Es bueno recapacitar, ver las cosas con serenidad, salir de nuestra subjetividad
Hace poco me sugirió un amigo que escribiera sobre la experiencia de vivir unos días de retiro. Me acordaba de la oda de Fray Luis de Granada: “¡Qué descansada vida /la del que huye del mundanal ruido /y sigue la escondida /senda, por donde han ido /los pocos sabios que en el mundo han sido”. No soy partidario de vivir al margen del mundo, me gusta el bullicio, la actividad, tengo muchos amigos y aficiones. Pero hacer un parón de vez en cuando me ayuda a serenarme, a reorientarme y no perder el rumbo de mi vida.
La experiencia me dice que hay mucha gente buena, la inmensa mayoría, pero también que muchos están desorientados. Incluso los que queremos dar sentido a la vida nos perdemos, cogemos “el rábano por las hojas”; no encontramos la felicidad, la paz que anhelamos. Nos dejamos llevar por el activismo, se cuela la rutina en el quehacer diario, en las relaciones conyugales y familiares. No damos valor a lo bueno que tenemos, se desdibujan muchas virtudes de los que amamos, mientras van tomando cuerpo sus defectos. Viene bien tomar distancia, acompasar la respiración, alejarse de lo cotidiano para poder valorarlo.
El Evangelio de estos domingos muestra diversos personajes que quieren hacer el bien, encontrarse con la verdad, pero que andan equivocados. Un joven que busca al Señor, que cumple los mandamientos pero que, al estar apegado a las riquezas, no entiende su vida como un don, la quiere vivir para sí y se encuentra con la tristeza. Los hermanos Santiago y Juan piden al Maestro ser los más importantes del círculo de los discípulos, creen que ser los primeros les hará más felices. En ambos casos se les supone la buena intención, pero están errados. El primero se fue triste; los hermanos, con su ambición, provocan tensión entre los Apóstoles.
Es bueno recapacitar, ver las cosas con serenidad, salir de nuestra subjetividad. Si estamos metidos en un hoyo, o vamos por la estratosfera, nos falta horizonte, objetividad. El sentido que tienen unos días de retiro es serenarnos. Cuentan de uno que no lograba ver su rostro reflejado en las aguas de un estanque, bastó esperar a que estas se serenaran para verse en ellas. Es bueno reconocerse, saber cómo somos, quién somos, cómo nos ven los demás. Rememorar la imagen de Dios que hay impresa en nosotros, a menudo desfigurada, alterada, rota.
Un curso de retiro es como una revisión médica, un buen chequeo con unos buenos análisis, una ITV, un reseteo. Se trata de volver al estado de fábrica. Esto requiere tiempo, seguramente no podremos disponer de todo un mes como requieren los ejercicios ignacianos, pero un fin de semana largo está al alcance de todos. También de un lugar adecuado: una casa de retiros, de ejercicios. Las suelen tener las instituciones de la Iglesia, están en un lugar apartado, ameno, en contacto con la naturaleza, que tanto nos lleva a Dios. Tienen una capilla donde está el Señor sacramentado a nuestra entera disposición.
Tomo esta explicación de laweb del Opus Dei: “Todo se organiza en torno a la Eucaristía, pues en el oratorio se celebra la Misa diaria, el Vía crucis, la visita al Santísimo, el examen de conciencia y las meditaciones en las que el sacerdote ayuda a introducirse en las realidades de la vida cristiana que son la columna vertebral de esos días. La vida cristiana no nos lleva a identificarnos con una idea, sino con una persona: con Jesucristo. Para que la fe ilumine nuestros pasos, además de preguntarnos: ¿Quién es Jesucristo para mí?, pensemos: ¿Quién soy yo para Jesucristo? (Fernando Ocáriz). El horario se completa con alguna charla, el santo Rosario, lectura espiritual... y quedan tiempos amplios para la reflexión personal o para charlar con quien dirige el curso o con el sacerdote”.
A muchos les ha venido muy bien y pienso que es una inversión muy rentable. Se puede hacer de muchas maneras, como me decía mi amigo, con los retiros de Emaús y Effetá, Adoremus, Salesianos, Hakuna, Opus Dei, Cursillos, Carismáticos… Es bueno que alguien nos acompañé y guíe. Un requisito importante es el silencio, ayunar unos días de internet, de redes sociales, de noticias.
Decía el Cardenal Sarah: “Porque el silencio no manifiesta ausencia; al contrario: se trata de la manifestación de una presencia, la presencia más intensa que existe. En esta vida lo verdaderamente importante ocurre en silencio. La sangre corre por nuestras venas sin hacer ruido, y solo en silencio somos capaces de escuchar los latidos del corazón”. Nos asombraremos de nuestra grandeza, de lo queridos que somos si logramos vernos con los ojos de Dios. Nos pasmará lo bonito que es el mundo y lo valiosos que son los nuestros si los vemos desde la altura del Creador.