Sacrificio, la superación personal y la dedicación a la comunidad
En 1803 Isabel Zendal zarpó en la Expedición que llevó la vacuna de la viruela a América y que sería el punto de partida para la erradicación de la enfermedad. Ella fue la encargada de mantener viva la cadena de vacunación entre los 22 niños expósitos que la portaban para que no muriera en el camino. La OMS la ha nombrado como la primera enfermera en misión internacional. Luchadora, excepcional y olvidada: esta es la historia de Isabel Zendal, la enfermera de la que todo el mundo habla.
Sacrificio sin esperar gloria es el lema de la escuela de enfermería de Puebla, Mexico, donde Isabel Zendal terminó sus días. Premonitoria o no, esta máxima marcó la vida de la enfermera gallega. A lo largo de los años se topó una y otra vez con el sacrificio, la superación personal y la dedicación a la comunidad, pero nunca esperó medallas por ello. Tanto es así que ha habido que esperar 200 años para conocer su nombre y su legado. Esta es la historia de Isabel Zendal, la enfermera de la que todo el mundo habla los últimos meses.
Ella fue una de las protagonistas de la expedición que en 1803 consiguió llevar la vacuna de la viruela a América y empezar así el proceso de erradicación de la enfermedad en el mundo. Sin embargo, su nombre cayó en el cajón del olvido, como tantas otras mujeres de la historia, porque los honores se los llevó un hombre.
Pero Isabel Zendal fue mucho más que una enfermera en una travesía transoceánica. Fue la primera enfermera cooperante de la historia, “es nuestra Florence Nightingale”, como dice Javier Moro, y debemos darle el lugar que merece.
Isabel Zendal fue una coruñesa, nacida, según apuntan los datos encontrados, en Ordes en 1871. Nació en una familia tremendamente pobre y pronto se fue a Coruña, a trabajar como parte del servicio doméstico de Jerónimo Hijosa, un importante hombre de negocios de la ciudad.
Madre soltera y luchadora por naturaleza, a base de tenacidad llegó a ser rectora de la Casa de Expósitos de Coruña y fue precisamente de allí de donde salieron esos 22 niños que llevarían la vacuna al otro lado del charco. Finalizó sus días en Puebla, Mexico, después haber estado años implicada en la propagación de la vacuna por América y otras colonias españolas. Allí, en Puebla, estableció su residencia, junto a su hijo, y trabajó como enfermera en el hospital. Vivió en esta ciudad hasta su muerte y nunca volvió a España.
Muchos años después de su hazaña, la Organización Mundial de la Salud la ha reconocido como la primera enfermera en misión internacional. Fue con este reconocimiento cuando empezó a sonar su nombre, aunque muchos quizá lo hayan oído más desde el comienzo de la pandemia. Paradógico o no, el nuevo hospital madrileño pensado para Covid-19 lleva su nombre.
Apodada como el ángel de la muerte, la viruela azotó al planeta durante milenios y se estima que mató a 1 de cada 12 personas antes del descubrimiento de la vacuna. Los primeros brotes registrados datan del siglo V a.C. y no fue hasta 1980 cuando la OMS certificó la erradicación de la enfermedad.
Es, hasta hoy, la pandemia más mortífera de la historia, su mortalidad era del 30% y se calcula que mató a más de 300 millones de personas, unas 400.000 al año durante algunas épocas. Hasta que llegó la vacuna y, sobre todo, hasta que esa vacuna pudo inocularse a lo largo y ancho del planeta. Y ahí entra en juego la figura de Isabel Zendal y la Real Expedición Filantrópica de la vacuna.
Los nombres más conocido de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna fueron Francisco Javier Balmis y José Salvany. De, hecho la hazaña también es nombrada como “Operación Balmis”. Él era el médico a cargo de la expedición, financiada por el rey Carlos IV, y entre sus integrantes estaba ella, Isabel Zendal, como encargada de mantener la cadena de vacunación entre los 22 niños expósitos que tenían que portarla en su propio cuerpo.
Por aquella época no se conocía manera de que la vacuna sobreviviera durante la larga travesía que duraba el viaje a América por lo que se decidió que fuera de humano a humano. De esta manera, y con una correcta cadena, el virus no moriría en el camino.
Isabel fue la enfermera encargada de cuidar a los 22 niños expósitos portadores de la vacuna (ninguno murió), de velar por la cadena de transmisión y de poner en marcha el sistema de Juntas de Vacunación una vez pisaron tierra firme. Así que no, su trabajo no terminó en aquella corbeta María Pita. Tiempo después de llegar a América hizo una segunda travesía por el Pacífico para llevar la vacuna a Filipinas. Fue, además, eje de la ramificación de esas llamadas Juntas de Vacunación, de su logística y ejecución de todo proceso de vacunación en América.
Una mujer “excepcional y olvidada” , así la define Sagrario Liaño, responsable de Servicios Sociales de Coruña y conocedora de su historia. Para ella, esta enfermera fue olvidada por la historia, en parte, por ser mujer.
Para López Mariño es “una heroína de la clase trabajadora”, de esas que hay muy pocas. A pesar de que la filantropía de su heroicidad haya sido, precisamente, lo que ha hecho que caiga un poco en el olvido. Resulta que la suya no era una hazaña bélica, que es lo que en aquel momento se plasmaba en los libros de historia.
Fue precisamente él, Antonio López Mariño, el periodista que fue tirando de la cuerda durante años hasta que encontró sus orígenes y construyó toda su historia. Él puso nombre, fecha y trayectoria a Isabel y las casualidades hicieron que, poco después, el escritor Javier Moro diera con él para documentarse para la novela en la que trabajaba.
Así fue como nació A flor de piel, donde Moro reconstruyó la epopeya de la mano de “un personaje femenino inolvidable”, tal y como reza su sinopsis.
Para este reconocido escritor, Zendal es “una gallega pura, de la tierra”, la primera enfermera hispana de la historia. “Una vocacional total” que, desde luego, no se embarcó en la expedición por el reconocimiento público porque “la gloria no le interesaba”.
Ana Fernández Vázquez, en enfermeriatv.es/es
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