HacerFamilia.net (Entrevista de Patricia Andrighetti)
“Hay que enseñar la distinción entre el bien y el mal. Y eso sólo lo pueden hacer los padres; el colegio debe apoyarlos en esto”
José Ramón Ayllón es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Oviedo, especialista en Bioética de la Universidad de Valladolid y profesor de Antropología en la Universidad de Navarra.
Es entrevistado por HacerFamilia durante su estancia en Chile, invitado por el DuocUc, para presentar sus 10 claves de la educación, libro en el que trata de responder a la pregunta ‘¿qué es educar?’ y saca, desde su vasta experiencia educativa, importantes conclusiones para lograr con los hijos y alumnos lo mejor.
¿Cómo usted se hizo experto en educación?
Cuando hice clases en secundaria, desde el principio me animaron a dar conferencias o charlas a los padres sobre cuestiones educativas, cómo había que tratar a los chicos, cómo conseguir que fueran más educados o que tuvieran un mejor rendimiento académico.
Y eso me fue obligando a reflexionar sobre lo que era la tarea de educar, que era mi propia tarea. Me llevó también a estudiar cuestiones educativas y leer a los mejores. Hay muchos buenos libros de educación que a veces no son grandes tratados de pedagogía, sino buenas novelas donde aparece la figura del padre, de la madre y del profesor como en “Matar a un ruiseñor” o “Un árbol crece en Brooklyn”, entre otros.
¿Qué tipo de libros escribe?
Escribí, por una parte, libros de texto de las asignaturas que enseñaba, Filosofía y Ética, y ensayos de lo mismo; y por otra parte novelas. Tuve unos años de frivolidad y me dediqué a escribir novelas juveniles románticas, que son las que más me han dado a conocer en mi país. Luego ya me convertí en una persona más madura (entre risas) y comencé a escribir ensayos filosóficos.
¿Cuál sería un hecho concreto que marcó su carrera?
1996, el año en que en España entró en vigor la LOGCE, Ley Orgánica de Educación. Ésta supuso un vuelco de la educación. La puso patas para arriba, convirtió los centros escolares en auténticos circos ingobernables. Quitó la autoridad a los profesores y éstos pasaron a ser los sospechosos de todas las cosas malas que podían pasar en un colegio. Desapareció la disciplina y elevó muchísimo el nivel de conflictividad.
Se impidió también poner notas justas. Es decir, no podías reprobar a los alumnos porque tenías que justificarlo, lo que significaba mucha burocracia. Con eso, el gobierno evitaba el fracaso escolar. Claramente era un tema político. La Ley de Educación bajó la calidad de los contenidos educativos.
¿De qué forma se nota esto?
Se redujo el estudio a la mitad, entonces hoy se estudia mucho menos, provocando que gran parte de la juventud española sea profundamente inculta. Por otra parte, en la sociedad hay una oferta de ocio muy grande y se puso de moda por esos años las salidas nocturnas todos los días, la ingestión peligrosa de alcohol, etc. Esto produce un caldo de cultivo muy malo para la gente joven, lo que genera la mala educación.
Y esto se nota cuando vienes a países como Chile. Aquí todavía hay una educación alta, los chicos están muy bien educados. No lo digo por el nivel académico, que eso lo desconozco, pero se nota en la calle en seguida, en la forma de actuar. También lo ves en los mayores; gente cordial y educada.
¿Y qué impacto tuvo en usted este cambio en la educación?
Para mí fue la gota que colmó el vaso. Además, la ley quería enseñar a los profesores a dar clases, formarlos de nuevo, en una visión muy constructivista, muy pasada de moda. Porque era volver a creer en el buenismo de Rousseu, que decía que el niño es bueno por naturaleza, que no hay que usar la disciplina con él, no hay que ponerle límites, hay que darle rienda suelta a todo lo que quiera, y si le pones límites lo puedes traumatizar. Eso hace muchísimos años que sabemos que es falso. Pero en España los gobiernos socialistas son muy utópicos e ideológicos. Y ya sabemos que las ideologías siempre son falsas y miopes, por eso fracasan.
“No hay educación sin virtudes”
Luego de este gran cambio en la educación española, Ayllón decidió dejar la enseñanza y dedicarse por completo a las conferencias sobre educación, hablar sobre la importancia que tienen los padres en esta tarea y la necesidad de trabajar en conjunto con el colegio para entregar la mejor educación posible. “10 claves de la educación” es una de sus charlas más conocidas y está plasmada en el libro del mismo nombre.
¿Cómo surgieron las 10 claves en educación?
Tú das una charla de educación, titulas esa charla “10 claves de la educación” y ves que el tema educativo tiene una actualidad permanente y genera muchas noticias e interés. Esa charla la vas enriqueciendo con anécdotas, la mayor parte son personales, con citas, ejemplos y al final se ha convertido en un libro y ese libro, a su vez, sigue provocando conferencias, te hace saltar el charco y finalmente venir a América.
