Solamente renunciando a nuestro narcisismo situaremos a Dios en el centro de nuestra vida, fuente de nuestra renovación interior
lastampa.it (Entrevista de Domenico Agasso jr)
Francisco es el inicio de un curso histórico que llevará progresivamente a la Iglesia a ser verdaderamente esa comunidad de creyentes capaz de dar esperanza al mundo
Es biblista, escritor y docente de Sagrada Escritura de la Pontifica Universidad de la Santa Cruz. Simone Venturini, 56 años, ha escrito libros como ‘I grandi misteri irrisolti della Chiesa’ (‘Los Grandes misterios sin resolver de la Iglesia’) y ‘Il libro segreto di Gesù’ (‘El libro secreto de Jesús’). Estos días ha publicado una obra que afronta "en caliente" la renuncia al pontificado de Benedicto XVI, la situación actual de las jerarquías vaticanas y el futuro cercano de la Iglesia.
El nombre, el estilo humilde y simpático del nuevo Papa han sorprendido, maravillado: ¿es el primer fruto de una renovación puesta en marcha por la Iglesia?
Es muy necesario un nuevo estilo dentro de la Iglesia y de la Curia romana. Un estilo fraterno, con el cual todos puedan expresar su opinión y todos colaboren con franqueza al servicio de la Iglesia. Se trata de un primer fruto al que seguirán otros y sabrosos frutos que, poco a poco, cambiarán radicalmente el rostro de la Santa Sede, privándola de ese aspecto cortesano que la había caracterizado hasta ahora.
El primer Papa jesuita, el primero que elige el nombre de Francisco, el primero latinoamericano: muchos primados para un solo Pontífice.
Porque en mi opinión se trata de un nuevo comienzo de la Iglesia. En una entrevista concedida el mes de diciembre de 2012, Benedicto XVI afirmó que nos encontrábamos al “final de lo viejo” y al “inicio de lo nuevo”. Ahora comprendemos bien de qué modo esas palabras tenían un sentido pleno y de “gran importancia para la vida de la Iglesia”. Sin el gesto de Benedicto XVI, no temo decirlo, no habría nunca llegado un papa como Francisco. Francisco es el inicio de un curso histórico que llevará progresivamente a la Iglesia a ser verdaderamente esa comunidad de creyentes capaz de dar esperanza al mundo.
Usted acaba de publicar ‘Il libro segreto di Papa Ratzinger. L’uomo che ha rinunciato al Papato. Cosa si nasconde dietro la rinuncia al trono di Pietro’ (‘El libro secreto del Papa Ratzinger. El hombre que renunció al Papado. Qué se esconde tras la renuncia al trono de Pedro’), editado por ‘Newton Compton Editori’: veamos, profesor, ¿qué se esconde?
Se “esconde” la concepción alta y profunda que el Papa emérito tiene del Cristianismo y de la Iglesia. Que no está a merced de las ondas, ya que está regida por el providente designio de Dios y por los sucesores de Pedro. De esta interpretación alta, proviene en parte la serenidad con la que Benedicto XVI ha renunciado al Papado. Él quiere transmitir este mensaje fuerte y claro a los cristianos y a sus principales colaboradores de la Curia. La Iglesia no es de los cardenales, sino de Dios y todos estamos a su servicio.
«Si la Iglesia permanece encerrada en sí misma, envejece. Y entre una Iglesia accidentada que sale a la calle, y una Iglesia enferma de autorreferencialidad, elijo sin dudas la primera», son palabras recientemente pronunciadas por Jorge Mario Bergoglio: ¿serán una de las bases de su Pontificado?
Seguramente. El acento puesto en la misericordia de Dios −tomando como inspiración las lecturas bíblicas del pasado domingo− significa que no tenemos que tener temor de nuestros pecados, no tenemos que esperar a convertirnos para ir por las calles y “mancharnos” con los pobres. Porque solamente renunciando a nuestro narcisismo, egoísmo, situaremos a Dios en el centro de nuestra vida, fuente de nuestra renovación interior.
¿Cuál es la mayor esperanza que suscita en usted el nuevo Obispo de Roma?
Que nos escuche a todos sin filtros, que escuche al Espíritu Santo y lo que le va sugiriendo por el bien de todos. ¡Nunca como estos días, se percibe claramente lo importante que es la Iglesia para que cambie el mundo! Espero y rezo para que todos nosotros, que trabajamos para la Santa Sede, estemos dispuestos a renunciar cada uno a algo por el bien de la Iglesia universal.