada a cabo por la Unión Soviética. Investigadores como Stéphane Courtois lo sitúan en 20 millones.
Parte de los disidentes fueron enviados a campos de trabajo forzado en Siberia. En esta región nació en los años 80 Tatiana Avdokushina, durante los últimos coletazos del comunismo.
“En el momento en el que yo nací no había una gran persecución y la verdad es que más lejos de donde vivía prácticamente no se podía enviar a los disidentes ¿no? La gente pasa a los que vienen detrás lo que lleva dentro. En el caso de la religión algunos creyentes transmitieron rencor por lo vivido en el pasado. Sin embargo yo fui muy afortunada. Las personas que encontré en mi vida sufrieron pero supieron perdonar y transmitirme esa fe” (Sor Tatiana Avdokushina, Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús).
Ese ejemplo fue vital para Tatiana, que decidió hacerse religiosa en un lugar donde la impronta de la persecución comunista todavía era reciente. En la oscuridad de la represión emergieron ejemplos de grandeza como el sacerdote que la bautizó, Vasilij Rudka.
“El sacerdote que me bautizó había sido condenado. Trabajó en una mina tras años de cárcel. Fui bautizada en los 80 en secreto. Era una persona benévola, nunca guardó ningún tipo de rencor contra quienes le hicieron sufrir” (Sor Tatiana Avdokushina).
La situación de la fe en Siberia ha cambiado. Antes estaba en juego su supervivencia pero ahora están trabajando por volver a expandir la fe. De hecho, Tatiana se ocupa de la comunicación de su diócesis en Novosibirsk la principal ciudad de la región. Está situada al norte de la frontera entre Kazajistán y Mongolia.
Pasó una temporada de estudios en Roma adonde vuelve de vez en cuando para que su diócesis no pierda el contacto con la Ciudad Eterna.
Su presencia es la demostración de que la fe de las comunidades cristianas en Siberia sobrevivió al Comunismo.