«Para Francisco es evidente que siempre va a haber persecuciones, y que a quien le toque ser Papa en cada momento va a ser agredido salvajemente»
Juan Vicente Boo analiza «los años duros» del pontificado de Francisco, que coinciden con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump. Las reformas del Papa, pese a las hostilidades externas e internas, siguen su curso
«Ninguno de nosotros pensábamos que Francisco fuera a durar seis años, y menos que pudiera mantener este ritmo y esta intensidad, pero ahí sigue, siempre hacia delante, sin dejarse paralizar por las críticas ni por los hostiles. Es impresionante su energía. ¡Va a acabar en los viajes con todos nosotros [los periodistas]! Se ve ya claramente un pontificado muy maduro y asentado. Y al Papa, con cuerda para rato».
Juan Vicente Boo (Puebla del Caramiñal, La Coruña − 1954), corresponsal de ABC en el Vaticano desde hace más de 20 años, presenta el próximo martes en el salón de actos de Alfa y Omega su libro 33 claves del Papa Francisco. Los años duros. A partir de sus columnas en este semanario, el veterano periodista aborda el período 2017-2019, en el que las reformas que impulsa Francisco se han topado con fuertes resistencias internas y externas.
Uno de los grandes obstáculos que se interpuso en el camino fue la disruptiva aparición de Donald Trump en la escena internacional. Su inesperado triunfo en las presidenciales norteamericanas en noviembre de 2016 provocó que se revirtieran o, cuanto menos, se frenaran algunos importantes avances del Papa a favor de la paz en el mundo. «Los más bonitos», apostilla Boo. «Por supuesto, el diálogo entre israelíes y palestinos, pero también la reconciliación en Colombia, el compromiso de la comunidad internacional contra la crisis climática o la normalización de las relaciones entre EE. UU. y Cuba». La administración estadounidense «ha sometido también a un fuerte estrés» el histórico acuerdo alcanzado entre la Santa Sede y China en 2018, que fue «la culminación de conversaciones iniciadas hace mucho tiempo, en pontificados anteriores». Así, «mientras el Papa intenta crear una relación normal con China y facilitar su plena integración en la comunidad internacional, Estados Unidos quiere crear tensión y conflicto».
Pero quizá el mayor campo de batalla son las migraciones. Francisco, que inició su pontificado con aquel sorpresivo viaje a la isla de Lampedusa, pidió a todas las Iglesias locales que presionaran a sus gobiernos para la firma del Pacto Mundial sobre Migración, suscrito finalmente en Marrakech en diciembre de 2018. El éxito de la iniciativa quedó enturbiado por el rechazo a participar de los norteamericanos, que arrastraron consigo a otros países como Israel, Hungría, Polonia, Austria o incluso a Italia.
Entre los propios católicos han calado los mensajes de miedo al migrante de los nacionalismos populistas, lamenta Boo. En Italia, la opción preferida por ellos en las encuestas es hoy la xenófoba Liga, a pesar de los ataques contra el Pontífice lanzados por su líder, Matteo Salvini. «Es por falta de conocimiento», cree el corresponsal. «El Papa nunca ha dicho que los países deban abrir sin más sus fronteras ni quiere que entre una riada de personas que pueda desequilibrar el tejido social o cultural de los países, sino que ha pedido a las autoridades que, con realismo, vean lo que puedan hacer». Eso sí, insistiendo a la vez en que «Europa podría hacer mucho más», incluida España, que «ha recibido a un porcentaje bajísimo de los refugiados que se comprometió a acoger con la UE». «Y paradójicamente −añade− esto sucede en un país cuyo problema más grave en este momento es el envejecimiento y la despoblación. Pero esa es a veces la lógica de los países en declive: tienen miedo a los remedios».
En el plano interno, sin embargo, las reformas han tomado velocidad de crucero. «La palabra técnica es conversión», subraya Boo. A punto de culminarse ya la nueva constitución sobre la Curia romana, existe hoy «un espíritu de servicio mucho mayor» entre los funcionarios vaticanos, que van dejando de verse a sí mismos como «una corte». «Esto lo perciben muy claramente los obispos que vienen a Roma de visita ad limina cuando visitan los dicasterios y lo primero que se les pregunta es en qué están trabajando y cómo se les puede ayudar».
