Yo no sé si para ser Papa hay que ser santo. Pero sí tengo la sensación de que este Papa, al que la vida se le va escapando poco a poco, lo parece. No es que a mi me haya gustado todo lo que ha hecho Juan Pablo II a lo largo de su papado, pero considero que tiene algo que los hombres de bien copian de Jesús: una fortaleza de espíritu inasequible al desaliento. Está claro que el Papa polaco ha notado en sus carnes que el hecho de ser «el elegido», el representante de Dios en la Tierra, no le libr...