Para mí fue muy gustoso, muy fácil de escribir, porque fui tomando lo mejor de muchos grandes educadores. Mi discurso depende muchísimo de los demás, porque casi todas las cosas que hay que decir sobre educación ya han sido dichas, mejor que uno. Lo único que tienes que hacer es inspirarte en los mejores.
¿A su parecer, cuál de las 10 claves sería la principal?
La más importante es la familia, porque es quien educa, sin ella ninguna de las demás claves sirve para algo. Pasa mucho que los papás creen que tienen que dejar toda la formación de sus hijos en las manos del colegio, eso es un error gravísimo. Los papás pueden dejar en manos del colegio la instrucción, es decir que te enseñen matemáticas o lenguaje, eso es instruir, pero no educar, porque educar es enseñar la distinción entre el bien y el mal. Y hacerlos más personas. Entonces eso sólo lo pueden hacer los padres, el colegio debe apoyarte en esto. Los niños necesitan modelos, porque no se educa con grandes discursos, si no con el ejemplo, y para eso están los abuelos y profesores, pero siempre en primer lugar los padres.
¿Qué es educar?
Es enseñar a un ser humano a ser precisamente humano, virtuoso. Para construir un ser humano hay que enseñarle a manejar su libertad, que sepa tomar medidas al ver la realidad y acertar, eso se llama la virtud de la prudencia. La gestión concreta del placer no es con los instintos, sino con la libertad inteligente. Esto se consigue gracias a un hábito de conductas que se llama la virtud de la templanza. A su vez, el ser humano es social por naturaleza, significa que no existe sociedad si no hay unas reglas del juego y esas reglas respetadas son la virtud de la justicia. Además, sabemos que todas estas cosas buenas no son fáciles, cuestan esfuerzo y esa es la virtud de la fortaleza. Eso es educar, no hay educación sin virtudes.
Muchos creen que la educación la debe proveer el colegio en las cosas básicas, pero no en virtudes.
Pues por un lado hay que amoblar la cabeza con cosas fundamentales. Pero lo que a uno le hace persona no son las matemáticas ni la biología o la física. Es el respeto a la verdad, el amor al bien, la convivencia con los demás, tu capacidad de sacrificio, porque la vida es dura, y eso sólo se adquiere por medio de unos hábitos fundamentales como las virtudes. Y eso es lo que todas las grandes civilizaciones han visto. Ese es el desarrollo lógico de las personas. Y si no, se entra en un desarrollo patológico, se cae en vicios y las consecuencias son lamentables, como lo que proponían Nietzsche o Marx.
En nuestro país se ha puesto en jaque el derecho a la libertad de enseñanza ¿Qué opina usted al respecto?
Es un derecho básico de las personas, no lo concede el Estado, sino que lo reconoce. El primer educador de los niños son sus padres, los únicos que tienen el derecho. Y a veces lo delegan al Estado para que se hagan cargo de su instrucción. Pero también están en su derecho de organizarse y de fomentar iniciativas educativas privadas o sociales. Esto de la misma manera en que los hoteles o las zapaterías son de particulares. Entonces no entender eso, es tener una visión fascista de lo que es la sociedad. Hace mucho tiempo que sabemos que cualquier totalitarismo es un fracaso, hay que apostar siempre por la libertad, pero con regulación.
Usted habla de que hay factores externos que influyen en la educación.
La televisión, Internet y la violencia influyen muchísimo. Hasta el punto que se dice que los niños son más hijos de su época que de sus padres. Antes, la sociedad estaba coloreada con el mismo color que la educación familiar, todo caminaba en la misma dirección. Pero eso ha cambiado en occidente. Esos factores externos, como la televisión, te van a deseducar lo que más puedan. Por lo menos en mi país, tienen una fuertísima carga ideológica, tanto en los informativos como en las series de ficción. Te transmiten una visión errónea de la condición humana, por medio de historias muy atractivas, y eso va calando sin darse cuenta.
Hay una saturación de información y es lógico que haya mensajes contradictorios, es un permanente bombardeo. Por eso la necesidad de un filtro, alguien con criterio que diga esto está bien y esto está mal, en la familia y también en el colegio. Antes se podía apagar la televisión, pero ahora al niño le llega esa información al bolsillo, entonces los padres tienen que ser muy expertos en educación y formar a sus niños desde pequeñitos acompañándolos con la tecnología.
¿Cuál sería un escenario ideal para educar bien a los hijos?
En primer lugar, deben estar de acuerdo los padres y los profesores en la forma de educar. Segundo, esos profesores tienen que tener una buena preparación profesional, porque no se puede educar sin prestigio, así se logra autoridad. Y en tercer lugar, es básico un centro escolar que exija, el alumno tiene que trabajar. Porque sólo hay una cosa que el mejor de los profesores no puede hacer por sus alumnos, que es esforzarse. No puedes estudiar por ellos. Entonces el estudio no puede ser sustituido por Internet. Nos hemos convertido de homo sapiens a homo videns, educados por una pantalla. Y ahí hay una pérdida de sustancia educativa impresionante.
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