En su catequesis semanal, durante la Audiencia general de hoy, el Papa ha reflexionado sobre el sexto Mandamiento
Queridos hermanos:
Hoy dedicamos la catequesis al sexto mandamiento, que dice: “No cometerás adulterio”.
Esta palabra del Decálogo supone una llamada a la fidelidad, pues no hay auténtica relación humana sin lealtad y fidelidad. No se puede amar solo cuando “conviene”. El amor se manifiesta cuando se da todo sin reservas.
El ser humano necesita ser amado sin condiciones, y cuando no encuentra este amor el corazón busca llenar ese vacío con sucedáneos, componendas y mediocridades, entregándose a relaciones estériles e inmaduras, con la falsa ilusión de encontrar allí un poco de luz y de vida. Así, se sobrevalora la atracción física, que en sí misma es un don de Dios, pero que está orientada a preparar el camino a una relación personal auténtica y fiel.
La vida conyugal requiere un tiempo de noviazgo para discernir y verificar la cualidad de la relación. Los novios, para acceder al sacramento del matrimonio, tienen que madurar la certeza de que no basta solo con la buena voluntad, sino que se han de apoyar en el amor fiel de Dios.
Este mandamiento nos llama pues a dirigir nuestra mirada a Cristo, para que sepamos encontrar en Él la fuente de nuestra fidelidad, de nuestra constancia en las relaciones con los demás y de nuestra comunión mutua.
En nuestro itinerario de catequesis sobre los Mandamientos llegamos hoy a la Sexta Palabra, que se refiere a la dimensión afectiva y sexual, y dice: «No cometerás adulterio», una llamada inmediata a la fidelidad, pues no hay auténtica relación humana sin fidelidad y lealtad.
No se puede amar solo cuando “conviene”; el amor se manifiesta más allá del umbral del interés propio, cuando se da todo sin reservas. Como afirma el Catecismo: «El amor quiere ser definitivo. No puede ser “hasta nueva orden”» (n. 1646). La fidelidad es la característica de la relación humana libre, madura, responsable. También un amigo se demuestra auténtico porque sigue siéndolo en cualquier eventualidad, si no, no es un amigo. Cristo revela el amor auténtico, Él que vive del amor ilimitado del Padre, y por eso es el Amigo fiel que nos acoge incluso cuando nos equivocamos y quiere siempre nuestro bien, aun cuando no lo merezcamos.
El ser humano necesita ser amado sin condiciones, y quien no recibe ese acogida lleva consigo una cierta ausencia, a menudo sin saberlo. El corazón humano busca llenar ese vacío con sucedáneos, aceptando componendas y mediocridades, que del amor humano solo tienen un vago sabor. El riesgo es el de llamar “amor” a relaciones estériles e inmaduras, con la falsa ilusión de encontrar luz de vida en algo que, en el mejor de los casos, es solo un reflejo
Así pasa que se sobrevalora, por ejemplo, la atracción física, que en sí misma es un don de Dios, pero que está orientada a preparar el camino a una relación personal auténtica y fiel con la persona. Como decía San Juan Pablo II, el ser humano «está llamado a la plena y madura espontaneidad de las relaciones», que «es el fruto gradual del discernimiento de los impulsos del propio corazón». Es algo que se conquista, ya que todo ser humano «debe aprender con perseverancia y coherencia lo que es el significado del cuerpo» (cfr. Catequesis, 12-XI-1980).
La llamada a la vida conyugal requiere, por tanto, un cuidadoso discernimiento sobre la calidad de la relación y un tiempo de noviazgo para verificarla. Para acceder al Sacramento del matrimonio, los novios deben madurar la certeza que en su vínculo está la mano de Dios, que les precede y les acompaña, y les permitirá decir: «Con la gracia de Cristo prometo serte fiel siempre». No pueden prometerse fidelidad «en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad», y de amarse y respetarse todos los días de su vida, solo con buena voluntad o con la esperanza de que “la cosa funcione”. Necesitan basarse en el terreno sólido del Amor fiel de Dios. Y por eso, antes de recibir el Sacramento del Matrimonio, hace falta una cuidadosa preparación, diría un catecumenado, porque se juega toda la vida en el amor, y con el amor no se juega. No se puede definir “preparación al matrimonio” a tres o cuatro conferencias dadas en la parroquia; no, eso no es preparación: eso es preparación simulada. Y la responsabilidad de quien hace eso cae sobre él: sobre el párroco, sobre el obispo que permite esas cosas. La preparación debe ser madura y hace falta tiempo. No es un acto formal: es un Sacramento. Pero se debe preparar con un verdadero catecumenado.
La fidelidad es un modo de ser, un estilo de vida. Se trabaja con lealtad, se habla con sinceridad, se es fiel a la verdad en los propios pensamientos, en las propias acciones. Una vida tejida de fidelidad se expresa en todas las dimensiones y lleva a ser hombres y mujeres fieles y confiables en toda circunstancia.
