¿Qué queremos decir cuando decimos “te quiero mucho”?
Es imprescindible educar el corazón para que quepa en él mucha más gente, tengamos más y mejores amigos, haya espacio para conocer y querer a más personas, incluidas las de tradiciones sociales y culturales diferentes a la nuestra
Llama mi atención en estos últimos tiempos la frecuencia con que la gente joven escribe en sus mensajes “Tqm” como abreviación de “Te quiero mucho”. Hasta hace poco −al menos para mí− TQM era el acrónimo de la técnica de gestión empresarial de origen norteamericano “Total Quality Management” [Gestión de la Calidad Total], que ha estado en boga en las últimas décadas, al parecer con bastante éxito.
Me encanta que los seres humanos se expresen mutuamente su cariño y su ternura con palabras, caricias y detalles: eso cambia la vida. A todos, lo que nos hace felices es querer y sentirnos queridos: por eso besamos, abrazamos y decimos que nos queremos sin que eso entrañe erotismo alguno. En este sentido, me resulta curioso que a veces esos mismos jóvenes que escriben “tqm” −en particular los varones− no sepan cuando se encuentran expresar su cariño. Por mi parte, me he propuesto que cuando comienzo un mensaje con un “Querido NN.” no sea esa una fórmula vacía, sino más bien una invitación o un desafío para expresar mi afecto a quien estoy escribiendo: intento poner todas mis fuerzas o mi ingenio para que quien me lea se sienta realmente querido por mí.
Me gustó una reciente conferencia del filósofo Gomá Lanzón en mi Universidad en la que arrancó hablando del grave problema de los matrimonios por amor en los que, en muchos casos, se viene abajo el matrimonio cuando a los dos o tres años de casados se termina el amor. Javier Gomá venía a decir a los estudiantes que habían de enamorarse de su mejor amiga o −a las mujeres− de su mejor amigo, esto es, que habían de educar su corazón para poner su eros en alguien digno de ser su amigo para toda la vida: de esa forma conseguirás −les decía− que tu amor dure para siempre. Así como los mejores amigos son los viejos amigos, el mejor amor −concluía− es “el viejo amor”.
Ahora bien, ¿qué queremos decir cuando decimos “te quiero mucho”? A mí me encanta aquello que explica Josef Pieper en su libro sobre el amor, que gustaba tanto a mi amigo Jorge V. Arregui y que transcribo aquí con palabras de Benedicto XVI en las Navidades del 2011: “El ser humano puede aceptarse a sí mismo solo si es aceptado por algún otro. Tiene necesidad de que haya otro que le diga, y no solo de palabra: «Es bueno que tú existas»”. Así estamos hechos los seres humanos: todos necesitamos que nos digan qué bueno que tú existas, me encanta que seas así, qué a gusto estoy contigo y otras expresiones de cariño semejantes, y que no solo sean palabras, sino que nos lo muestren con gestos y con obras.
Viene ahora a mi memoria una alumna rusa que tuve hace años que, cuando vino a despedirse de mí porque se volvía a su país, me regaló un pequeño icono −que todavía conservo− diciéndome como explicación del regalo: “Es que usted ocupa un lugar permanente en mi corazón”. Me conmovió su gesto y, sobre todo, me conmovieron sus palabras: de hecho Elizaveta sigue estando en mi memoria porque continúa presente en mi corazón. Aquellas personas a las que queremos, aunque estén lejos o aunque hayan muerto, están siempre con nosotros porque las llevamos en nuestro corazón.
Para el desarrollo de la humanidad en el siglo XXI −concluía Gomá Lanzón su conferencia− es imprescindible educar el corazón para que quepa en él mucha más gente, tengamos más y mejores amigos, haya espacio para conocer y querer a más personas, incluidas las de tradiciones sociales y culturales diferentes a la nuestra. “El individualismo libertario de los últimos 300 años es ya un proyecto acabado: en el siglo XXI la amistad ha de estar por encima de la justicia”. Esto no significa, por supuesto, una invitación a la corrupción y a ser injustos por favorecer a los amigos: el amiguismo es una enfermedad de la amistad. Lo que significa es que no basta solo con la justicia: los seres humanos necesitamos por encima de ella el amor.
Mi conclusión mucho más modesta y con palabras bien simples es que la sociedad de hoy necesita que queramos más a nuestros amigos, familiares y personas amadas, y que además de quererles, es preciso que se lo digamos a menudo expresamente, aunque sea solo con la abreviatura tqm en nuestros mensajes. Ese es al menos un primer paso.