La Visita Apostólica a Marruecos, tema de la catequesis de Francisco en la Audiencia General de hoy, miércoles 4 de abril de 2019
Queridos hermanos y hermanas:
El pasado fin de semana realicé un viaje apostólico a Marruecos, invitado por Su Majestad el rey Mohammed VI; a él y a las Autoridades marroquíes agradezco nuevamente su acogida y colaboración.
Con el lema “Servidor de Esperanza”, pude dar otro paso en el camino del diálogo interreligioso con nuestros hermanos musulmanes, recordando aquel encuentro entre san Francisco de Asís con el sultán al-Malik al-Kamil hace 800 años, y el viaje del Papa Juan Pablo II hace más de tres décadas.
Servir la esperanza quiere decir crear puentes entre las civilizaciones y, junto con el rey Mohammed VI, reiteramos que las religiones son esenciales para defender la dignidad humana, promover la paz y el cuidado de la creación. De forma conjunta, hicimos un llamamiento por Jerusalén, para que sea preservada como patrimonio de la humanidad y lugar de encuentro pacífico, de modo particular para los fieles de las tres religiones monoteístas.
El sábado visité el mausoleo de Mohammed V y rendí homenaje a su memoria como a la de Hassan II; además estuve en el Instituto de formación de los imanes y predicadores, que promueve un islam respetuoso y rechaza la violencia y el integrismo. De manera especial, presté atención a la cuestión migratoria, ofreciendo un camino a través de cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.
El domingo estuvo dedicado a la comunidad cristiana. Visité el Centro Rural de Servicios Sociales, gestionado por las Hijas de la Caridad; después en la catedral de Rabat tuve un encuentro con sacerdotes, personas consagradas y el Consejo ecuménico de las Iglesias. La presencia de ellos en ese país es como la sal o la levadura que puede dar sabor y hacer crecer la masa. Concluí mi visita con la celebración de la Eucaristía en la que participaron miles de personas de unas 60 naciones diferentes, siendo esta una epifanía particular del Pueblo de Dios en el corazón de un país islámico.
El pasado sábado y domingo realicé un viaje apostólico a Marruecos, invitado por Su Majestad el Rey Mohammed VI. A él y a las demás autoridades marroquíes renuevo mi gratitud por la calurosa bienvenida y por toda la colaboración, especialmente al Rey: ha sido tan fraterno, tan amigo, tan cercano.
Doy gracias sobre todo al Señor, que me ha permitido dar otro paso en la senda del diálogo y del encuentro con los hermanos musulmanes, para ser −como decía el lema del viaje− «Servidor de esperanza» en el mundo de hoy. Mi peregrinaje ha seguido las huellas de dos Santos: Francisco de Asís y Juan Pablo II. Hace 800 años Francisco llevó el mensaje de paz y fraternidad al Sultán al-Malik al-Kamil; en 1985 el Papa Wojtyla hizo su memorable visita a Marruecos, tras haber recibido en el Vaticano −primero entre los Jefes de Estado musulmanes− al Rey Hassan II. Pero alguno puede preguntarse: ¿y por qué el Papa va a los musulmanes y no solo a los católicos? Porque hay muchas religiones. ¿Y cómo es que hay tantas religiones? Con los musulmanes somos descendientes del mismo Padre, Abrahán: ¿por qué Dios permite que haya tantas religiones? Dios ha querido permitirlo: los teólogos de la Escolástica hacían referencia a la voluntas permissiva de Dios. Él quiso permitir esta realidad: hay muchas religiones; algunas nacen de la cultura, pero siempre miran al cielo, miran a Dios. Y lo que Dios quiere es la fraternidad entre nosotros y de modo especial −aquí está el motivo de este viaje− con nuestros hermanos hijos de Abrahán como nosotros, los musulmanes. No debemos asustarnos por la diferencia: Dios lo ha permitido. Debemos asustarnos si no obramos con fraternidad, para caminar juntos por la vida.
Servir a la esperanza, en un tiempo como el nuestro, significa ante todo construir puentes entre las civilizaciones. Y para mí ha sido una alegría y un honor poderlo hacer con el noble Reino de Marruecos, encontrando a su pueblo y a sus gobernantes. Recordando algunas importantes cumbres internacionales que en los últimos años se han tenido en aquel País, con el Rey Mohammed VI hemos recordado el papel esencial de las religiones para defender la dignidad humana u promover la paz, la justicia y el cuidado de la creación, es decir, nuestra casa común. En esa perspectiva, también hemos suscrito junto al Rey un Llamamiento por Jerusalén, para que la Ciudad santa sea preservada como patrimonio de la humanidad y lugar de encuentro pacífico, especialmente para los fieles de las tres religiones monoteístas.
