Una ciudad que se ha presentado a los jóvenes y al papa Francisco con los brazos abiertos, con auténtico entusiasmo
«No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: “La paz de Cristo esté con ustedes”»
El Papa, que viene de “casi el fin del mundo”, regresa hoy a este “fin del mundo” para encontrarse con los jóvenes, que han venido de todas partes del mundo aceptando su invitación.
Río es una ciudad que se ha presentado a los jóvenes y al papa Francisco con los brazos abiertos, con auténtico entusiasmo. La muchedumbre se ha apiñado en torno al vehículo, que llevaba al Santo Padre desde el aeropuerto al centro de la ciudad, extendiendo las manos, mientras el papa Francisco sonreía, saludaba y bendecía el pueblo brasileño.
Desde su saludo inicial, el papa Francisco dice que no tiene ni oro ni plata, pero que lleva consigo lo más valioso que se le ha dado: Jesucristo: “Deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: La paz de Cristo esté con ustedes”.
Después del abrazo y el saludo del Papa, los jóvenes y la gente de Río inundan las calles, mientras empieza a llover ligeramente. Pero nadie tiene prisa; pareciera que cada uno quiere mantener ese abrazo, volver a escuchar aquellas palabras, hacerlas suyas y descubrir a través de ellas aquel tesoro que el papa Francisco ha venido a regalar a su América Latina: Jesucristo, su amor, su paz.