En la catequesis de hoy el Papa ha recordado que “los primeros discípulos de Jesús recordaban de forma nítida el momento de su llamada”, “la chispa que dio comienzo a su historia de seguimiento”
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy reflexionamos sobre la relación entre la esperanza y la memoria de la vocación. Los primeros discípulos de Jesús recordaban de forma nítida el momento de su llamada.
Juan y Andrés escucharon cómo su maestro Juan el Bautista decía de Jesús: «Ese es el Cordero de Dios». Esta fue la chispa que dio comienzo a su historia de seguimiento.
Ellos iniciaron a estar con él y muy pronto se transformaron en misioneros, haciendo que sus hermanos Simón y Santiago también siguieran a Jesús.
Y nosotros, ¿cómo podemos descubrir nuestra vocación? Se puede hallar de muchas formas, pero toda vocación, ya sea al matrimonio, al sacerdocio o a la vida consagrada, comienza con un encuentro personal con Jesús, que nos llena de inmensa alegría. El Señor no quiere que lo sigamos sin ganas, sino con el corazón lleno de gozo, y esa felicidad de estar con él es la que evangeliza el mundo.
El cristiano, como la Virgen María, conserva en su corazón la llama del primer encuentro con el Señor, y ante las pruebas de la vida vuelve a ese sagrado fuego, que lo conforta y que fue encendido una vez para siempre.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Hoy quisiera volver sobre un tema importante: la relación entre la esperanza y la memoria, con particular referencia a la memoria de la vocación. Y tomo como imagen la llamada de los primeros discípulos de Jesús. En su memoria quedó tan impresa esa experiencia, que alguno hasta anotó la hora: «Eran como las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). El evangelista Juan cuenta el episodio como un nítido recuerdo de juventud, que sigue intacto en su memoria de anciano: porque Juan escribió estas cosas cuando ya era anciano.
El encuentro sucedió cerca del río Jordán, donde Juan Bautista bautizaba; y aquellos jóvenes galileos habían escogido al Bautista como guía espiritual. Un día vino Jesús, y se hizo bautizar en el río. Al día siguiente pasó de nuevo, y entonces el Bautista, Juan el Bautista, dijo a dos de sus discípulos: «¡Ese es el cordero de Dios!» (v. 36).
Y para aquellos dos fue la “chispa”. Dejan a su primer maestro y se ponen a seguir a Jesús. En el camino, Él se vuelve hacia ellos y les hace la pregunta decisiva: «¿Qué buscáis?» (v. 38). Jesús aparece en los Evangelios como experto en el corazón humano. En aquel momento había encontrado a dos jóvenes que buscan, sanamente inquietos. Porque, ¿qué juventud es una juventud satisfecha, sin una pregunta sobre el sentido? Los jóvenes que no buscan nada no son jóvenes, son jubilados, han envejecido antes de tiempo. ¡Es triste ver jóvenes jubilados! Y Jesús, a través de todo el Evangelio, en todos los encuentros que le suceden por el camino, aparece como un “incendiario” de los corazones. De ahí aquella pregunta suya que intenta que aflore el deseo de vida y de felicidad que cada joven lleva dentro: “¿qué buscas?” También yo querría preguntar hoy a los jóvenes que están aquí en la Plaza y a los que escuchan por otros medios: “Tú, que eres joven, ¿qué buscas? ¿Qué buscas en tu corazón?”
La vocación de Juan y de Andrés empieza así: es el inicio de una amistad con Jesús tan fuerte que impone una comunión de vida y de pasiones con Él. Los dos discípulos comienzan a estar con Jesús e inmediatamente se transforman en misioneros, porque cuando acaba el encuentro no vuelven a casa tranquilos: de hecho, sus respectivos hermanos −Simón y Santiago− en seguida se sienten involucrados en ese seguimiento. Fueron a ellos y les dijeron: “Hemos encontrado al Mesías, hemos hallado un gran profeta”: dan la noticia. Son misioneros de aquel encuentro. Fue un encuentro tan impactante, tan feliz que los discípulos recordarán para siempre aquel día que iluminó y orientó su juventud.
