Una pequeña familia, aunque extendida por el mundo entero, se basta con el amor y el cariño, con estar bien unida, haciendo el bien
A lo largo de estos días me han preguntado repetidas veces qué tal el verano. Yo pensaba que se interesaban por mi descanso, pero la cuestión era más profunda. Querían saber también cómo llevaba los últimos acontecimientos sobre el Opus Dei que han ocupado muchas páginas de los medios. Cómo me habían afectado. Pues tengo que decir que bastante bien, con paz y confianza en Dios y en la Iglesia.
Me ha encantado la reacción de Fernando Ocáriz, el prelado, su amor y confianza al Papa y a la Iglesia. Nada de confrontación. Siempre nos anima a la humildad, a la esperanza, a la unidad. Comentaba en junio tras una audiencia: “Le he transmitido el afecto y la unión de los fieles del Opus Dei a su persona, y le he informado de los trabajos que se llevaron a cabo el pasado mes de abril durante los días del Congreso general extraordinario. Pude contarle también del ambiente de aquellas jornadas, y del deseo de fidelidad al carisma de san Josemaría y de unión con el Papa, que se puso de manifiesto en todos y en todas”.
No sé exactamente qué adecuaciones pide la Iglesia, lo que estoy seguro es que siempre respetará el carisma recibido y que todo será para bien. En la prensa sensacionalista se ha hablado de privilegios, de poder. Como decía san Josemaría, lo único que queremos es “servir como la Iglesia quiere ser servida”. Por lo tanto, sin problema. Una pequeña familia, aunque extendida por el mundo entero, se basta con el amor y el cariño, con estar bien unida, haciendo el bien. El fundador ni siquiera había pensado en un nombre; hasta que en una ocasión le preguntaron: "¿Cómo va esa Obra de Dios?" Ya en la calle, comencé a pensar: "Obra de Dios. ¡Opus Dei! Opus, operatio..., trabajo de Dios. ¡Este es el nombre que buscaba!"
Este camino enseña a ser felices al encontrar a Dios en todas las circunstancias. Si le vemos en el trabajo, en nuestras relaciones familiares y amistosas, en lo del día a día: lo agradable y lo menos grato; si vemos que Él está ahí y nos espera, nos tiende la mano y nos sonríe; tendremos paz, estaremos contentos, seguros. ¡Qué bonito es sentirse amado, acompañado, comprendido! ¡Qué paz da ver que todo tiene sentido! ¡Saber que soy perdonado y que puedo perdonar, que puedo recomenzar!
San Pablo nos dice en la epistolar de hoy: “Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir”. Esto es lo que he visto estos días. Esto es lo que nos pide el Prelado, el Padre, como le llamamos en la Obra, y que es el mejor de los títulos: nada mejor que un buen padre al cuidado de su familia.
He sentido también el cariño y cercanía de la Iglesia en la mano de sus pastores: obispos y sacerdotes, religiosos y religiosas. Del pueblo de Dios. Me han manifestado su agradecimiento por la búsqueda de la unidad, ante la humildad de la respuesta, ante la fe en la providencia, en la mano de Dios. Son muchos los que ahora entienden y quieren mejor la Obra, al ver la reacción ante las dificultades que supone este nuevo proceso. Veo también cómo tantos se acercan al calor de esta familia. Los que se solidarizan y rezan ante las falsas percepciones de algunos.
No tengo complejo de víctima, ni de incomprendido o poco querido, todo lo contrario. Ha sido un gran verano. Es un buen momento para crecer, para estar junto a la Cruz del Señor; que es donde mejor se está: “No hemos venido al Tabor, sino al Gólgota” decía Escrivá. Veo unas ganas muy grandes de acompañar al Señor, de no querer dejarle solo en la Cruz; de ayudar a que vea el mundo que las dificultades e incomprensiones no son obstáculos, sino ocasiones de crecimiento. Pruebas de amor.
El Opus Dei, con casi cien años, es joven, está en crecimiento, se está haciendo. Nos preparamos para el primer centenario, luego vendrán muchos más –como en otras instituciones de la Iglesia-; es un tiempo de acción de gracias, de examen profundo, de renovar nuestra fidelidad al carisma que el santo fundador recibió de Dios, de estar muy unidos entre nosotros y toda la Iglesia. Tiempo para gritar al mundo: ¡Dios te ama, está muy cerca de ti, te va a hacer muy feliz si lo descubres en tu día a día ¡
Nos decía don Fernando en el mensaje citado: “El Santo Padre manifestó su alegría por todo lo que escuchó, comentó el bien que hacen muchas personas del Opus Dei en el mundo, y al mismo tiempo nos alentó a difundir nuestro espíritu por todos lados en servicio de la Iglesia”. Vamos a celebrar este aniversario.