Algunas personas no han entendido que la tierra gira alrededor del sol, no de ellas
No soy muy entendido en fútbol, pero la nueva Superliga europea me suena a eso de que aquí estamos los mejores y no nos hace falta juntarnos con los otros, las reglas las ponemos nosotros y los euros se quedan en casa.
Hay profesionales que, al estar al pie de la calle, son buenos observadores y buenos psicólogos. Mi peluquero es uno de ellos. Me decía, mientras cortaba el pelo, que se va percatando de que cada vez vamos siendo más egoístas. Por eso, entre otras cosas, no escuchamos, ya que todo es como lo vemos nosotros; los demás no aportan nada, no interesa su punto de vista. Lo mismo les sucede a muchos políticos, su interés no es tanto el bien común como el ganar las elecciones y, si escuchan, es para intentar ser más populares.
No solemos pensar en lo que les interesa a los demás, las conversaciones se convierten muchas veces en soliloquios, peroratas o soflamas de lo que nos gusta o apetece, de lo bien que lo hacemos. Se parecen más a un mitin que a una amigable charla. La tendencia a fomentar el ego está en la calle, basta constatar algunas frases publicitarias: “Ser egoísta no está mal”, “Piensa en ti”, “Tú te lo mereces”. Pero este camino no lleva a ninguna parte, nos va encerrando en el laberinto del Minotauro.
Como dice Mafalda: “algunas personas no han entendido que la tierra gira alrededor del sol, no de ellas”. Hace muchos años que se dio el giro copernicano, pero seguimos pensando que somos el centro. Nos viene muy bien cambiar de órbita, mirar a los demás; darnos cuenta de que lo que nos hace felices, lo que nos realiza de verdad es procurar la felicidad de los nuestros. Dando la vida es como se vive, vivir ensimismado en uno mismo no es vida.
Este es el domingo del “Buen Pastor”, como se llama así mismo Jesús: “Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas”. Reyes y profetas de Israel habían sido humildes pastores, su profesión era cuidar del rebaño. La propiedad más característica de las personas tendría que ser esta: cuidar de lo demás. Disfrutar viéndolos felices. En boca de Jacinto Benavente: “el único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor”. Es la ley del amor.
Aunque se nos olvide somos sociales, estamos hechos para vivir en comunión, en sociedad. El homo sapiens no se las arregla viviendo en solitario; tenemos individualidad, pero no alcanzamos el desarrollo sin la ayuda de los demás: progenitores, maestros, sanitarios, parientes y amigos. Juntos nos perfeccionamos. Ayudando nos ayudamos. Todos tenemos una responsabilidad frente a los otros: somos oveja y pastor. La misión de pastorear es un servicio necesario. Si hay buenos pastores el “rebaño” está cuidado, tranquilo, crece.
Para ser buen pastor hay que conocer y amar. Estar atento al modo de ser y a las necesidades de los nuestros, potenciar todo lo bueno que tienen y ayudarles a desprenderse de lo que les estorba e impide ser ellos mismos. Hay que respetar y tener paciencia: esperar que crezcan a su ritmo y no al nuestro. También defender; todos sabemos que hay mucho depredador suelto, que no “es oro todo lo que reluce”. El cayado del pastor disuade al lobo, por eso lo debe llevar consigo. Esta misión compromete hasta dar la vida, y esto nos da mucha tranquilidad: saber que tenemos quien nos quiere hasta entregar su vida por nosotros. Ejercer esta responsabilidad no es un juego.
Hoy no se valora la imagen del pastor, no queremos ser ovejas, pero corremos el peligro de ser rebaño. Cada vez hay más “manadas”, las modas y los estereotipos, los mass-media masifican. No es frecuente encontrar gente con pensamiento propio. Un poco de valentía y de buen saber nos vendría muy bien para elegir y seguir al buen pastor, para no dejarnos embaucar tan fácilmente.
Este día lo dedica la Iglesia a la Jornada mundial de oraciones por las vocaciones. Le pedimos a Dios que no falten buenos pastores. Pastores cercanos y bien formados, con experiencia de Dios y muy humanos. Que busquen el bien de las almas y no la popularidad. Que prediquen el Evangelio y nos administren los sacramentos. Que recen por nosotros y nos ayuden en el caminar diario. Que con su entrega y dedicación nos saquen de nuestros egoísmos. Que, como padres, velen por nuestras familias. Y no olvidemos que preocuparnos de los demás nos saca de nuestro egoísmo.