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Leer no es fácil y ser un buen espectador tampoco. Cada uno, desde su lugar y según su entender, habrá de descubrir la conexión entre bien, verdad y belleza, por educar el gusto y saber dar razón de las elecciones personales
Hace unos días ha salido de imprenta, en Roma, con textos de doce autores, en castellano (80%) e italiano (20%), el libro Repensar la ficción, editado por Enrique Fuster y quien esto escribe.
Acabo de ver que se habla de esto en twitter, por parte de Loreto Corredoira, profesora de la Complutense de Madrid, indicando además el link que dirige al lugar de venta on-line...
Es muy de agradecer la iniciativa, porque ha provocado que —de acuerdo con Enrique Fuster— aparezca aquí, más abajo, la Presentación del libro.
Así el lector puede hacerse una idea más cabal de lo que dicen los autores de los textos que componen el libro. Arriba, la portada, con la imagen fuerte pintada por Javi Muñoz:
Esto dice la presentación:
«En el segundo volumen de sus memorias, Segunda navegación, el filósofo Alejandro Llano se pregunta si es más difícil leer o escribir, insinuando que la respuesta no es tan evidente como a primera vista pudiera parecer. Pues en principio quien escribe tiene claro lo que quiere decir y mal que bien consigue hacerlo, mientras que cuando leemos nos encontramos con un texto ajeno, cuyas intenciones y significados debemos descifrar y cuya interpretación resulta con frecuencia ambigua y esquiva[1].
Ahondando en esta idea, Llano cita lo que el escritor Enrique Vila-Matas dice al respecto en Dublinescas: «El viaje de la lectura pasa muchas veces por terrenos difíciles que exigen capacidad de emoción inteligente, deseos de comprender al otro y de acercarse a un lenguaje distinto al de nuestras tiranías diarias».
Como explica Vila Matas, «las mismas habilidades que se necesitan para escribir se necesitan para leer. Los escritores fallan a los lectores, pero también ocurre al revés y los lectores les fallan a los escritores cuando sólo buscan en éstos la confirmación de que el mundo es como lo ven ellos»[2].
Leer no es fácil. Y ser un buen espectador tampoco. Al mismo tiempo, a nadie se le escapa hoy la incidencia de las ficciones (ya sean escritas o audiovisuales) en la configuración de nuestra cultura y sociedad. Básicamente son estos los factores que nos llevaron a organizar en la Facultad de Comunicación de la Pontificia Università della Santa Croce un simposio internacional bajo el título de “Repensar la ficción”, cuyo fruto es el presente libro.
El simposio tuvo lugar en Roma los días 3-5 de diciembre de 2009, y a continuación del título apenas mencionado venía un subtítulo un poco largo pero bastante expresivo: “El mal moral en la pantallas: necesidades dramáticas y patologías industriales”. Los cerca de sesenta participantes provenían de diversos ámbitos profesionales: el académico, el de la industria cinematográfica y televisiva, el de la crítica.
Los relatores eran unos treinta, y el estilo del encuentro, de intervenciones breves y mucho diálogo. Las sesiones monográficas versaron acerca de la sensibilidad del espectador, la dignidad de la representación y el sentido del pecado y la redención en el cine actual; mientras que las mesas redondas se organizaron en torno a cinco grandes temas: dificultades en la enseñanza del guión audiovisual; cómo dar cuenta del mal desde la crítica; el papel del espectador; la divulgación del cine en la web y los mass media; y la ficción televisiva.
Característica esencial del encuentro era precisamente la de enfocar los asuntos desde un punto de vista cristiano. O mejor dicho, sin olvidar la condición cristiana; o aún con otras palabras, desde un ángulo que ponga siempre en primer lugar la dignidad del sujeto en su calidad de productor, director, guionista, profesor, alumno o espectador.
No se trata de buscar en el cine una confirmación a una determinada manera de ver el mundo, en este caso cristiana (amenaza agudamente denunciada por Vila-Matas), sino de ver las películas sin renunciar a la propia identidad personal y profesional, lo que es muy distinto.
Conscientes de la dificultad y complejidad de los temas abordados, el objetivo del simposio no consistía en ponerse de acuerdo sobre algo semejante a una lista de recetas, sino en pararse a pensar e intercambiar ideas, abriendo un diálogo que contribuya a reflexionar sobre estos asuntos y pueda proseguir en futuras reuniones.
Pensamos que un foro de estas características resulta de especial relieve en el contexto relativista actual —manifestado también en el arte—, en el que como bien ha sintetizado Benedicto XVI, «lo que una obra de arte expresa es totalmente indiferente; ésta puede exaltar a Dios o al diablo —el único criterio es su ejecución técnico formal»[3].
¿Cómo se combate esta especie de esquizofrenia imperante? Cada uno deberá hacerlo desde su lugar y según su entender, pero la respuesta quizá pase, en cualquier caso, por redescubrir la conexión entre bien, verdad y belleza, por educar el gusto y saber dar razón de las elecciones personales.
La organización del volumen intenta representar, a pequeña escala, el desarrollo del simposio.
