A mi edad, para recorrer la vida, o sea, para vivir, no se necesitan lemas sino ideas más o menos claras
Los mayores somos un grupo de gente numerosísimo que está para ser la mano que acompaña
Hace poco me preguntaba un periodista que cuáles eran los lemas que habían guiado mi vida. Yo, que tengo 81 años, de pronto me di cuenta de que no tenía nada clara la respuesta. De hecho, aún no sé si tengo algún lema. Creo que me escapé muy dignamente de la pregunta y solté algo −no sé muy bien qué− y sonreí. El periodista demostró ser muy buena persona porque pareció valerle mi respuesta y se marchó tan feliz.
Me dejó la duda en la cabeza. ¿Un lema? Yo no tengo lemas. Yo sólo tengo ideas con las que me voy manejando en la vida. En la gira que estoy haciendo ahora para presentar mi libro Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón suelen salir siempre a relucir las mismas ideas: hay que ser buena persona, no por ser mayor tienes que ser un pelma ni un amargado, a mi edad es recomendable irse por las ramas, no pasa nada si te repites al hablar, es normal necesitar ayuda para cosas para las cuales no necesitabas ayuda antes... pero, en general, nada sofisticado, nada con categoría de lema.
Porque creo que, para recorrer la vida, o sea, para vivir, no se necesitan lemas sino ideas más o menos claras. Quizá sea lo mismo pero creo que lo del lema como tal no me gusta. Me suena a sueño vacío. Vivir exige esfuerzo, no te pide lemas, ni grandes frases inspiradoras, ni enormes leit motivs. Exige únicamente saber que estas en sociedad, que estas rodeado, que convives. Y eso implica, inmediatamente, hacer la vida fácil a los demás.
Y cuando uno es mayor, o muy mayor, o viejo, o anciano o ya está en la tercera edad, expresión que me parece una cursilada, eso es más difícil. Nos duelen más cosas, tenemos memoria más selectiva y muy adornada, nos gustan menos las cosas que hacen los demás... Y ni te cuento cuando uno dice: "la juventud... ¡ay la juventud!". Porque a veces vemos a la juventud teniendo los mismos errores que tuvimos nosotros en nuestra juventud y cometemos, con frecuencia, el error de intentar avisarles.
Eso y decir lo de “en mis tiempos…” es algo que debería estar terminantemente prohibido en las personas mayores de 65. Porque nuestros tiempos son éstos. En mi caso empezaron en 1933 pero llegaron, al menos, hasta 2015. Así que estos tiempos son mis tiempos. Por eso las personas mayores tenemos que ponernos a tiro para que las nuevas generaciones puedan encontrar en nosotros aquello que buscan, orientación y consejo. Alguien que les diga que “el viaje que vas a emprender yo también lo hice y me fue bien o mal” pero que, sobre todo, no se dedique a quitar ilusiones, a cortar alas basándose en supuesta sabiduría.
Los mayores somos un grupo de gente numerosísimo que está para ser la mano que acompaña. A veces tenemos más dificultad que los demás. Pero somos un colectivo al que todo el mundo accederá en unos años. Todos, si nada cambia, nos hacemos viejos. Por eso, vivir es sumar, y hacerse mayor es acumular experiencia y capacidad para entender que podemos encender la luz del camino que hay que recorrer. Así que no creo que sea una cuestión de lemas. Es simplemente una actitud vital. Vive ya, vive en paz y haz feliz a los demás. Sencillo, ¿no?