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Especialmente quienes desean hablar de verdad y de valores deben superar la tentación de la mera popularidad, que lleva a valorar más la fama, o la estrategia persuasiva, que la argumentación racional que toma en serio a los otros
El mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales (12-V-2013), en este Año de la fe, lleva por título: “Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización”.
Se trata, apunta el Papa, de «una realidad cada vez más importante, y que tiene que ver con el modo en el que las personas se comunican hoy entre sí». Una realidad que está «contribuyendo a que surja una nueva ‘ágora’, una plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad».
Una ocasión para crear verdadera comunicación
Se profundiza aquí en la capacidad de las nuevas tecnologías para mejorar la comunicación y la evangelización.
Las redes sociales pueden contribuir a una verdadera comunicación, con algunas condiciones. Estos espacios, señala Benedicto XVI, cuando se usan bien −con respeto a la intimidad, responsabilidad e interés por la verdad− «pueden reforzar los lazos de unidad entre las personas y promover eficazmente la armonía de la familia humana». Más concretamente, «el intercambio de información puede convertirse en verdadera comunicación, los contactos pueden transformarse en amistad, las conexiones pueden facilitar la comunión».
La principal condición para que las redes sociales funcionen bien es que «las personas que participan en ellas deben esforzarse por ser auténticas, porque en estos espacios no se comparten tan solo ideas e informaciones, sino que, en última instancia, son ellas mismas el objeto de la comunicación».
En consecuencia, escribe el Papa, es necesario un compromiso de las personas que usan las redes, para implicarse con esa autenticidad: «Las personas se sienten implicadas cuando han de construir relaciones y encontrar amistades, cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando se sienten estimuladas intelectualmente y comparten competencias y conocimientos». De esta manera, señala Benedicto XVI, las redes se van convirtiendo en parte del tejido de la sociedad, «en cuanto que unen a las personas en virtud de estas necesidades fundamentales», y en último término de las «aspiraciones radicadas en el corazón del hombre».
Algunos desafíos
Al mismo tiempo, suponen algunos desafíos: superar el mero afán de popularidad, llegar realmente a todos, también mediante un lenguaje adecuado y eficaz.
Especialmente quienes desean hablar de verdad y de valores deben superar la tentación de la mera popularidad, que lleva a valorar más la fama, o la estrategia persuasiva, que la argumentación racional que toma en serio a los otros. Más aún: «Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se tiene de bueno, de verdadero y de bello» (Discurso para el Encuentro con el mundo de la cultura, Belém, Lisboa, 12 mayo 2010).
Propone el Papa que las redes sociales deben llegar a todos, no para crear un mundo paralelo o puramente virtual, sino como experiencia «que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes». Por una parte «son el fruto de la interacción humana»; pero, a su vez, «dan nueva forma a las dinámicas de la comunicación que crea relaciones». Si la Buena Noticia de Cristo no llegara al ambiente digital, podría quedar fuera de esa experiencia.
Las redes sociales implican nuevos lenguajes que pueden permitir al Evangelio expresarse con diversas formas que lleguen a las mentes y los corazones. Concretamente, dice Benedicto XVI: «En el ambiente digital, la palabra escrita se encuentra con frecuencia acompañada de imágenes y sonidos». Esto evoca la predicación de Jesús: «Una comunicación eficaz, como las parábolas de Jesús, ha de estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos a quienes queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios». Y también los diversos lenguajes que la tradición cristiana ha empleado: «Sabemos que la tradición cristiana ha sido siempre rica en signos y símbolos: pienso, por ejemplo, en la cruz, los iconos, el belén, las imágenes de la Virgen María, las vidrieras y las pinturas de las iglesias». De hecho, «una parte sustancial del patrimonio artístico de la humanidad ha sido realizada por artistas y músicos que han intentado expresar las verdades de la fe».
Autenticidad
Volviendo a la autenticidad, apunta el Papa que «en las redes sociales se pone de manifiesto la autenticidad de los creyentes cuando comparten la fuente profunda de su esperanza y de su alegría: la fe en el Dios rico de misericordia y de amor, revelado en Jesucristo».
¿En qué consiste este compartir? Se señalan tres puntos: Primero, la expresión explícita de la fe. Segundo el testimonio, es decir «el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él» (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2011). Tercero, como forma de testimonio, la disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a las preguntas y dudas de los otros en el camino de su búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana.
Es interesante una observación que tiene que ver con una sana laicidad: «La presencia en las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer confirma la relevancia de la religión en el debate público y social».
La "luz amable" de la fe
Se trata, una vez más, de confiar primero en Dios y usar también los medios humanos. Es lógico, sostiene Benedicto XVI, que los cristianos presentes en las redes sociales deseen compartir su fe, con respeto y sensibilidad, en el ambiente digital. Pero deben rechazar la tentación del sensacionalismo y cultivar, ante todo, un «atento discernimiento». Es decir (mediante la oración, el estudio y el diálogo), ver cómo responder a los deseos de amar y a la búsqueda del sentido de la vida y la verdad. Así podrán mostrar, a las personas que se encuentran en el ambiente digital, lo que Newman llamaba la “luz amable” de la fe.
En segundo lugar, observa que las redes sociales pueden ayudar a desarrollar la fe cristiana: fomentando la unidad de los creyentes en el mundo, compartiendo recursos espirituales y litúrgicos, promoviendo la oración, la reflexión sobre la fe −personalmente o por medio de encuentros−, y también la «caridad activa». Y aquí viene muy bien la referencia a San Pablo: «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1); pues en último término se trata de «dar a conocer el amor de Dios, hasta los más remotos confines de la tierra».
Las redes sociales se abren, en definitiva como nuevos espacios, nuevas oportunidades y nuevos desafíos para la comunicación. Como nuevas ocasiones para vivir la fe, testimoniarla y desarrollarla con autenticidad.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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