Buena parte de la sociedad reconoce hoy el servicio de la Iglesia a creyentes y no creyentes. Sin embargo muchos llevan tiempo desconcertados por voces que piden cambios en la doctrina…
Durante estos meses, la Iglesia está haciendo un gran esfuerzo por sostener la esperanza de todos, en particular de los miles de personas infectadas, implorando con insistencia el final de la pandemia. No solo orando sino atendiendo a los enfermos y sus familiares, con sufragios por los difuntos, y movilizando a tantos voluntarios para recoger y suministrar alimentos a familias necesitadas.
Buena parte de la sociedad reconoce hoy ese servicio de la Iglesia a creyentes y no creyentes. Sin embargo muchos llevan tiempo desconcertados por voces que piden cambios en la doctrina, en la moral sexual, y en la vocación de los sacerdotes. No se comprende el celibato, se impulsa la ordenación de hombres casados, o el sacerdocio para las mujeres. Parecen temas distintos pero tienen su tronco común en la realidad del sacerdocio como hombre de Dios llamado a servir a todos.
Polémica artificial
El cardenal Sarah ha tenido varios encuentros con Benedicto XVI, intercambiado ideas, inquietudes, y escritos, a la vez que manifiesta que «hemos rezado y meditado en silencio». Fruto de todo ello es un libro breve aunque llamado a influir durante mucho tiempo. Trata sobre el sacerdocio de Jesucristo encarnado en los sacerdotes desde la fundación de la Iglesia[1].
El cardenal Sarah es prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los sacramentos, y se propone mostrar la naturaleza del sacramento del Orden, precisamente cuando algunos vienen cuestionándolo desde hace décadas. Las ideas y exposición son también del cardenal J. Ratzinger que tanto ha disertado sobre el sacerdocio; y luego, como Benedicto XVI, ha enseñado cómo es la identificación de los sacerdotes con Jesucristo.
Como se recordará esta obra ha nacido con polémica, no tanto por sus autores sino por algún escándalo artificial −una cortina de humo− que impide conocer el contenido. Pues bien, ambos autores escriben desde lo más hondo de sus corazones, porque conocen bien los intentos de acabar con el sacerdocio de la Iglesia católica, rompiendo con la Tradición que procede Jesucristo.
Qué es ser sacerdote católico
Procuraré exponer algunas ideas de fe bien razonada que aportan los autores. La primera parte trata sobre el sacerdocio católico con ideas expresas de Benedicto XVI y Sarah durante esas largas conversaciones, con ánimo de atajar los ataques al sacerdocio. Es una teología que recorre el Antiguo Testamento y la radical novedad del sacerdocio de Jesucristo participado por los ordenados.
Benedicto XVI destaca que el ministerio del Nuevo Testamento no va ligado a la herencia familiar −como ocurría en el Antiguo Testamento con los levitas− sino a un don de Dios, una vocación con un fuerte compromiso de identificación plena con Jesucristo entregado en la Eucaristía, Esposo de su Iglesia, mediante un vínculo indisoluble, que viven también los sacerdotes con el celibato fiel.
En la segunda parte Sarah se adentra en el celibato sacerdotal, cuestionado por algunos como ariete para desarbolar el sacerdocio en la Iglesia. Presenta una mirada eclesiológica y pastoral sobre el sacerdote llamado a amar hasta el fin. Considera que hay un grave enfrentamiento con la doctrina de la Iglesia sobre el celibato que amenaza la continuidad sacramental del amor de Buen Pastor. Junto con Benedicto XVI destaca que la abstinencia sexual no es tanto funcional ni disciplinaria cuanto ontológica, es decir, que está en la naturaleza misma del sacerdocio católico.
El sacerdocio no es un derecho ni una obligación personal o comunitaria sino un don que Dios hace a algunos hombres como ministros suyos, para alimentar a su Pueblo desde la Eucaristía como sacramento fontal; añadiendo que el sacerdote no se limita a confeccionar y administrar los sacramentos sino a transmitir la Verdad de Jesucristo, el alimento de la Palabra, y a ser el Buen Pastor de los fieles. (Continuará).