La única prioridad es el amor. El desorden puede esperar, el amor no. Crear hogar es amor. Y el amor siempre, siempre, siempre corre prisa
La palabra “hogar” evoca en muchos de nosotros sensaciones especiales. Nos trae a la memoria recuerdos preciosos grabados en nuestro corazón. Sensaciones únicas. Momentos imborrables. Tradiciones recibidas. Pensar en el hogar es volver al pasado, donde éramos niños, adolescentes. Donde nos sentimos queridos. Recordamos esos detalles que nuestros padres tuvieron para con nosotros. Esa comida especial que tanto nos gustaba. Ese juguete con el que tanto soñamos. El calor de nuestra casa cuando entrábamos por la puerta en invierno. El olor a bizcocho recién hecho. Hogar es ese bienestar que recorre los cinco sentidos y llega directo al alma, a la esencia de nuestro ser. Y allí permanece para siempre. En el hogar bien entendido no hay incertidumbres, menos aún las provocadas por el coronavirus y el confinamiento. Por eso, es el momento de crear y recrear hogar para no desperdiciar este tiempo tan particular.
Durante las últimas semanas reflexionaba sobre todas estas cosas y de cómo los últimos tiempos he aprovechado consciente e inconscientemente para “crear hogar” más que nunca en mi casa. En estos tiempos de incertezas necesitamos el hogar desesperadamente. Necesitamos la seguridad del afecto, de las tradiciones, de la vida sana, de la trascendencia. En un momento en el que no sabemos si mañana estaremos todos aquí, si la semana que viene los más pequeños podrán volver al colegio o si la empresa seguirá en pie, sólo nos queda volver a lo fundamental, que es el amor. Porque el bienestar bien entendido es amor, el hogar es amor, una vida bien vivida es amor. Ante la incertidumbre de la pandemia sólo nos queda responder con amor. Porque “no hay temor en el amor”.
¿Cómo crear hogar en el día a día durante el confinamiento?
Y “aterrizando” este tema, buscando modos concretos de “crear hogar” en tiempos de incertidumbre, se me ha ocurrido escribir este artículo a cuatro manos, las mías y las tuyas, querida lectora (o lector, ¡obviamente!), donde pongamos en común, con sencillez y humildad, todo lo aprendido y practicado en los últimos meses. Huelga decir que no se trata de competir, de envidiar, pero tampoco de sentirse mejor o peor por haber hecho o dejado de hacer ciertas cosas. Se trata de compartir. Hay días y períodos mejores, pero también peores en los que hay que activar el modo “supervivencia” para seguir adelante. Sea cual sea el momento en el que te encuentras, no pasa nada.
Lo primero que me viene a la cabeza es rebajar las expectativas que tenemos sobre nosotras mismas y la idea de casa que queremos tener. Personalmente, en este tiempo que hemos vivido encerrados en casa (porque señoras y señores, donde nosotros vivimos en Italia el confinamiento empezó un mes antes y terminó tres semanas después que en España, y después del verano hemos estado confinados/en cuarentena primero una semana, después otra y después seis más en la actualidad) he comprendido que no puedo pretender que la casa esté como cuando está vacía durante el día. Mi concepto de orden es compatible sólo conmigo misma. En cuanto otro ser humano entra por la puerta me lo desbarata. Así que imaginemos cuando directamente están todos dentro y no salen casi nunca de casa. Al principio seguí con mis mínimos. Después los rebajé aún más. Y ahí sigo, semana tras semana dándome cuenta de que ciertas cosas son innecesarias. Son reglas que no ayudan a nadie y crean mal humor. Aprendiendo qué es importante y qué no. Por ejemplo, nunca había dejado pegar nada en puertas y muebles. Pues ocho meses después, he aquí dónde quedó esa regla:
Parte del hogar, como decía al principio, es ese olor a bizcocho recién hecho. Es la comida. Alimentarse. La vida entre pucheros. Pero también cocinar, compartir momentos en común alrededor de los fogones. Crear hogar en la cocina durante el tiempo del confinamiento ha sido un pilar fundamental. Y no sólo eso, nos hemos dedicado al arte de la exploración y puedo decir con alegría que hemos incorporado una cantidad enorme de nuevos platos (algunos reconvertidos en “tradición semanal”) que ha hecho mucho más interesante y divertida la hora de la comida.
