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Su etapa dentro de la cultura de la muerte quedó cerrada del todo el pasado 20 de septiembre
El Vicepresidente de la Asociación Italiana de Ginecólogos y Obstetras Católicos, Antonio Oriente, no siempre ha estado del lado de la causa de la vida. Antes de su conversión al catolicismo, practicó abortos. Cuando le prometió a Cristo abandonar la cultura de la muerte, conservó los instrumentos con los que se la causó la muerte a cientos de niños. Su deseo era poder entregárselos al Papa. Después de intentarlo durante años, por fin consiguió poner su pasado a los pies del Papa Francisco.
De su encuentro con médicos católicos de todo el mundo, el pasado 20 de septiembre, el Papa Francisco se llevó a su habitación en Santa Marta un regalo inesperado: los instrumentos quirúrgicos que, durante años, acabaron con la vida de muchos niños no nacidos. Se los entregó su dueño, Antonio Oriente, que ahora es Vicepresidente de la Asociación Italiana Ginecólogos y Obstetras Católicos (AIGOC).
Tras su conversión al catolicismo y la cultura de la vida, Oriente había intentado varias veces entregar su instrumental a los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. En un primer momento, no tenía previsto acudir a este encuentro, porque su suegro estaba enfermo y no estaba dentro de la delegación de ginecólogos que iba a poder saludar al Santo Padre; pero cambió de idea en el último momento.
El médico sabía que llevar esos instrumentos encima le iba a suponer un problema a la hora de coger el vuelo de Messina a Roma. Pero se encomendó a Dios, y se presentó en el aeropuerto. Después de explicar su situación a las fuerzas de seguridad del aeropuerto, obtuvo permiso para entrar al avión cuando la puerta de embarque ya estaba cerrada. Después de llegar a Roma, otra serie de obstáculos hizo cada vez más difícil que lograra su deseo de poder ver al Papa.
Gracias a la Virgen de Luján
Pero Oriente no desistió, y después del discurso del Papa se acercó a uno de los obispos presentes y le contó su historia. El obispo le transmitió su petición a monseñor Georg Gänswein, el secretario del Santo Padre, que «inmediatamente y sin dudarlo» le llevó directamente ante él.
Por fin, pudo decirle: «Santo Padre yo ya no hago más abortos, estoy a favor de la vida, quisiera una bendición para los médicos que quieren formar un equipo sanitario a favor de la vida». El Papa, conmovido, le aseguró: «Esta noche haré una oración. Esto lo tengo que llevar conmigo a mi habitación a Santa Marta». Luego le impuso las manos para bendecirle, y le exhortó: «Usted está bendecido, y luche por la vida».
El ginecólogo converso atribuye el haber alcanzado su deseo al hecho de haberse encomendado y llevar consigo una imagen de la Virgen de Luján, que una paciente argentina dejó en su consulta en 1999. La mujer había querido abortar, pero él la convenció de que continuara con el embarazo y ahora «es profundamente feliz junto a su hijo», subrayó en unas declaraciones a la agencia Aciprensa.
Deseaba un hijo, pero mataba a los de los demás
Durante años, Antonio Oriente practicó abortos por dinero, con el objetivo de progresar socialmente. Su relación con el cristianismo era de odio, «porque me parecía una obligación». Siguió practicando abortos incluso después de casarse con María Carmela, una pediatra a la que le encantaban los niños. Querían tener hijos, pero pasaron años sin conseguirlo. Mientras, Oriente seguía «matando a los hijos de los demás».
El dolor por su infertilidad hizo mella en el matrimonio. Cada día, cuando volvía a casa, el ginecólogo encontraba a su mujer llorando. Él mismo estaba destruido, y un día decidió quedarse hasta altas horas de la noche en su consultorio porque «no podía volver así a mi hogar». Allí le encontró un matrimonio que, al darse cuenta de que estaba en la consulta, temió que le hubiera ocurrido algo. Oriente encontró la fuerza para compartir con ellos su dolor, y ellos le invitaron a buscar algo de paz en un encuentro de oración.
“Nunca más muerte”
«Desde entonces −explicó a Aciprensa−, comencé a conocer a un Dios distinto al que conocía. Este Dios era misericordioso y me decía: “Ábrete a mí, abandona todo tu sufrimiento”». Comenzó así un proceso de conversión completa de su vida, uno de cuyos principales pasos fue abandonar el aborto: «Un día −recuerda−, sentado ante el crucifijo escribí una carta al Señor, lo que yo llamo un testamento espiritual: Nunca más muerte hasta la muerte. ¿Qué clase de hijo soy yo que asesino a los hijos de los demás? Abandono la cultura de la muerte y abrazo la vida».
Poco tiempo después, María Carmela se quedó embarazada. «Con este embarazo milagroso, el enfermo dejó de ser un trozo de carne para mí, se convirtió en un trozo de la carne del Cristo al que tenía el privilegio de tocar con mis manos, y desde ese día, dediqué totalmente mi vida a Cristo y a la lucha de la vida». Su etapa dentro de la cultura de la muerte quedó cerrada del todo este 20 de septiembre, cuando «los instrumentos de la muerte fueron abandonados a los pies del sucesor de Pedro en la Tierra, tal y como la muerte se pone a los pies de Jesús a favor de la vida».
María Martínez López
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