En este Octavario unimos nuestras oraciones a las del mismo Jesucristo que rezó a Dios Padre, para que todos los que creyéramos en Él: “sean uno como Tú, Padre, en Mí y yo en Ti”
Aclaro enseguida que la pregunta se refiere, exclusivamente, a un acontecimiento que la Iglesia celebra todos los años desde el 18 a 25 de enero: el Octavario de oraciones por la unidad de los cristianos.
Desde que el Señor nos propuso la parábola del juez inicuo, para convencernos de que “Conviene orar y no desfallecer”, los cristianos siempre hemos elevado al corazón a Dios en los momentos más dispares de nuestra vida, en las circunstancias más variadas con las que nos podemos encontrar y, muy especialmente, en situaciones comprometidas para la Iglesia.
En este Octavario unimos nuestras oraciones a las del mismo Jesucristo que rezó a Dios Padre, para que todos los que creyéramos en Él: “sean uno como Tú, Padre, en Mí y yo en Ti”.
¿Por qué rezamos? ¿Qué pedimos a Dios en nuestra oración?
Rezamos, bien conscientes de la Verdad de Cristo; y por tanto, de la Revelación de Dios en la Iglesia Católica, en la que “subsiste” la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo; los católicos rezamos para que todos los que se llaman a sí mismos cristianos, y, de una manera o de otra, creen en Jesucristo Hijo de Dios hecho hombre, se unan en la Iglesia Católica.
Bien conscientes también de la necesidad de encuentros y diálogos con todo el mundo, y muy especialmente, con quienes de una manera o de otra se pueden llamar cristianos; los católicos no perdemos de vista la responsabilidad que pesa sobre nosotros de vivir el encargo que nos dio el mismo Cristo: “id y predicad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Rezamos, por tanto, para dar testimonio −con palabras y con hechos− de la Verdad que el mismo Cristo nos ha encomendado.
Nosotros no “tenemos” la Verdad; es la Verdad la que nos “tiene” a nosotros, la que nos posee, la que nos llena la mente, el corazón, la memoria. Y por eso rezamos para que todos los cristianos vivamos no en una especie de federación de opiniones y creencias, y morales donde el “todo vale” es la señal de distinción; sino en una Unidad −no uniformidad− que es el resultado, y la premisa, de: una sola Fe, un solo Bautismo, un solo Señor, vividos en la unión con Pedro, con el Papa, a quien el Señor ha dado el encargo de mantener plena la Verdad, en la que creemos con la Fe y con la ayuda de la Razón.
Durante esos días habrá reuniones en muchas diócesis, no pocas parroquias, en las que participaran católicos, protestantes de las diversas confesiones, y ortodoxos. No nos reunimos, ni rezamos, para que cada uno siga imperturbable su camino; ni tampoco para cambiar gestos de amabilidad, de mutua comprensión, etc.; y muchísimo menos para acusarnos mutuamente de errores y gestos pasados.
Superados ya las barreras culturales, históricas, personales, que durante siglos han creado problemas de comprensión entre los cristianos, y han dado lugar a un cierto “escándalo” ante los creyentes de otros credos, los incrédulos, los ateos, etc.; los católicos rezamos para que la Gracia que el Señor derrama en la Iglesia alcance el corazón de tantos cristianos que anhelan, quizá sin ser del todo conscientes, la unión con Roma, y sigan el camino que han marcado hombres como el card. Newman: “Yo miraba a la Iglesia casi pasivamente como un gran hecho objetivo; miraba a la Iglesia, sus ritos, sus ceremonias, sus mandamientos, y me decía: “Esto sí que es religión”. Luego volvía la mirada a la pobre Iglesia Anglicana, por la que tan duramente había trabajado, y a su entorno: cuando pensaba en nuestros intentos por embellecerla estética y doctrinalmente, todo se me antojaba de una vaciedad monumental”.
Hombres sinceros y humildes, como el ex-pastor luterano sueco Erik Nordin, quien al dar a conocer su conversión hace un par de años, comentó: “Pienso que cualquiera que escuche la voz del Señor y esté dispuesto a seguirlo se hará católico”.
Rezamos para que muchos cristianos separados de la Iglesia Católica, puedan decir un día que se han convertido por las mismas cuatro razones que abrieron las puertas de la Iglesia Católica al ex-pastor pentecostal sueco Ulf Ekman.
¿Qué vio en la Iglesia? Este es el resumen de sus palabras:
“Un gran amor por Jesús y una sana teología fundada en la Biblia y en el dogma clásico. Una gran riqueza de vida Sacramental. Una estructura sólida en el sacerdocio. Una fuerza ética y moral y una coherencia que pueden enfrentarse a la opinión general y una tendencia bondadosa hacia los pobres y los más débiles. Y, por último, su Fe viva”.
Rezamos por el Papa, como hemos rezado los cristianos desde la primera prisión que sufrió Pedro, porque somos muy consciente de la verdad de las palabras de un antiguo obispo luterano de Paría, convertido hace años: “la unidad de los cristianos tiene que pasar por la unidad con el Sucesor de Pedro”.
Ernesto Juliá, en religionconfidencial.com.
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