Con Papá Noel, arrodillado, adorando al Niño en el pesebre creo que puede resolverse el contencioso secular entre Santa Claus y los Reyes Magos
Algo se mueve allí arriba esta Navidad. Y cuando digo “arriba” no me refiero al Polo Norte, donde dicen que tiene su casa y su cuartel general Papá Noel. Arriba es “Arriba del todo”. Gracias a un hallazgo casual −o sea “serindipidoso”− que he realizado en Nueva York de una escena antes nunca vista: “Papá Noel, arrodillado, adorando al Niño en el pesebre”, creo que puede resolverse el contencioso secular entre Santa Claus y los Reyes Magos
La estampa, que pudo ser inventada a mediados del siglo pasado, estaba arrumbada en un anticuario y ha sido mi amiga la imaginera española Susana Adalid la que ha realizado la figura que hoy se puede contemplar aquí por vez primera. Aquellos artistas a quienes se la he mostrado han coincidido en que se trata de algo insólito, casi providencial, para dirimir el litigio entre Santa Claus y los tres Reyes Magos, estos cada vez más postergados al 6 de enero, mientras el gordinflón se infla con un colosal negocio desde primeros de diciembre hasta Fin de Año. Santa Claus dejaría de ser un “okupa” que lleva un par de siglos usurpando un lugar que no le pertenece. No es descabellado pensar que la Iglesia católica y el Papa Francisco no van a desaprovechar esta oportunidad para recuperar al famoso personaje, en origen canonizado y ahora desacralizado por el laicismo imperante.
San Nicolás, obispo cristiano de Anatolia que, aún hoy día, es considerado en algunos países el encargado de proveer de juguetes a los niños en Navidad, tenía esa misión hasta que, a principios del siglo XIX, aparece en los Estados Unidos un Santa Claus “avant la lettre”, del que da cuenta Washington Irving en su «Historia de Nueva York», publicada en 1809. Pero ¿qué pasó después?
Piensen en el arte de los yanquis para “metamorfosear” todo y vender el Halloween, el ThanksgivingDay, y ahora, el “Black Friday” o el “Ciber Monday”. En 1863 surge allí un Santa Claus barbudo y gordo. Así, vuelve a Europa. Pasa por Inglaterra sin éxito. Será en Francia donde lo convierten en Papá Noel, “Papá Navidad”. Su repatriación a los Estados Unidos no funciona, ya que allí sigue mandando Santa Claus, al que coge la Coca-Cola por su cuenta, en 1931, y, “si sale con barbas Santa Claus, y si no la Inmaculada Concepción”, crean un definitivo Santa Claus, vestido de rojo, con un gorro entre frigio y barretina. Disney no lo hubiera hecho mejor.
Hay que reconocer que Santa Claus (Papá Noel) es un magnífico negociante. Lo saben hasta los políticos. Estas navidades se ha abierto en Madrid, junto a la Puerta del Sol, “la fábrica de juguetes de Papá Noel”. Y ¿quién sino Santa Claus ha promovido en España la moda del árbol en sustitución del belén? Es natural. Santa Claus no pertenece a la cultura mediterránea del ciprés. Su árbol es el abeto. Y, aunque en su pasaporte figura como casado −nadie conoce a su esposa−, como no es vecino del Polo Norte, donde vive es en Finlandia. La prueba es que la campaña que se produjo en España en defensa del belén y de los Reyes Magos, y contra Santa Claus, culminó con una gran manifestación ante la Embajada de Finlandia en Madrid. Pero eran otros tiempos. Ya se ha firmado la paz entre Papá Noel y el belén. Papá Noel quiere integrarse en la tradición cristiana donde nació la figura de san Nicolás y, como los Reyes Magos, él también quiere adorar al Niño, precederles en su visita al Portal y ser considerado como el cuarto Rey Mago. Parece que lo va a conseguir.
Para despejar las últimas dudas, Sus Majestades han celebrado una consulta popular y, ¡oh! sorpresa, ha ganado Santa Claus. Alguien ha querido impugnar este resultado, alegando que la suma de los votos obtenidos por Melchor, Gaspar y Baltasar, los tres perdedores, supera los contabilizados por Papá Noel. No ha prosperado esta martingala, ya que Melchor, que es más cabal y coetáneo de Santa Claus, ha convencido a Gaspar, que es más joven, y a Baltasar, que es más radical, para que respeten a Santa Claus, el más votado, y tan fervoroso como ellos al ponerse de hinojos y adorar al Niño. No va a ser fácil, sin embargo, la convivencia de Melchor, Gaspar y Baltasar con este cuarto Rey Mago.
Santa Claus, como nórdico, rojo y verde, es muy ecologista. Y ya les ha dicho que, por favor, dejen de llevar carbón a los niños, por muy malos que hayan sido. Para él todos los niños son buenos y, además, el carbón perjudica al medio ambiente.
Ha añadido un argumento definitivo. Les ha advertido que, si hay contaminación, en el futuro no podrán volver a Belén. Porque se perderán, al no poder ver ya la estrella. Al oírlo, el Niño ha mirado a Papá Noel y le ha sonreído… dándole la razón.