¿Cómo se descubre la propia vocación en este mundo? Se puede descubrir de muchos modos, pero esta página del Evangelio nos dice que el primer indicador es la alegría del encuentro con Jesús. Matrimonio, vida consagrada, sacerdocio: toda auténtica vocación comienza con un encuentro con Jesús que nos da una alegría y una esperanza nueva; y nos conduce, también a través de pruebas y dificultades, a un encuentro cada vez más pleno −crece ese encuentro−, más grande con Él y a la plenitud de la alegría.
El Señor no quiere hombres ni mujeres que caminen tras Él de mala gana, sin tener en el corazón el viento de la alegría. A los que estáis en la Plaza os pregunto −que cada uno se responda a sí mismo−: ¿tenéis en el corazón el viento de la alegría? Que cada uno se pregunte: “¿Yo tengo dentro, en mi corazón, el viento de la alegría?” Jesús quiere personas que hayan experimentado que estar con Él da una felicidad inmensa, que se puede renovar cada día de la vida. Un discípulo del Reino de Dios que no sea feliz no evangeliza este mundo, es alguien triste. Uno se convierte en predicador de Jesús no afinando las armas de la retórica: tú puedes hablar, hablar, hablar, pero si no hay algo más… ¿Cómo nos hacemos predicadores de Jesús? Conservando en los ojos el brillo de la verdadera felicidad. Vemos tantos cristianos, también entre nosotros, que con los ojos te trasmiten la alegría de la fe: ¡con los ojos!
Por eso el cristiano −como la Virgen María− protege la llama de su enamoramiento: enamorados de Jesús. Claro que hay pruebas en la vida, hay momentos en que hace falta avanzar a pesar del frío y los vientos contrarios, a pesar de tantas amarguras. Pero los cristianos conocen el camino que conduce a ese fuego sagrado que les encendió una vez para siempre.
Pero por favor, no hagamos caso a las personas desilusionadas e infelices; no escuchemos a quien recomienda cínicamente no cultivar esperanzas en la vida; no nos fiemos de quien apaga, nada más nacer, todo entusiasmo diciendo que ninguna empresa vale el sacrificio de toda una vida; no escuchemos a los “viejos” de corazón que ahogan la euforia juvenil. ¡Vayamos a los viejos que tienen los ojos brillantes de esperanza! Cultivemos en cambio sanas utopías: Dios nos quiere capaces de soñar como Él y con Él, mientras caminamos bien atentos a la realidad. Soñar un mundo distinto. Y si un sueño se apaga, volver a soñarlo de nuevo, volviendo con esperanza a la memoria de los orígenes, a aquellas brasas que, tal vez tras una vida no tan buena, están escondidas bajo las cenizas del primer encuentro con Jesús.
He aquí, pues, una dinámica fundamental de la vida cristiana: acordarse de Jesús. Pablo decía a su discípulo: «Acuérdate de Jesucristo» (2Tm 2,8); es el consejo del gran San Pablo: «Acuérdate de Jesucristo». Acordarse de Jesús, del fuego de amor con el que un día concebimos nuestra vida como un proyecto de bien, y reavivar con esa llama nuestra esperanza.
Dirijo mi bienvenida a los peregrinos de lengua francesa, en particular a los seminaristas y a los jóvenes de Meaux, a los fieles de Guinea, venidos aquí con sus respectivos Obispos. Que vuestra peregrinación a Roma os ayude a mirar con esperanza la memoria de la Iglesia y el recuerdo de vuestro encuentro con Jesús. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta audiencia, especialmente a los provenientes de Malta, Guinea, Filipinas y Canadá. Sobre vosotros y sobre vuestras familias invoco la gracia del Señor Jesús para que podáis ser signo de esperanza cristiana en medio de vuestras comunidades. Dios os bendiga a todos.