Visité el Mausoleo de Mohammed V, rindiendo homenaje a la memoria de él y de Hassan II, y también el Instituto para la formación de los imanes, de los predicadores. Ese Instituto promueve un Islam respetuoso de las otras religiones y rechaza la violencia y el integrismo, o sea subraya que todos somos hermanos y debemos trabajar por la fraternidad.
Particular atención dediqué a la cuestión migratoria, tanto hablando a las Autoridades, como sobre todo en el encuentro específicamente dedicado a los inmigrantes. Algunos de ellos manifestaron que la vida de quien emigra cambia y vuelve a ser humana cuando encuentra una comunidad que lo acoge como persona. Esto es fundamental. Precisamente en Marrakech, Marruecos, en diciembre pasado se ratificó el “Pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular”. Un paso importante hacia la toma de responsabilidad de la comunidad internacional. Como Santa Sede hemos ofrecido nuestra contribución que se resume en cuatro verbos: acoger a los inmigrantes, proteger a los inmigrantes, promover a los inmigrantes e integrar a los inmigrantes. No se trata de programas asistenciales, sino de hacer juntos un camino a través de esas cuatro acciones, para construir ciudades y Países que, aun conservando sus respectivas identidades culturales y religiosas, estén abiertos a las diferencias y sepan valorarlas en el signo de la hermandad humana. La Iglesia en Marruecos está muy comprometida en la cercanía a los inmigrantes. A mí no me gusta decir inmigrantes; me gusta más decir personas inmigrantes. ¿Sabéis por qué? Porque inmigrante es un adjetivo, mientras que el término persona es un sustantivo. Y hemos caído en la cultura del adjetivo: usamos tantos adjetivos y olvidamos tantas veces los sustantivos, es decir, la sustancia. El adjetivo va siempre unido a un sustantivo, a una persona; así pues, una persona inmigrante. Así hay respeto y no se cae en esa cultura del adjetivo que es demasiado líquida, demasiado gaseosa. La Iglesia en Marruecos, decía, está muy comprometida en la cercanía a las personas inmigrantes, y por eso quise agradecer y animar a cuantos con generosidad se gastan a su servicio realizando las palabras de Cristo: «era extranjero y me acogisteis» (Mt 25,35).
La jornada del domingo estuvo dedicada a la Comunidad cristiana. En primer lugar visité el Centro Rural de Servicios Sociales, gestionado por las monjas Hijas de la Caridad, las mismas que llevan aquí el dispensario y el ambulatorio para niños, aquí en Santa Marta, y esas monjas trabajan con la colaboración de numerosos voluntarios, y dan diversos servicios a la población.
En la Catedral de Rabat encontré a los sacerdotes, personas consagradas y al Consejo Ecuménico de las Iglesias. Es un pequeño rebaño, en Marruecos, y por eso recordé las imágenes evangélicas de la sal, de la luz y de la levadura (cfr. Mt 5,13-16; 13,33) que hemos leído al inicio de esta Audiencia. Lo que cuenta no es la cantidad, sino que la sal tenga sabor, que la luz brille, y que la levadura tenga la fuerza de hacer fermentar toda la masa. Y eso no viene de nosotros, sino de Dios, del Espíritu Santo que nos hace testigos de Cristo allá donde estemos, con un estilo de diálogo y de amistad, para vivir sobre todo entre los cristianos, porque −dice Jesús− «en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros» (Jn 13,35).
Y la alegría de la comunión eclesial encontró su fundamento y su plena expresión en la Eucaristía dominical, celebrada en un complejo deportivo de la capital. ¡Miles de personas de casi 60 nacionalidades distintas! Una singular epifanía del Pueblo de Dios en el corazón de un País islámico. La parábola del Padre misericordioso hizo brillar en medio de nosotros la belleza del plan de Dios, que quiere que todos sus hijos participen de su alegría, de la fiesta del perdón y de la reconciliación. A esa fiesta entran los que saben reconocerse necesitados de la misericordia del Padre y que saben gozar con Él cuando un hermano o una hermana vuelve a casa. No es casualidad que, donde los musulmanes invocan cada día el Clemente y al Misericordioso, resuene la gran parábola de la misericordia del Padre. Es así: solo quien ha renacido y vive en el abrazo de este Padre, solo los que se sienten hermanos pueden ser en el mundo servidores de esperanza.
