“Quiero recordarte que la vida de tus hijos, la del primero, la del quinto, o la del décimotercero, merecen la pena. En concreto, merecen esas penas. Esa vida vale más, mucho más, que esas renuncias. Sé que lo sabes, pero quería recordártelo”
Ya os presentamos a Mar Dorrio hace casi tres años en esta entrevista, en la que nos contaba qué sostenía a una familia con 12 hijos como la suya. Hoy, la traemos al blog para que nos cuente en primera persona qué es, para ella, lo más duro de ser madre de familia numerosa. Y no, no es la lista interminable de tareas. Os dejamos con ella.
Podríamos hacer una lista interminable de tareas, consumidoras del 70 por ciento del total de las energías diarias. Hablamos de emparejar calcetines, poner lavadoras, o vaciar secadoras con efecto “Tetris”. ¿Te acuerdas cuando jugabas al Tetris y, al intentar dormirte, cerrabas los ojos y veías las figuritas del juego? A las madres de familias grandes nos pasa eso: cerramos los ojos y aparecen montañas y montañas de ropa por procesar. Y lo de que la tortilla francesa es una solución rápida para la cena… puedo asegurarte que, quienes tenemos un regimiento numeroso, lo someteríamos claramente a debate.
¿Quieres saber lo que siente una ejecutiva estresada? Hazte cargo de una familia numerosa a principio de curso. El día no tiene horas suficientes para todas las reuniones que se presentan por delante. Incluso necesitarías pedirle al Padre Pío algún truquito con la bilocación, porque más de una vez tendrás dos reuniones a la misma hora. Nota importante al respecto: estas reuniones no te eximen de acudir a las citas del dentista o el pediatra, o una tutoría privada con la profe.
Una experiencia habitual de las madres de familia numerosa es preguntar en el chat de atletismo una pregunta hecha y respondida unos pocos mensajes antes. Con la consabida respuesta de la monitora: “Ya se ha contestado a esa pregunta”. ¡Upsss! Por favor, ¿alguien me entiende además de Santiago Segura?
Pero, a pesar de lo duro que pueda resultar emplear media mañana empanando filetes, lo más duro de ser madre de familia numerosa es no llegar a lo que se te da bien. Porque hay cosas en las que Dios no ha escatimado sus dones. No muchas, pero “haberlas haylas”, como dicen en mi tierra.
Por ejemplo, se me da bien animar en partidos de fútbol, concursos de gimnasia artística, combates de judo; aplaudir, vitorear… Yo lo doy todo, quizá un poco too much, pero la realidad es que lo he podido hacer mucho, mucho menos, de lo que hubiese querido. Me he pasado 20 años disfrutando siempre de un bebé en casa, y el ambiente helador de los pabellones hizo que, una gran cantidad de mis gritos de ánimo, se ahogasen entre cucharada y cucharada de la papa de fruta, en la cocina de casa.
Otro ejemplo son los cuentos. Soy capaz de poner la mejor voz de la madre de los siete cabritillos y, ¡ni te imaginas cómo clavo a la abuelita de Caperucita! Pero sé que muchos de mis cuentos los apagó el ruido de la secadora con ropa secuestrada y necesaria para el día siguiente.
Tener que renunciar a ciertas tareas, sabiendo que se te dan bien, es lo que realmente duele. Sin embargo, no tener tiempo para hacer un disfraz nunca me ha dolido. A Dios no le pareció necesario incluir este accesorio de las manualidades o la costura entre mis dones (en su lugar, me regaló a mi amiga Bárbara).
Y hoy, amiga mía, quiero recordarte que la vida de tus hijos, la del primero, la del quinto, o la del décimotercero, merecen la pena. En concreto, merecen esas penas. Esa vida vale más, mucho más, que esas renuncias. Sé que lo sabes, pero quería recordártelo.
Además, voy a hacer una recomendación a cualquier mujer que me lea. Ahí va el titular: Las madres de familia numerosa son las mejores amigas que puedes encontrar. ¿Necesitas argumentos que lo justifiquen?:
− Tienen capacidad de empatizar con cualquiera; cuantos más hijos, mayor capacidad. Porque, por causa de ellos, se han visto metidas en situaciones inverosímiles. Así que no dudes de que se van a hacer cargo de la tuya. Sin sorpresas. Lo han visto todo.
− No son jueces, no juzgan a las personas, esencialmente por tres razones: 1) no tienen tiempo; 2) las peleas de sus hijos ya les obligan a dictar sentencia más veces de las que querrían; 3) saben que, con un simple golpe de vista, no se adivina lo que hay detrás de un hecho.
− Son las personas más adecuadas para pedirles un favor. Sí, sé que muchas pensáis: “Con todo lo que tiene encima, ¡cómo le voy a pedir nada!”. Pues te equivocas, porque son las que tienen mayor capacidad de trabajo y a las que menos le asusta improvisar, y entenderán que les pidas ayuda. Cuenta la sabiduría popular que nadie perdona mejor que el que ha tenido que ser perdonado antes. Y, del mismo modo, las madres de familia numerosa comprenderán tus necesidades, y jamás harán razonamientos como: “Si tiene tantos hijos es porque quiere; no pensará que se los tenemos que atender el resto”. Así que, si tienes que pedir un favor, empieza por ellas.
− Las madres de familia numerosa desarrollan un filtro que distingue las pocas circunstancias de la vida que realmente merecen nuestros desvelos. Y contagian su simplificación de la vida.
Dame una madre de familia numerosa, y te garantizo éstas y muchas otras cualidades. Acuérdate de lo que te he contado si tienes una cerca. Por cierto, ¿hay un día internacional para homenajear a las madres de familia numerosa? Y, si no lo hay, ¿lo creamos? Why not?
Mar Dorrio es Licenciada en Humanidades y máster en Orientación familiar, actualmente es estudiante de doctorado de esta vida a través de sus 12 hijos. Autora de Calendario de Adviento (Eunsa) y El castillo de los calcetines perdidos (Papel de plata). Escribe en el blog Why not twelve?, responsable de El Café de los Viernes y colaboradora de Aleteia.
Fuente: mujeresteniamosqueser.com
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