Éste se inauguró con la ponencia del profesor Jaime Nubiola —que abre también el libro— sobre la sensibilidad “herida” del espectador actual, en la que se ofrecían algunas claves para recuperar la imaginación creativa.
A continuación, la relación del profesor García-Noblejas, también expuesta en una de las sesiones monográficas, aborda el tema de la representación del mal, siguiendo las adaptaciones cinematográficas de la tragedia Medea dirigidas por Pasolini, Von Trier y Van Gogh. García-Noblejas recalca el carácter “misterioso” del mal —y no simplemente “problemático”—, a la vez que se pregunta sobre el significado originario del concepto “obsceno” y recuerda que en última instancia el arte tiene que ver con las formas (los “cómos”) más que con los contenidos (los “qués”).
El texto de Sánchez-Escalonilla, escrito desde la perspectiva del guionista, reflexiona sobre el cine como espejo del drama humano y ofrece una serie de pautas muy útiles para entender la construcción del guión en torno al conflicto y los personajes (su artículo, junto con el de Armando Fumagalli, son los dos únicos publicados previamente al simposio; aun así, hemos creído conveniente incluirlos, dado su interés y pertinencia, y visto que formaba parte del material de estudio puesto a disposición de los participantes).
Vienen después una serie de comunicaciones sobre el papel del espectador, firmadas por Carmen Sofía Brenes, Enrique Fuster y Juan José Muñoz, que tratan respectivamente sobre el “trabajo” del espectador, la “mirada” espectador, y el espectador frente a los contenidos violentos. En las dos primeras se insiste en el rol activo que debería acompañar a la fruición cinematográfica, mientras que en la tercera se aborda un tema objeto de gran debate actual: la representación de la violencia, su incidencia en el público y la falta de acuerdo sobre la valoración que hacen de ésta las legislaciones de distintos países.
De la mano del espectador llegamos a la crítica. La relación de José María Caparrós, sobre cómo dar cuenta del mal desde la crítica, se completa con un anexo en el que, a modo de ejemplo práctico de lo dicho anteriormente, se analizan dos películas: Ágora, de Amenábar, y Basta que funcione, de Woody Allen. Por su parte, Franco Olearo cuenta la experiencia de la página web FamilyCinemaTv.com, describiendo y explicando los criterios de valoración de los filmes.
Los últimos capítulos están dedicados a la televisión. A la relación de la profesora Téramo, «el mundo es un escenario y el escenario un mundo», sigue la mencionada de Armando Fumagalli, sobre la fiction de contenido religioso en Italia. Fumagalli empieza contextualizando el particular caso de Italia, donde las mini-series sobre las vidas de santos han cosechado tradicionalmente un éxito desconocido en otros países. Pero su reflexión va mucho más allá. Además de dar razón de dicho éxito, y de explicar los motivos de algunos fracasos, ofrece consejos muy válidos aplicables también a las producciones destinadas a la grande pantalla.
Cierran el volumen dos ponencias dedicadas al análisis de las series televisivas. Luisa Cotta Ramosino reflexiona sobre el sentido del mal en algunas series policíacas americanas e italianas. Mientras que el profesor Jorge Milán lleva a cabo un estudio temático de Lost, una de las series más influyentes y originales del último decenio, que además del gran éxito popular ha conquistado el rango de “cult” televisivo.
La mayoría de los textos poseen un carácter académico, pero los hay también más coloquiales. Mientras algunos autores han preferido reelaborarlos, otros han optado por conservar el tono en que fueron escritos —en ocasiones como relato de una experiencia, o como punto de partida para dialogar en una mesa redonda— y nosotros hemos respetado su voluntad.
Como siempre en estos casos, mucho de lo expuesto y hablado queda en el tintero, pero consideramos que el resultado —lo finalmente publicado— es suficientemente significativo, y sin duda da una idea fiel de lo que fueron esas jornadas, incluida la diversidad de pareceres (como por otra parte el lector apreciará avanzando en su lectura).
Aun así nos parece de justicia mencionar a los relatores que, por un motivo y otro, no aparecen en estas páginas: José Francisco Zegers y Vincenzo Gratteri, venidos de la Universidad de los Andes; Eduardo Terrasa, Pablo Echart, Marta Frago, Alejandro Pardo y Efrén Cuevas, de la Universidad de Navarra; los productores y guionistas Ángel Blasco, Jordi Gasull, Luca Manzi, Laura Cotta Ramosino y Sara Melodía; los críticos Alberto Fijo, Ana Sánchez de la Nieta, José María Aresté y Jerónimo José Martín; y los profesores José Ángel Cortés (Universidad San Pablo-CEU) y John Wauck (de la Pontificia Università della Santa Croce). Si este volumen ve finalmente la luz, es también gracias a sus oportunas y enjundiosas aportaciones —como gracias a las intervenciones del público, muy participativo en todo momento—».
Juan José García-Noblejas
[1] Cfr. Alejandro Llano, Segunda navegación, Ediciones Encuentro, Madrid 2010, p. 299.
[2] Enrique Vila-Matas, Dublinescas, cit. en Alejandro Llano, op. cit., p. 300.
[3] Benedetto XVI, L’elogio della coscienza. La verità interroga il cuore, Cantagalli, Siena 2009, p. 21.
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