Don Quijote va a contracorriente de la sociedad en la que vive y lo haría también en cualquier otra en la que se despreciara la inocencia y estuviera generalizada la indiferencia ante el mal
En el capítulo 32 (2ª parte) del Quijote, el protagonista es objeto de burlas en casa de los duques que lo acogen, le vienen a llamar “bobo” por su modo de actuar. Don Quijote se defiende de esta manera:
“Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia, otros por el de la adulación servil y baja, otros por el de la hipocresía engañosa, y algunos por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra. Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado insolencias, vencido gigantes y atropellado vestiglos; yo soy enamorado, no más de porque es forzoso que los caballeros andantes lo sean, y, siéndolo, no soy de los enamorados viciosos, sino de los platónicos continentes. Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno: si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto trata merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas, duque y duquesa excelentes”.
Cervantes expresa el fundamento de la moral con esta breve frase: “hacer bien a todos y mal a ninguno”. Hacer el bien aunque no esté de moda, aunque te tomen por tonto o por loco. Don Quijote va a contracorriente de la sociedad en la que vive y lo haría también en cualquier otra en la que se despreciara la inocencia y estuviera generalizada la indiferencia ante el mal. Pero lo “quijotesco” no es una locura, sino amor a un ideal. Pocos personajes en la literatura universal igualan en esto a don Quijote; llamarle loco es no haber entendido nada: su lucidez es extrema.