Una parte de esa reforma responde a criterios de pura eficiencia y sentido común. Con amplio conocimiento directo de las principales organizaciones intergubernamentales del planeta (ha ejercido de corresponsal en Bruselas, Nueva York y Hong Kong), Juan Vicente Boo tiene claro que, «a nivel organizativo, el Vaticano se encuentra en el nivel bajo de la escala». «La Curia −añade− ha sido históricamente una criatura fundamentalmente italiana, con los defectos y virtudes que vemos en las organizaciones de este país, que ha creado exitosas empresas, pero cuenta con unas administraciones no precisamente modélicas». «El Vaticano es una jungla de organismos complicadísimos, algunos muy poco operativos», asegura. Eso sí, «aquí he visto al mismo tiempo a personas enormemente heroicas, santas, que no las vas a encontrarte en ningún otro sitio», matiza.
Hacia ahí apuntan las reformas del Papa: «Ocúpense de anunciar el Evangelio en lugar de perder el tiempo con tantas cosas complejísimas», sintetiza el periodista. «No es que lo organizativo sea malo, pero es accesorio», prosigue. «Y lo que este Papa promueve es, de alguna manera, un retorno a un cristianismo más cercano al de los Hechos de los Apóstoles, sin tanto lastre».
Para comprender el espíritu de las reformas de Francisco, Boo invita a leer su reciente homilía de beatificación de siete obispos grecocatólicos mártires en Rumanía, comentando el pasaje evangélico de la curación del ciego de nacimiento, y cómo los fariseos maniobran para sembrar dudas sobre Jesús, del mismo modo que, durante la ocupación soviética, se produjeron «campañas de manipulación y descrédito contra la Iglesia». Y «su respuesta es que hay que hacer el bien sin dejarse liar en cuestiones secundarias».
«Para Francisco, también es evidente que siempre va a haber persecuciones, y que a quien le toque ser Papa en cada momento va a ser agredido salvajemente. Pasó con Napoleón, con el Imperio austrohúngaro, con Hitler... Es parte de la normalidad: al sucesor de Pedro le van a caer bofetadas de un sitio o de otro, igual que se las daban a Jesús. Hoy hemos pasado de la agresión del comunismo durante 50 años a otros tipos de agresión por intereses políticos y económicos».
Una de las afirmaciones más polémicas que hace Boo en su libro es que, detrás de los ataques contra el Papa por parte de una minoría de obispos y de algunos medios de comunicación católicos, se encuentran grandes multinacionales del ámbito financiero, petrolero y de la industria militar radicadas principalmente en Estados Unidos, donde «las luchas en el mundo de la política y de la economía son infinitamente más duras que en Europa, hay todo un combate de choque», explica el periodista.
Se trata de «una campaña de desgaste» con «ataques periódicos contra su persona». Lo que pretenden es «minar su credibilidad» y, para ello, recurren a polémicas «simplemente instrumentales».
Un buen ejemplo fue la oposición a la exhortación sobre la familia Amoris laetitia. «El objetivo de esta gente no era destruir ese documento; esto les da igual, pero sí les interesa presentar al Papa como una persona doctrinalmente ambigua o incluso como un hereje».
Son poderosas empresas que no dan la cara directamente. «Cuentan con multitud de organizaciones interpuestas. Por ejemplo, crean una fundación llamada Salvemos a nuestros Niños de la Invasión Islámica, y así meten el miedo en la gente para convencerla de que es preciso intervenir en algún país o invertir más en defensa nacional».
De esa constelación de organizaciones proceden «generosas subvenciones» a medios de comunicación y responsables eclesiales. «Si te dejas querer, te va a ir bien: te darán dinero para tus libros, para tus obras sociales...», prosigue Boo. Ahora bien: eso no significa necesariamente que haya corrupción. «Muchas de estas personas actúan de buena fe, han sido engañadas y creen realmente que están salvando el cristianismo de no sé qué peligros».
Con la Amoris laetitia, por ejemplo, «Francisco promueve una vuelta a lo esencial de la familia, que es el amor, la entrega generosa... Y continúa la reflexión que se hacía ya Joseph Ratzinger como cardenal: a veces privamos de los sacramentos a quienes más lo necesitan. Porque si uno comete un asesinato y se arrepiente, ya está, mientras que, en el caso de matrimonios rotos, a la persona no se le perdona o se le piden cosas imposibles. De tal manera −concluye− que esta exhortación no es más que la continuación natural de los magisterios anteriores, pero cuando tú centras la atención en un solo punto, lo sacas de contexto y lo inflas hasta hacer que desaparezca todo lo demás, no solo destruyes el documento, sino que arrojas todo tipo de sospechas sobre su autor».
Ricardo Benjumea, en alfayomega.es.
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