La vida pasa por delante de nosotros en un abrir y cerrar de ojos y seguimos estresándonos, corriendo, acelerados y sin mirar todo lo bonito que tenemos a nuestro alrededor
Hoy Maribel regresa a Dame tres minutos. Nos da esa alegría. Con otro post, que se suma al que ya nos regalara al hablarnos de ‘Los ojos’.
Este blog pretende animar a la participación de buenos profesionales −y mejores personas−. Maribel, con este nuevo acto de generosidad para todos quienes nos leéis (y desde luego para mí), da un paso más en tal propósito. Si os quedáis con más ganas, podéis visitarla en La Diversiva. No os defraudará.
Os dejo ya con ella, que este blog es de tres minutos y no es cuestión de quitarle… ‘El tiempo’.
Muchas gracias, Maribel. Tuya es la palabra. Siéntete en tu casa, pues lo estás.
“¡Penélope!”, canturreaba uno de mis compañeros el viernes a última hora por el pasillo con su fila de primer curso. No se acordaba bien de la letra y me la preguntó. Cuando llegué a mi casa, la puse y, como siempre, se me saltaron las lágrimas. Es una canción triste, quizás de la mejor época de Serrat, que siempre me hace reflexionar sobre el tiempo.
¡Qué relativo es!, ¿verdad? Hay veces que lo exprimimos al máximo. Soy de esas personas que creen que les va a dar “tiempo a todo”. Y, sabemos que no. Es limitado, así que lo que hago es correr: me levanto y preparo las cosas corriendo, dejo a mis hijos en el cole “a tiempo”, voy para el mío como si me persiguieran, y entro en mis clases; muchas veces tengo la idea de que se me va la sesión con ellos. Cuarenta y cinco minutos (está comprobado que es lo más útil), pero a mí no me da para transmitir y hacer todo lo que considero necesario. Ya sé, hay más días, pero el “tiempo vuela”.
Cuando somos niños el tiempo pasa despacio, las semanas se alargan, el colegio se eterniza y el verano parece que nunca llega. Conforme crecemos, todo se transforma, nuestros días se acortan, las semanas se aceleran y los meses van cayendo como hojas del otoño. ¿Y no tenéis a veces la impresión de que habéis “perdido el tiempo”? Una reunión inútil, un documento que es pura burocracia (¡pero hay que hacerlo!), una charla en la que estáis ausentes pensando qué es lo que vais a preparar para almorzar, una conversación de grupos del cole en whatsapp donde cuentan lo que ha pasado hoy en la clase, un correo que tenéis que responder que ni os va ni os viene… Por contra, hay momentos en la vida que se van por estas pequeñas cosas que son tan urgentes y no pueden esperar: jugar a los cromos con vuestro hijo, desayunar en familia hablando, leer en un sofá, hacer esa llamada de teléfono que siempre vamos dejando para otro día…
La vida pasa por delante de nosotros en un abrir y cerrar de ojos y seguimos estresándonos, corriendo, acelerados y sin mirar todo lo bonito que tenemos a nuestro alrededor. No me di cuenta de todo esto hasta que mi madre enfermó. Y fue ella quien me hizo reflexionar: es la única persona que he conocido capaz de “parar el tiempo”. Por su tratamiento, no siempre estaba bien, pero sabía qué era lo importante. No sé cuándo lo descubrió, incluso si fue uno de los aspectos positivos de su quimioterapia: siempre tenía tiempo para mí y para sus nietos. Cuando hablaba me decía: “He aprendido a vivir al día”; yo me enfadaba mucho y le respondía que no me dijera eso, porque para mí era como si la estuviese perdiendo, cuando en realidad la estaba ganando. Cada uno de esos momentos fue único y creo que nunca llegué a agradecérselo lo suficiente.
Os he dicho que mi madre me rompió los esquemas al respecto, pero también me lo planteé cuando me enteré de lo que le sucedía a Matallana. Supongo que lo conocéis; si no, os dejo aquí este enlace con su última reflexión y algún vídeo.
