El pensamiento de Lutero y su influencia en el mundo actual
La Facultad de Humanidades de la Universidad de Piura organizó, en sus campus de Piura y Lima, el seminario “Lutero 500 años después: breve historia y teología del protestantismo”. Lo dirigió el teólogo Pablo Blanco, profesor agregado en la Universidad de Navarra y visitante en la Eberhard-Karls-Universität, en Tübingen (Alemania).
El doctor Blanco, especialista en teología dogmática y ecumenismo e investigador del luteranismo y el protestantismo[1], explica en la siguiente entrevista cómo la doctrina de la justificación de Lutero fue el gran detonante del “terremoto” que significó la reforma en Occidente y cómo su pensamiento repercute en el mundo actual.
Como investigador de Lutero y del protestantismo, ¿qué aporte destacaría, de la figura de Lutero, en la religión y el mundo, en general?
En la religión, podríamos decir que Lutero inicia un “terremoto” con varias réplicas. La primera es producida por él mismo, donde aparece la doctrina de justificación que ya es un principio interpretativo distinto, dando una visión diferente del cristianismo de la que había en ese momento. La segunda réplica o reforma es la de Calvino y Zuinglio; aparece entonces una nueva reinterpretación. Si añadimos que en el siglo XIX hay todo un movimiento evangélico, el despertar espiritual o el de la santidad del siglo XIX, eso es ya una sucesiva reinterpretación. Podríamos añadir, si quisiéramos, el protestantismo liberal. En suma, tenemos una nueva configuración del cristianismo.
¿Cómo ha influido esto en la sociedad?
En la sociedad, en la cultura y en el mundo actual ha influido muchísimo. Podríamos decir que toda la modernidad tiene un cuño netamente protestante. Las ideas religiosas difundidas por el protestantismo van a pasar por nuestra cultura actual y, a lo mejor, muchas ideas que ahora consideramos que son inventadas por nosotros tienen un origen netamente protestante. Es decir; el conocer a Lutero nos ayuda también a conocernos a nosotros mismos en el momento actual.
¿Sería posible entender la Europa actual sin la reforma del siglo XVI?
En la Europa actual, tenemos la mitad norte que es predominantemente protestante, un poco como era aquí antes: América del Norte era protestante mientras la del sur era predominantemente católica. Ahora, en el sur hay bastantes protestantes y al norte hay más católicos. Pero, evidentemente, Alemania o Suiza, Europa en general, no se pueden entender sin el protestantismo. Inglaterra en principio es anglicana, pero también recibe un influjo claramente protestante. Además, todo ese influjo cultural también ha llegado a los países católicos. Podríamos decir que el protestantismo, la reforma protestante, ha marcado profundamente la historia de Europa.
Pese a la división causada por el protestantismo, en los últimos años ha habido un poco más de entendimiento entre las religiones, ¿qué hizo que tardara tanto en llegar un poco más de tolerancia?
Sí, efectivamente, Lutero quería reformar la iglesia pero, al final la divide. Quería volver a Cristo, a la cruz, al evangelio pero según su propia visión e interpretación; es decir, él se instala a sí mismo como la única instancia magisterial. Claro, esto no es muy tolerante, es un principio un tanto absoluto. Esa es la situación inicial de Lutero. Ahora, ya estamos viendo qué nos une y qué nos separa. Pero el ser conscientes de esos elementos de unidad nos lleva a ver en qué tenemos que acercarnos más todavía. La clave, usted lo ha dicho, es intentar acercarnos cada vez más a Cristo. Sabemos que lo conocemos en el pan y la palabra, en la escritura y en la eucaristía; lo que tenemos que hacer es acercarnos a Él y desde allí sabremos ver qué nos une y qué nos separa todavía de los hermanos protestantes.
¿Qué retos hay para el protestantismo y el cristianismo en la sociedad actual y frente a temas económicos?
El Papa Francisco habla continuamente, cuando se dirige a los protestantes, de una misión común: la atención a los pobres. En Europa hay acogida a los refugiados; en ese sentido podemos llevar una tarea común que se llama “El ecumenismo de las manos”: trabajar juntos para solucionar los distintos problemas sociales y para vivir el precepto de la caridad que Cristo nos enseñó. Luego, también podemos hacer una acción en común en lo que se refiere a la oración: “El ecumenismo del corazón o de la oración”: rezar unos por otros, juntos, pidiendo esa unidad que Cristo pidió en la última cena. Una tercera tarea corresponde a los teólogos y especialistas: estudiar las distintas ideas, doctrinas y enseñanzas que hay en las diversas confesiones, para ver en qué estamos de acuerdo y que nos falta.
¿Ha habido ya algún paso importante?
En 1999, se firmó una declaración conjunta con la justificación entre católicos y luteranos, que después fue suscrita por la iglesia metodista; y hace un par de semana, por los reformados (los calvinistas y los zwinglianos). Y, se dice que en otoño podrían firmarla los anglicanos. Esto es solo el comienzo, debemos de seguir andando el camino para alcanzar la plena unidad. Esperemos que no tardemos 500 años más.
Es algo que va a tomar tiempo…
Un poquito; pero esperemos que con la ayuda de Dios y con las fuerzas del Espíritu Santo, el objetivo se logre lo más rápido posible. No podemos pecar de impaciencia ni meterle prisa a Dios.
Entrevista de Maria Gracia Zapata, en udep.edu.pe.
[1] El doctor Blanco es coautor, junto a Joaquín Ferrer Arellano del libro Lutero 500 años después.
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