Pero para llegar a una vida tan bonita no basta nuestra naturaleza humana, hace falta que la fidelidad de Dios entre en nuestra existencia, nos contagie. Esta Sexta Palabra nos llama a dirigir la mirada a Cristo, que con su fidelidad puede quitar de nosotros un corazón adúltero y darnos un corazón fiel. En Él, y solo en Él, está el amor sin reservas ni dudas, la entrega completa sin paréntesis y la tenacidad de la acogida hasta el fondo.
De su muerte y resurrección deriva nuestra fidelidad, de su amor incondicionado deriva la constancia en las relaciones. De la comunión con Él, con el Padre y con el Espíritu Santo deriva la comunión entre nosotros y el saber vivir con fidelidad nuestros vínculos.
Me alegra saludar a los peregrinos provenientes de Francia y de varios países francófonos, en particular a los peregrinos de Rennes, Coutances y Bayeux-Lisieux, con sus obispos Mons. D'Ornellas, Mons. Le Boulc'h y Mons. Boulanger; a los jóvenes presentes, a los miembros de la capellanía católica india Tamil de Francia, al grupo Bayard Press, al movimiento Sève, y a los peregrinos que vienen de Suiza y de Quebec. En Jesucristo, y solo en Él, se encuentra el amor sin reservas, el don total sin paréntesis, la perseverancia de la acogida hasta el fin. Que la comunión con Él, con el Padre y el Espíritu Santo, puede acrecentar la comunión entre nosotros y el saber vivir siempre con fidelidad. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los que vienen de Inglaterra, Escocia, Irlanda, Noruega, Indonesia, Israel, Japón, Malasia, Filipinas, Canadá y Estados Unidos de América. Sobre vosotros, y sobre vuestras familias, invoco la alegría y la paz del Señor. Dios os bendiga.
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los muchos jóvenes. Donde está la caridad entre nosotros, crece también el acuerdo y el perdón. El Señor os bendiga a vosotros y a vuestros seres queridos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina, y en especial a los participantes en el Encuentro sobre la doctrina social de la Iglesia, organizado por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Pidamos a la Virgen María, Madre de Dios y madre nuestra, que nos ayude a todos, y de modo especial a los jóvenes, a saber descubrir y vivir la belleza del amor humano como una llamada a la entrega y a la donación total de sí mismos, libre de egoísmos y superficialidades. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
Con gran afecto saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los fieles de la diócesis de Januária, acompañados por su Obispo José Moreira da Silva, y a los fieles de la parroquia de Nossa Senhora de Fátima de Jundiaí. Que vele sobre vuestro camino la Virgen María y os ayude a ser signo de confianza y de esperanza en medio de vuestros hermanos. Sobre vosotros y vuestras familias descienda la Bendición de Dios.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que vienen de Tierra Santa y de Medio Oriente. “No cometerás adulterio” es la invitación a mantener la fidelidad y a proteger el amor de la herida de la traición. Solo el amor basado en la roca de la fe en Dios y en la confianza en el otro, puede resistir el viento de las tentaciones, las tempestades de los cambios de humor y las seducciones del mundo. La palabra “te amo”, en realidad, encierra en sí misma la promesa de la permanente fidelidad. Que el Señor os bendiga a todos y os proteja del maligno.
Doy la bienvenida a los peregrinos polacos. Saludo en particular a los docentes y estudiantes del Liceo “Norvid” de Stargard, promotores de la iniciativa llamada “Carta de la paz”. Se trata de un llamamiento a la paz, redactado tras un cuidadoso estudio sobre la enseñanza de los Papas del siglo XX y XXI que, con ocasión del 100° aniversario de la independencia de Polonia, será enviado a los jefes de todos los países del mundo. El próximo domingo, la Iglesia en Polonia celebra la X Jornada de Solidaridad con la Iglesia perseguida, organizada por la Fundación Papal “Ayuda a la Iglesia que sufre”, junto a la Conferencia Episcopal Polaca. El apoyo económico se entregará este año a los cristianos en Pakistán. Gracias por estas iniciativas de paz y de solidaridad. Dios os bendiga.
Saludo de corazón a los peregrinos croatas, en particular al grupo de once ciclistas que han hecho un trayecto de 1160 km en bicicleta desde Zagreb hasta Roma. ¡Bravo! Os agradezco este testimonio de fe y de adhesión al Sucesor de Pedro. Sean alabados Jesús y María.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me alegra recibir a las Capitulares de las Pequeñas Hermanas de los ancianos abandonados y a las Religiosas participantes en el encuentro promovido por la Unión Superior Mayores de Italia (USMI). Saludo a los grupos parroquiales; a los jóvenes de la diócesis de Faenza-Modigliana, con su obispo Monseñor Mario Toso; al peregrinaje de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María (Instituto Ravasco); al grupo de hemodializados y trasplantados de Chioggia-Padova y a los Institutos, en concreto al Polo técnico profesional de Lugo y el Instituto de Ripi.
Un pensamiento especial dirijo a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Queridísimos, el mensaje evangélico de Cristo no nos pide hacer cosas extraordinarias, sino dejar obrar a Dios en nuestra vida. Él nos dijo: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). La vida cristiana es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de la gracia de Dios, la cual nos permite vivir diariamente una existencia plena y gozosa, donde la caridad significa hacer todo con alegría y humildad, por la gloria de Dios y por el bien de los hombres.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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