No protestemos de que se hable poco de los mártires de hoy, sino tengámoslos muy presentes, y que su testimonio nos ayude, nos sostenga y nos espolee
No me dio tiempo de lamentar la noticia para el día de los Santos Inocentes, como les hubiese correspondido en justicia. En Nigeria, el día de Navidad, los islamistas de Boko Haram degollaron a 11 cristianos. Lo grabaron en un vídeo, "como un mensaje dirigido a los cristianos del mundo entero". Con toda la horrible parafernalia que vimos con el martirio de los coptos, vestidos de naranja, degollados de rodillas. Como ya había perdido el día de su celebración litúrgica, he esperado para responder a este mensaje a los cristianos, a este día final del año donde hacemos los más firmes propósitos.
Nos quejamos de que estas noticias no levanten un escándalo internacional ni salgan en los medios, cuando los que tenemos que sentirnos heridos somos nosotros y los que hemos de sacarlos en los medios, también. Por eso lo traigo a este día: porque me lo propongo.
Tanto como aplaudir que Boris Johnson en su discurso como primer ministro haya hecho mención a esta persecución de los cristianos en el mundo, mucho más numerosa y sangrienta incluso que la del Imperio Romano de las películas y las historias pías, que tanto nos conmueve. Hay quien calcula que cada año asesinan a 100.000 cristianos por su fe, y las estimaciones más bajas hablan de 8.000 mártires como mínimo. O sea, que, o cada cinco minutos o cada hora, un cristiano que muere por Dios.
Al obispo Barron le gusta contar una historia del divulgador protestante David Barret, al que en una charla preguntaron muy dispuestos cuál era la herramienta evangelizadora más efectiva. Contestó: "Según todas nuestras investigaciones, el martirio", porque, en efecto, donde hay mártires, crece la fe, según la máxima de Tertuliano: "Sanguis martyrum semen christianorum". Se produjo, naturalmente, un silencio embarazoso en la sala, quizá como el que se produce entre nosotros ante noticias como la de Nigeria. Entonces alguien tímidamente levantó la mano: "Profesor Barret, ¿podría decirnos cuál es la segunda?".
Barron no cuenta la respuesta, pero expondré la mía. La segunda herramienta más eficaz es tener muy presentes a los mártires, ayudarlos en sus países frente a las persecuciones y dejar que su testimonio nos ayude, nos sostenga y nos espolee. ¿Podríamos tener miedo aquí de ser coherentes? ¿Andar quejosos por minucias? ¿O no vivir la fe entera con alegría y descaro? Tratar de estar a la altura de ellos es mi propósito para este 2020.