Cómo las ideologías y actitudes vitales de la «modernidad» han sustituido a la idea cristiana del hombre y de la sociedad y cómo han penetrado en la educación y en la Universidad
Querido amigo:
Nos habíamos quedado en el recuerdo de ese texto de Benedicto XVI sobre la verdadera finalidad de la Universidad y, por ende, de los profesores universitarios. Y lo primero que has hecho es comparar esa idea preciosa de Universidad con lo que has experimentado y sigues viendo en la actualidad en varias de ellas.
Tus reflexiones, bastante atinadas por cierto, se refieren a la pérdida del sentido humanístico original de la Universidad; al paso de la razón trascendente a una mera razón técnica; a la preponderancia de la «sinrazón burocrática sobre cualquier razón, por más razonable que esta sea» (¡te ha salido una frase estupenda, y desgraciadísimamente cierta!); a la conversión de la mayor parte de las Facultades en grandes fábricas de titulados técnicamente muy bien dotados al servicio de la «sociedad de consumo»… Y, al final, te preguntas, no sé si retóricamente, dando el no por sentado, o con una cierta esperanza: «¿Es posible todavía la existencia de una Universidad verdaderamente cristiana, católica?».
Dejando aparte las Universidades de ámbito puramente eclesiástico, es decir, aquellas que preparan filosófica, jurídica, pedagógica, comunicativa y teológicamente a sacerdotes y laicos que van a desempeñar diversas funciones dentro de la Iglesia, donde la respuesta es claramente sí, la contestación para las universidades civiles de inspiración católica, a las que tú y yo nos estamos refiriendo, es, en un primer momento, claramente «gallega»: ¡depende!
Pero, como no te conformarás con ella, te explicitaré que actualmente no es posible al cien por cien ni aproximarse bastante a eso, pero que, poco a poco, con mucho trabajo, voluntad, oración, gracia de Dios, aceptación del martirio de la coherencia por parte de muchos, contar con algunos profesores santos, y otros factores, podría llegarse a una aproximación que no me atrevo a calcular.
Para entender por qué no es posible actualmente no hay más remedio que acudir a la historia y a la situación actual de la sociedad. Pero es imposible hacerlo con brevedad, ya que las causas de esa imposibilidad son múltiples y vienen de lejos. Por lo que solo puedo darte unas pistas y una bibliografía selecta donde tú mismo puedas encontrar las respuestas.
Para comprender, por tanto, cómo se ha llegado a esta situación hay que entender, en primer lugar, el proceso de secularización -de descristianización y ulterior deshumanización- que hemos experimentado en los últimos trescientos años (aunque, paradójicamente, este proceso de deconstrucción de la idea cristiana del hombre y de la sociedad se incoara ya antes, con Lutero). Para ello, te sugiero la lectura de uno de estos dos libros que son, a mi juicio, los que mejor lo explican con claridad y profundidad. Te sonará el autor del primero, pues se trata del último doctor honoris causa por nuestra queridísima Universidad: Rémy Brague. Su título: El reino del hombre. Génesis y fracaso del proyecto moderno. El segundo es del que fuera rector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, Mariano Fazio. Su título: Historia de las ideas contemporáneas. Una lectura del proceso de secularización.
Entendido este proceso, hay que ver de qué modo esas ideologías, sistemas de pensamiento y actitudes vitales de la «modernidad» que han sustituido, reduciéndola significativamente o contrariándola frontalmente, a la idea cristiana del hombre y de la sociedad, han penetrado en la educación y en la Universidad. Cómo se ha llegado, desde esas comunidades de personas y saberes que buscaban la verdad, el bien y la belleza; que unieron la fe y la razón en esa búsqueda; que sintetizaron admirablemente el pensamiento griego, la tradición hebrea, el derecho romano y la fe cristiana; que ampliaron los horizontes de la ciencia; que humanizaron la sociedad; etc., hasta convertirlas en unas instituciones que «se dedican exclusiva o primordialmente a formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento».
Pues también aquí te voy a recomendar otros dos libros magníficos. El primero es de tu querido C.S. Lewis -recuerdo que un día me comentaste que te encantaron las Cartas del diablo a su sobrino-, cuyo libro más breve y profundo es La abolición del hombre. Su título es enormemente significativo de las consecuencias que una de esas facetas diabólicas de la modernidad, el relativismo, ha producido en el sistema educativo. Otro autor anglosajón, esta vez norteamericano, Allan Bloom, escribió por las mismas fechas, finales de los 80, El cierre de la mente moderna. Aunque de un modo mucho más descriptivo y tocando varios resortes más, Bloom llega a las mismas conclusiones que Lewis: que el relativismo ético, cultural y social conduce inexorablemente a la supresión de todo valor natural, verdadero y bueno.
Cuando los leas, seguiremos nuestra conversación epistolar. Y no me digas que no tienes tiempo… Un profesor universitario que no lea al menos un libro cada semana… Vale. Que Dios te bendiga,
Gabriel.
Gabriel Galdón, en eldebatedehoy.es.
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