Cuatro grandes mujeres santas para la historia de la Iglesia unidas por el amor
La Iglesia Católica, por decisión del Papa o de un Concilio Ecuménico, otorga en forma oficial a los santos y santas, que en su vida produjeron obras trascendentes, enriquecedoras de la doctrina y afirmadoras de la fe, el reconocimiento honorífico de Doctor o Doctora de la Iglesia.
Con respecto al reconocimiento de Padre de la Iglesia, el de Doctor de la Iglesia no implica la antigüedad, pero exige necesariamente una ciencia extraordinaria y una aprobación solemne de la Iglesia.
La más recientemente nombrada Doctora, por el Papa Benedicto XVI, es la más antigua en el calendario.
Estas son las breves biografías de estas cuatro santas, por orden de antigüedad de sus vidas. Es una pena tener que reducir a tan poco espacio unas vidas tan interesantes; por supuesto que hay muchas biografías de cada una de ellas que vale la pena leer.
Considerada por los especialistas actuales como una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas del Occidente europeo, se la definió entre las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media, entre las figuras más ilustres del monacato femenino y quizá la que mejor ejemplificó el ideal benedictino, dotada de una cultura fuera de lo común, comprometida también en la reforma de la Iglesia, y una de las escritoras de mayor producción de su tiempo.
Fue favorecida por Dios con gracias extraordinarias desde una corta edad, y un gran amor hacia la oración. A los siete años, consagró su virginidad a Dios a través de un voto privado. A los quince años de edad, asistía generosamente a los pobres, los enfermos y daba consuelo a los afligidos y prisioneros. Prosiguió el camino de la humildad, la obediencia y la negación de su propia voluntad.
En medio de sus sufrimientos, su constante plegaria era que dichos sufrimientos podían servir para la expiación de sus faltas y la purificación de su corazón. Tomó un papel muy activo y decisivo en el regreso de la residencia del Papa desde Avignon a Roma e influyó en importantes autoridades de la época.
El Papa Pío II canonizó a Catalina en 1461, y el Papa Pablo VI le otorgó el título de Doctora de la Iglesia in 1970, haciéndola una de las primeras mujeres en recibir este honor. Su Fiesta es el 29 de abril.
A los dieciocho años, entra en el Carmelo. A los cuarenta y cinco años, para responder a las gracias extraordinarias del Señor, emprende una nueva vida cuya divisa será: «O sufrir o morir».
Funda el convento de San José de Ávila, primero de los quince Carmelos que establecerá en España. Con San Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Sus escritos son un modelo seguro en los caminos de la plegaria y de la perfección. Murió en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Su fiesta se celebra el 15 de Octubre.
Murió en 1897, y en 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las misiones. La llamó “la estrella de mi pontificado”, y definió como “un huracán de gloria” el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita.
Proclamada Doctora de la Iglesia por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de 1997, día de las misiones.
Las cuatro Doctoras fueron místicas con una gran capacidad de acción; quizá el tipo de personas que necesita la sociedad: muy metidas en Dios y muy dentro del mundo.
Para los más curiosos esta es la lista de los restantes 31 Doctores de la Iglesia:
En primer lugar, los ocho que, a su vez, por su antigüedad, son también “Padres de la Iglesia”:
Javier Ordovás, en es.catholic.net/
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