Saludo de corazón a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los monjes benedictinos de la Abadía de Admont, a las parejas de la Diócesis de Graz-Seckau que celebran sus 25 años de matrimonio, y a los becarios del Programa académico para extranjeros de la Conferencia Episcopal Alemana. Llevemos la llama del amor de Cristo a la humanidad que tiene tanta necesidad de verdadera felicidad y de paz. Que el Espíritu Santo os guíe en vuestro camino.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los animo a que se acuerden de ese primer encuentro con Jesús en sus vidas, para que puedan reavivar ese fuego de amor, que los invita a seguirle con alegría y que es llama de esperanza. Muchas gracias.
Queridos peregrinos de lengua portuguesa, ¡bienvenidos! Al saludaros a todos, especialmente a los miembros de la Asociación Chapecoense de Fútbol y a los alumnos del Colegio San Pablo y del Colegio Pío Brasileño en Roma, deseo que os acreciente la sabiduría que viene de Dios para que, convertidos en expertos de las cosas de Dios, podáis comunicar a los demás su dulzura y su amor. Que descienda sobre vosotros y sobre vuestras familias la abundancia de sus bendiciones.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que provienen del Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, también a vosotros Jesús dirige su mirada y os invita a ir junto a Él. No tengáis miedo de escuchar al Espíritu que os sugiere decisiones audaces, y no dudéis cuando la conciencia os pida arriesgaros para seguir al Maestro. Que el Señor os bendiga.
Un cordial saludo dirijo a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, el recuerdo de los bonitos acontecimientos del pasado suele despertar en nosotros la alegría y el optimismo. Mucho más la memoria de los momentos de encuentro personal con Cristo y en la luz de su amor refuerza nuestra esperanza, sobre todo en el tiempo de las pruebas y sufrimientos. Pidamos al Señor que su Espíritu suscite en nosotros siempre esa memoria que lleva a la esperanza. Que Dios os bendiga a vosotros y a vuestras familias.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a las Hermanas de la Presentación de María que participan en su Capítulo general, a los Seminaristas de Milán, a los confirmandos de Verona y de Lucca acompañados por su Arzobispo. Saludo a los Scouts AGESCI de las Marcas con el Cardenal Edoardo Menichelli, a los prófugos acogidos de la diócesis de Montepulciano-Chiusi-Pienza, que han recibido en los días pasados el Bautismo y venidos aquí con su Obispo Mons. Stefano Manetti, a la Asociación Víctimas del “Forteto” con el Cardenal Giuseppe Betori, y a los empleados de la Sociedad Vodafone Italia. Queridos hermanos y hermanas, deseo a todos que vuestra visita a las tumbas de los Apóstoles os refuerce en la adhesión a Cristo y os haga sus testigos en las familias, en las comunidades eclesiales y en la sociedad civil.
Saludo finalmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos jóvenes, volviendo tras las vacaciones a las actividades habituales, sabed encontrar cada día el tiempo para vuestro diálogo con Dios y difundid en torno a vosotros su luz y su paz. Vosotros, queridos enfermos, hallad consuelo en el Señor Jesús, que continua su labor de redención en la vida de cada hombre. Y vosotros, queridos recién casados, aprended a rezar juntos, en la intimidad doméstica, para que vuestro amor sea siempre más verdadero, fecundo y duradero.
Pasado mañana, 1 de septiembre, se celebrará la Jornada de oración por el cuidado de la creación. En esta ocasión, yo y el querido hermano Bartolomé, Patriarca Ecuménico de Constantinopla, hemos preparado juntos un Mensaje. En él invitamos a todos a asumir una actitud respetuosa y responsable hacia la creación. Además, apelamos a cuantos ocupan lugares influyentes a escuchar el grito de la tierra y el grito de los pobres, que más sufren por los desequilibrios ecológicos.
Fuente: romereports.com / vatican.va.
Traducción de Luis Montoya
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