Cuando me enteré, me estremecí: me pareció una enfermedad horrorosa. Me quejo todo el día por incongruencias, por lo que me dicen y por lo que no digo, por lo que hago o incluso por lo que dejo de hacer… Este periodista nos demuestra que sigue ahí y que su “tiempo es oro”, como él dice “los partidos se juegan hasta el final”. Sus artículos y reflexiones son un canto a la vida, a la ilusión, a la esperanza… ¡Ojalá le gane la batalla al tiempo!
Nos quejamos mucho de la escasez de nuestro tiempo y no queremos que nos lo hagan perder por tonterías, pero… y ¿el que nosotros robamos a los demás? Somos un poco como los hombres grises de Momo: ladrones de sueños, de historias, de cuentos,… Vivimos en una vida llena de reglas, de horarios, preocupados por el trabajo y por el tener, por el ser, por el aparentar y el conseguir. Nos enganchamos al móvil y a sus aplicaciones y pasamos horas enteras; ¿necesarias?
Todos sabemos de su importancia. De hecho, hay veces que le ponemos precio por dar minutos a los demás, pero a veces no sucede así: ¿y si compartiéramos nuestro tiempo? ¿y si lo regaláramos? El otro día vi un tuit que precisamente retuiteó nuestro anfitrión, @jiribas, sobre un banco del tiempo solidario. ¡Qué maravilla! Un tiempo para compartir donde entregas tu colaboración y siempre recibes más de lo que das…
Como en todo, debemos tener mesura y saber elegir nuestra opción, ya que a veces a quienes se lo quitamos es a los que tenemos más cercanos; y nos pasamos el tiempo diciendo “¡mañana jugamos!”, “¡mañana vamos!”. Y todo pasa por un mañana que no llega. Y ¿sabéis qué? Que esa etapa tampoco vuelve, que la infancia es de corta duración y no siempre le prestamos la importancia que tiene; quizás si aprendiéramos a vivir y a disfrutar esos ratitos, seríamos más felices. Y ellos, también. Con lo que ganaríamos todos, “Porque dando es como se recibe”, como decía San Francisco de Asís.
Creo que ése es uno de los valores que aprenden los abuelos: siempre tienen tiempo para todo y saben darle la importancia correcta a cada cosa. Y perdonadme, pero no creo que se trate de un final del camino, sino que ellos han aprendido a valorar como hijos, como padres y ahora ya tienen esa sabiduría natural que les da la experiencia y les hace discernir que lo que se va, ya no vuelve.
Ellos han descubierto su valor y viven con sus recuerdos: creo que se trata de una máquina del tiempo que se va activando con la edad y que nos va dejando pequeños regalos. A veces pienso que me gustaría tenerla y retroceder en él para transformar y modificar determinadas cosas. Seguro que sería mejor persona y que cambiaría determinados aspectos de mi vida y la de los míos. Aunque por otra parte, pienso que volvería a caer en los mismos errores…
Ese está lleno de ilusiones, de miedos, de sueños, como el Penélope. ¿Qué pasaría por esa cabeza? Y es que es todo tan relativo… Como el tiempo que no llega o el que está por venir, o el que ya ha pasado.
Si a estas alturas sigues aquí, quiero pensar que estas reflexiones te están interesando, que no me he convertido en una mujer gris que te está robando tu tiempo. Así que vive y disfruta lo que tienes a tu alrededor. Y si eres capaz, intenta escuchar, sentir, hablar, jugar, compartir, vivir tu día a día contigo y con los tuyos. Cuantos más “Momos” haya en este mundo, mejor será.
Hay personas que son felices tal y como están y otras que viven en una irrefrenable incertidumbre de desasosiego, como el conejo blanco, el Heraldo real de corazones, de ‘Alicia en el país de las maravillas’.
Y ahora ¿qué vas a hacer? Hoy te he regalado un poquito de mi tiempo, a ver qué haces ahora con el tuyo.
Espero no habértelo hecho perder.
Que te vaya bonito,
Maribel
Fuente: dametresminutos.wordpress.com.
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