Reorganizar los espacios. Pasar más tiempo en casa significa usar más todos los espacios a disposición, incluso esos que generalmente tenían un uso muy puntual. En nuestro caso ha supuesto convertir nuestro dormitorio también en oficina, girar la mesa del salón para tener más espacio para el juego y dar espacio a cohetes espaciales en uno de los dormitorios.
Más tiempo para Dios y con modalidades nuevas. La verdad es que este tiempo es ideal para incorporar a la rutina ciertas prácticas que durante un año normal, corriendo de un lado para otro, sería mucho más difícil. Os propongo algunas y ¡quiero saber las vuestras! Personalmente siempre estoy en búsqueda de la mejor manera de transmitir a los niños la apasionante belleza de nuestra fe. Pero se puede mejorar, ¡contadme vuestras ideas!. En nuestro caso, un día a la semana rezamos un par de misterios del rosario con un libro ilustrado; los viernes de Cuaresma a la hora de comer leíamos historias de santos; algunas noches hablamos del ángel de la guarda; por las mañanas realizamos nuestra consagración a la Sagrada Familia y estoy preparando a las mayores para la consagración a la Virgen María. Isis Barajas nos propuso también en su último artículo realizar el “Árbol de Jesé” en este tiempo de Adviento, o también se puede elegir el calendario de Adviento tradicional (hay muchos por ahí, aquí tenéis uno muy sencillo de la Revista Gesto, o bien podéis hacerlo vosotros mismos con vuestras ideas y actividades, como hacemos nosotros en casa).
Nuevas tradiciones y rutinas. Tanto el padre como la madre aportamos al nuevo hogar un legado importante de tradiciones familiares que decidimos transmitir a nuestros hijos. Somos conscientes del valor que suponen y del porqué queremos que no se pierdan con el tiempo. Pues bien, quizá no lo habíais pensado, pero este tiempo de confinamiento es terreno fértil para crear nuevas tradiciones únicas en tu familia, y también rutinas nuevas para alegrarnos los días y que contribuyan a nuestro deseo de crear “hogar”. En nuestro caso tenemos un día de película en familia, otro de pizza hecha por papá, otro de llamadas por whatsapp con amigos, repostería en familia (aceitadas zamoranas -por favor, si no las habéis probado hacedlo, ¡son adictivas!-, meiniitalianos, bizcochos, magdalenas… La báscula ya está guardada en el fondo del armario del baño, ya la saco si eso en 2022), jugar en el balcón con los abrigos puestos, dar paseos por las afueras de la ciudad, clases de música todas las semanas… La lista de cosas que hemos hecho como familia por primera vez este año es interminable. ¡Y estoy segura de que se nos ocurrirán muchísimas más aún.
Como decía al principio, son simplemente ideas elaboradas (más o menos) durante los últimos meses. Me encantaría conocer las vuestras. Estoy segura de que el confinamiento nos ha cambiado a todos, nos ha modelado. No somos los mismos que hace un año. Tanto tiempo en casa habrá sacado cosas buenas (no sólo malas, ¡que también) de nosotros. ¡Compartamos!
Son ideas que buscan que este tiempo no se desaproveche y quede como un “mal recuerdo” en nuestra memoria y en las vidas de nuestros hijos. Todo a su ritmo, obviamente. Adaptándonos a cada día, a los distintos humores (y malhumores) de la casa, las prisas, los vasos de leche derramados, la lista de la compra y la suciedad acumulada en algunos rincones que espera tiempos mejores. La única prioridad es el amor. El desorden puede esperar, el amor no. Crear hogar es amor. Y el amor siempre, siempre, siempre corre prisa.