Lleva entre esas malditas cuatro paredes más de una semana. Su piel desnuda se rinde al frío de los azulejos, igual que su mirada, perdida en recuerdos de vivencias pasadas que se cuelan difusas entre sus pensamientos. A su lado, un hoja en la que se puede leer en letras rojas: "¿Cuándo salgo?". La mirada perdida, secuestrada en ese zulo mexicano, pertenece a un hombre de 33 años, Bosco Gutiérrez Cortina. Él todavía no lo sabe pero no saldrá de ese espacio de tres metros por uno y medio hasta 257 días después.
El 29 de agosto de 1990, el afamado arquitecto Bosco Gutiérrez fue secuestrado en México D.F al salir de una iglesia cercana a su casa. Cuatro individuos que se hacían pasar por policías le trasladaron entonces a un sucio zulo en el que estaría encerrado durante nueve meses. Aún aquejado por las heridas del forcejeo y aturdido, Bosco pasó sus primeros días de cautiverio. Las horas se medían por la luz de una bombilla que sus secuestradores encendían y apagaban, y un casete que repetía las misma melodía una y otra vez durante nueve meses.
Bosco, derrumbado física y psicológicamente, comienza siendo un perdedor en ese "encuentro con la muerte", como él mismo lo llama, hasta que el 16 de septiembre, tras menos de un mes de confinamiento, decide enfrentarse a su realidad y sobrevivir. "Nos dimos cuenta de que su historia no era la de un secuestro sino la historia real de un superviviente, de un hombre que en una situación límite, desprovisto de todo, renace, cambia su jerarquía de valores", comenta Kai Parlange, el joven cineasta mexicano que ha llevado la historia de Bosco Gutiérrez a la gran pantalla.
Historia por casualidad
Espacio interior llega a las salas españolas tras un camino de algo más de siete años que comenzó cuando el realizador se cruzó de casualidad con su historia. Por solicitud de una amiga, Carlos Corral, productor de la cinta, y él comenzaron a realizar unos vídeos corporativos sobre un prestigioso despacho de arquitectos, del que Bosco Gutiérrez es socio fundador. Al finalizar el proyecto abrieron una botella de vino y se sentaron con él a charlar. "Le dije que me resultaba fascinante la historia de un arquitecto de esa categoría, entonces nos dijo: 'si de verdad me quieren conocer, la verdadera historia de mi vida es otra'. Dijo una frase que jamás olvidaré: 'Yo estuve secuestrado nueve meses y me escapé'. Entonces todos nos quedamos helados", recuerda Parlange. "El secuestro en México es un tema que desgraciadamente ya nos duele mucho. Conocemos tantas historias que al final del día no queremos seguir escuchando", comenta. Pero entonces Parlange se da cuenta de que la historia de Bosco no era solamente la historia de un secuestro más, sino la muestra de superación de un individuo que consigue encontrar la libertad entre cuatro paredes.
Una cámara observa los movimientos del arquitecto las 24 horas en un sistema de vídeo de circuito cerrado. Bosco estará 257 días sin escuchar ninguna voz, sus captores solo se comunican con él a través de carteles que le muestran asomándose a una pequeña ventana de madera del zulo. "Hoy es 15 de septiembre, el día de la independencia. Hoy puede tomar lo que quiera para brindar". Uno de los secuetradores portó ese día un cartel que quizás fue el inicio de la salvación de Bosco. Él pidió whisky y tras varios minutos observando el vaso decidió tirarlo por el inodoro, ejerciendo así uno de los pocos resquicios de libertad que le quedaban. "Ese es el momento en el que se da cuenta de que tiene poder de decidir cómo vive esta situación dentro del espacio. Sabe que no tiene control de cuando salir pero sí depende de él cómo vive en ese zulo, a qué dedica cada uno de los segundos de su tiempo allí", comenta Parlange.
Sus profundas creencias religiosas y una meticulosa organización de las actividades diarias que comenzó la mañana del 16 de septiembre mantuvieron en forma mental y físicamente a Bosco, que vivió una completa transformación respecto los primeros días de cautiverio. "Todavía trato de entender cómo un hombre viviendo lo que él vivió no haya perdido la cabeza. Veo a un Bosco tan entero, tan cuerdo, tan sensato, que justo creo que fue la combinación de todas estas herramientas que utilizó: fe, fortaleza mental y disciplina. Le veo demasiado cuerdo", explica el realizador.
Rodaje
A pesar de que el protagonista solamente presenciase el rodaje en escasas ocasiones, acudiendo sin avisar previamente y viendo las escenas desde una pantalla para no presionar demasiado a su 'yo' en la pantalla, el actor Kuno Becker, la relación con el director, productor y el resto del equipo fue muy estrecha. Todo el diario que fue escribiendo Bosco durante su cautiverio, 700 hojas en una letra minúscula y que pudo recuperar posteriormente, pasó a manos de Parlange y su equipo, que trataron de llevar a la pantalla la historia de la manera más fiel. "Fue muy emocionante la respuesta de Bosco cuando acabamos la película. Estábamos en una sala de cine con él y su mujer y al finalizar la proyección estaba cubierto en lágrimas. Le di las gracias por confiar en mí y él me dijo: gracias por haber tratado mi historia con esta seriedad y apego".
Introducido ahora de lleno en su próximo proyecto, una película que se rodará en el estado mexicano de Chiapas y que hablará sobre la lucha femenina por la igualdad, Parlange lleva consigo la historia de Bosco allá a donde va, llegando a los recovecos más insospechados. "Hace un mes fui a cenar con una amiga y me comentó algo que me impactó mucho. Aún se me pone la piel de gallina al recordarlo", comenta haciendo esfuerzos por sacar la voz, "me dijo que el hermano de una amiga había estado secuestrado hacía tres meses pero que él había visto la película y que le había servido muchísimo, que había afrontado cada situación como él. Entonces no me lo podía creer, por haber hecho una película que a mí me inspiró y me motivó, hoy un hombre sobrevivió a una situación parecida".