Lo peor que puede suceder es aquello de Ortega: “lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa”
Es muy urgente que vuelva el sentido común, la búsqueda de la felicidad y de la grandeza del hombre por la captación de los principios morales básicos y su aplicación en nuestras vidas
La ética está en boca de todos por su constante violación. Llevamos muchos años de corrupción. La verdad es que desde que el mundo es mundo. Pero ahora hay más medios y modos para ejercerla y puede extender sus redes de polo a polo con enorme facilidad. Y no me refiero solamente a la económica, que es la más llamativa para la mayoría. Pero lamentablemente está muchas veces en la cresta de la ola porque se anatematiza a determinados incumplidores de la legalidad (ahora a los poseedores de tarjetas negras y después la panda de cobradores de comisiones ilegales) mientras quedan impunes ante el juez, los jefes políticos, sindicales o empresariales de las diversas filas.
Es obvio que no me dedicaré a defender a los autores de tales hazañas, pero me da pie para escribir que la ética no se hace a golpe de lo que en un momento determinado escandaliza a la opinión pública porque la ataca de modo más sensible. "La ética −escribía Leonardo Polo− no es una cataplasma, no es moralina... Establece las leyes del actuar humano, de tal manera que, si esas leyes se conculcan, el hombre deja de comportarse como tal". La ética es medular en la constitución de la persona. En sus aspectos más profundos y capitales, la conducta humana coopera muy intensamente en nuestra realización personal y en la de los demás. De hecho, la gran mayoría de nosotros concuerda en muchos aspectos para dilucidar qué es bueno y qué es malo.
Sin embargo, una serie de circunstancias han permitido que esa línea roja que separa el bien del mal se haya convertido en algo nebuloso, poco claro. Hay campos en los que admitimos variables según ideologías, de acuerdo con los propios aciertos o errores, con el uso de la libertad como una mera posibilidad de elegir sin ningún horizonte que la finalice. Escribe Alejandro Llano que la dignidad humana es inseparable de lo que Lewis llama el “Tao”, ese conjunto de convicciones morales que acompañan a las mujeres y hombres de todo tiempo y lugar. Pero hemos perdido el “Tao” en muchos aspectos de nuestras vidas, en muchas ocasiones también deslumbrados por una ciencia que ha producido mucho bueno, pero también bombas atómicas, guerra química, masacres, experimentos médicos terribles durante el Holocausto, manipulación genética…
Polo tiene mucho cuidado de no presentar la ética de forma reductiva, bien sea como ética de bienes (hedonismo), ética de normas (racionalismo ético kantiano) o ética de virtudes (estoicismo). Por el contrario, subraya la importancia de una ética que abarque todas sus dimensiones propias, es decir, una ética completa. La superación de la dicotomía entre ética de normas y ética de la felicidad la realiza Polo acudiendo a las nociones escolásticas de “voluntas ut natura” y “voluntas ut ratio”. Gracias a la primera, hay en el hombre una inclinación insoslayable hacia la felicidad, pero la determinación de la acción concreta sólo es posible mediante la vinculación con la razón. Esto da pie a un desarrollo sobre la razón práctica, en la que hay que distinguir la captación de los primeros principios de la acción moral (la sindéresis), y los juicios sobre la moralidad de las acciones concretas, es decir, la conciencia moral.
Ese planteamiento puede parecer un tanto teórico, filosofía. Y lo es, lo que no obsta para que esté requiriendo una versión práctica reflejada en nuestras conductas diarias: si no participamos la idea de que la ética implica a la persona entera y compromete su dignidad, vamos mal. Recientemente, un conocido político de izquierdas decía que si cientos de miles de españoles se conmocionan por la muerte de un perro, mientras que nadie abre la boca cuando miles de niños mueren diariamente de hambre, algo hemos de pensar. Efectivamente, algo nos pasa. Y lo peor que puede suceder es aquello de Ortega: “lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa”.
Y lo malo es que no lo sabremos nunca mientras impere la ética de la encuesta, del oportunismo, de lo que suena bien o de lo políticamente correcto. Es muy urgente que vuelva el sentido común, la búsqueda de la felicidad y de la grandeza del hombre por la captación de los principios morales básicos y su aplicación en nuestras vidas. Los que rigen los destinos de un pueblo, una empresa o un sindicato no pueden seguir en su poltrona a costa de aguar las ideas claras de sus gobernados en cualquier orden. Hay que volver a la sensatez de llamar al pan, pan y al vino, vino, en lugar de hacer equilibrios para conservar la poltrona, aun a costa de tambalear y derribar una entera sociedad.
Sí, la ética es una nebulosa porque se pone la línea roja donde conviene al que la traza, seguramente sin pensar en sus graves consecuencias. Sirvan para terminar unas frases de El Quijote: "Buen natural tienes, sin el cual no hay ciencia que valga". "Letras sin virtud son perlas en el muladar", "¿Al dinero y al interés mira el autor? Maravilla ser que acierte", ya que "es mejor ser loado de unos pocos sabios, que burlado de muchos necios".