Me alegra saludar a los peregrinos llegados de Francia y de otros países francófonos, en particular de la Facultad de Derecho Canónico de Lovaina. Saludo también a tantos jóvenes presentes. Que el Señor pueda ayudarnos a ser servidores de la esperanza, donde vivamos, siendo constructores de puentes entre los hombres. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los provenientes de Inglaterra, Escocia, Irlanda, Australia, China, Filipinas y Estados Unidos de América. A todos deseo que el camino cuaresmal nos lleve a la Pascua con corazones purificados y renovados por la gracia del Espíritu Santo. ¡Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz en Cristo nuestro Redentor!
Una cordial bienvenida a los peregrinos provenientes de países de lengua alemana. Dejémonos transformar por la misericordia del Padre, recibiendo en esta Cuaresma su perdón en el sacramento de la confesión. Así seremos servidores de la esperanza que es Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros los hombres. ¡Que el Espíritu Santo os colme con su fuerza y su alegría!
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos que Dios, el Clemente y Misericordioso —como lo invocan nuestros hermanos y hermanas musulmanes—, impulse el diálogo interreligioso y fomente los lazos de fraternidad que nos unen como hijos de un mismo Dios. ¡Que el Señor los bendiga!
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en concreto a los escolares de Portugal y a los grupos venidos de Brasil, esperando que esta peregrinación sea para vosotros ocasión para contemplar la belleza de la fe y de la unión con Cristo, para vivir plenamente vuestra vocación cristiana como testigos de la esperanza en el mundo. ¡Dios os bendiga! Gracias.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que vienen de Marruecos y del Medio Oriente. Como hijos de Dios estamos llamados a vivir la hermandad humana con todos y a ver en cada hermano, especialmente el necesitado y el marginado, el rostro de Cristo Salvador. ¡Que el Señor os bendiga y os proteja siempre del maligno!
Saludo a los peregrinos polacos. Os agradezco de corazón las oraciones con ocasión de mi viaje a Marruecos. Al encontrar a cristianos y musulmanes juntos les he animado de modo particular a la hermandad, para que se difunda por todas partes, ya que su fuente es Dios mismo. En los días de Cuaresma, durante vuestros ejercicios espirituales, las oraciones del Vía Crucis y las demás funciones cuaresmales, invocad ese don de Dios para ellos y para la Iglesia entera. Sed servidores de la esperanza, de la que el mundo tiene necesidad. ¡Os bendigo de corazón!
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me alegra recibir a los participantes en el Curso para Rectores y Vice-rectores de Seminarios Mayores en Territorios de misión; y a los del Seminario internacional de estudios “La familia como lugar de Crecimiento”. Doy la bienvenida a los fieles, Administradores, Asociaciones y Alumnos que participan en el proyecto de paz: “Amigo olivo, árbol de la amistad”. Saludo a los grupos parroquiales, en concreto a los de Grosseto, acompañados por su obispo, Mons. Rodolfo Cetoloni; de Fondi; de Filetto y de Gragnano; al Centro italiano Obras femeninas Salesianas de Formación Profesional; al Grupo Scout Agesci, de Villanova di Castenaso; y a los Institutos de enseñanza.
Un pensamiento particular para los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Que la Cuaresma que estamos viviendo favorezca el acercamiento a Dios. Es un tiempo precioso para volver a descubrir la importancia de la fe en la vida diaria, la cual, vivida a través del ejercicio de las obras de misericordia, reaviva en nosotros el amor del Padre y nos hace más conscientes de las necesidades de quien pasa necesidad.
Hoy se celebra la VI Jornada Mundial del Deporte por la Paz y el Desarrollo, convocada por las Naciones Unidas. El deporte es un lenguaje universal, que abraza a todos los pueblos y contribuye a superar conflictos y unir personas. El deporte es también fuente de alegría y de grandes emociones, y es una escuela donde se forjan las virtudes para el crecimiento humano y social de las personas y comunidades. Deseo que todos “os pongáis en juego” en la vida como en el deporte.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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