Mensaje del Santo Padre para el Jubileo de la Misericordia de los jóvenes (Roma, 23-25 de abril de 2016)
Durante este Año de la Misericordia habrá jubileos especiales cada mes. Uno de los más multitudinarios que se espera es de los jóvenes adolescentes, que tendrá lugar en abril, y está dirigido a chavales de entre 13 y 16 años. El Santo Padre Francisco ha publicado su mensaje para ellos con el fin de ir calentando motores. Les invita a participar y «a ser protagonistas» y les recuerda: «Os espero el próximo mes de abril».
Aunque el Papa también es consciente de las dificultades de muchos de ellos para venir hasta Roma. Por eso, les recuerda que la misericordia está muy cerca, en cada catedral de cada diócesis del mundo, y les pide que asuman el compromiso que conlleva atravesar la Puerta Santa: «Recordad que os comprometéis a hacer santa vuestra vida, a alimentaros del Evangelio y la Eucaristía, que son Palabra y Pan de vida, para poder construir un mundo más justo».
Desde el comienzo del Jubileo el Santo Padre ha insistido en que no quiere a nadie fuera de «la fiesta de la misericordia» y a los adolescentes se lo vuelve a recordar: «Todos estáis invitados a este momento de alegría». Les da además un consejo práctico: «No preparéis solo mochilas y pancartas, preparad especialmente vuestro corazón y vuestra mente».
En un texto muy asequible y de fácil comprensión para jóvenes de esas edades, el Pontífice les pide que vayan «contra corriente», permaneciendo siempre en el camino de la fe porque Dios «es el que nos da valor» para hacerlo. Tanto Benedicto XVI como Juan Pablo II han dirigido mensajes similares a los más jóvenes invitándoles a «apostar por grandes ideales». Francisco incide en esta idea y les asegura que «los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces». Por eso, les invita a poner en juego la vida «por los grandes ideales».
Queridos jóvenes:
La Iglesia está viviendo el Año Santo de la Misericordia, un tiempo de gracia, de paz, de conversión y de alegría que concierne a todos: grandes y pequeños, cercanos y lejanos. No hay fronteras ni distancias que puedan impedir a la misericordia del Padre llegar a nosotros y hacerse presente entre nosotros. Ahora, la Puerta Santa ya está abierta en Roma y en todas las diócesis del mundo.
Este tiempo precioso también os atañe a vosotros, queridos jóvenes, y yo me dirijo a vosotros para invitaros a participar en él, a ser protagonistas, descubriendo que sois hijos de Dios (cfr. 1Jn 3,1). Quisiera llamaros uno a uno, quisiera llamaros por vuestro nombre, como hace Jesús todos los días, porque sabéis bien que vuestros nombres están escritos en el cielo (Lc 10,20), están grabados en el corazón del Padre, que es el Corazón Misericordioso del que nace toda reconciliación y toda dulzura.
El Jubileo es todo un año en el que cada momento es llamado santo, para que toda nuestra existencia sea santa. Es una ocasión para descubrir que vivir como hermanos es una gran fiesta, la más hermosa que podamos soñar, la celebración sin fin que Jesús nos ha enseñado a cantar a través de su Espíritu. El Jubileo es la fiesta a la que Jesús invita a todos, sin distinciones ni excepciones. Por eso he querido vivir también con vosotros algunas jornadas de oración y de fiesta. Por tanto, os espero el próximo mes de abril.
«Crecer misericordiosos como el Padre» es el título de vuestro Jubileo, pero es también la oración que hacemos por todos vosotros, acogiéndoos en el nombre de Jesús. Crecer misericordioso significa aprender a ser valiente en el amor concreto y desinteresado, comporta hacerse mayores tanto física como interiormente. Os estáis preparando para ser cristianos capaces de tomar decisiones y gestos valientes, capaces de construir todos los días, incluso en las pequeñas cosas, un mundo de paz.
Vuestra edad es una etapa de cambios increíbles, en la que todo parece posible e imposible al mismo tiempo. Os reitero con insistencia: «Permaneced estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Lo estáis oyendo, jóvenes: caminar contracorriente. Esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes para ir contracorriente y él nos da esta fuerza [...] Con él podemos hacer cosas grandes y sentiremos el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. Apostad por los grandes ideales, por las cosas grandes. Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas grandes. Jóvenes, poned en juego vuestra vida por grandes ideales» (Homilía en la Misa de Confirmación, 28-IV-2013).
No me olvido de vosotros, chicos y chicas que vivís en situaciones de guerra, de pobreza extrema, de penurias cotidianas, de abandono. No perdáis la esperanza, el Señor tiene un gran sueño que quiere hacer realidad con vosotros. Vuestros amigos y compañeros que viven en condiciones menos dramáticas se acuerdan de vosotros y se comprometen a que la paz y la justicia lleguen a todos. No creáis a las palabras de odio y terror que se repiten a menudo; por el contrario, construid nuevas amistades. Ofreced vuestro tiempo, preocupaos siempre de quienes os piden ayuda. Sed valientes e id contracorriente, sed amigos de Jesús, que es el Príncipe de la Paz (cfr. Is 9,6): «En él todo habla de misericordia. Nada en él es falto de compasión» (Misericordiae vultus, 8).
Ya sé que no todos podréis venir a Roma, pero el Jubileo es verdaderamente para todos y se celebrará también en vuestras iglesias locales. Todos estáis invitados a este momento de alegría. No preparéis sólo mochilas y pancartas, preparad especialmente vuestro corazón y vuestra mente. Meditad bien los deseos que presentaréis a Jesús en el sacramento de la Reconciliación y de la Eucaristía que celebraremos juntos. Cuando atraveséis la Puerta Santa, recordad que os comprometéis a hacer santa vuestra vida, a alimentaros del Evangelio y la Eucaristía, que son la Palabra y el Pan de la vida, para poder construir un mundo más justo y fraterno.
Que el Señor bendiga cada uno de vuestros pasos hacia la Puerta Santa. Rezo por vosotros al Espíritu Santo para que os guíe e ilumine. Que la Virgen María, que es Madre de todos, sea para vosotros, para vuestras familias y para cuantos os ayudan a crecer en la bondad y la gracia, una verdadera puerta de la Misericordia.
Vaticano, 6 de enero de 2016, Solemnidad de la Epifanía
Francisco
Fuente: vatican.va.
Traducción de Luis Montoya.
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