Lo ha hecho durante la Audiencia general de hoy, comentando el Libro de los Hechos de los Apóstoles, y en concreto la llegada a Atenas, la gran ciudad de la cultura, del apóstol Pablo
Queridos hermanos y hermanas:
Siguiendo nuestro viaje por el libro de los Hechos de los Apóstoles, hoy acompañamos al apóstol Pablo a su llegada a Atenas, la gran ciudad de la cultura griega. En ella, el apóstol frecuenta la sinagoga, símbolo de la fe en Dios; la plaza, centro de la vida ciudadana, y al Areópago, corazón de la vida cultural y política. El contacto con el paganismo no le asusta, sino que le empuja a crear un puente para dialogar con aquella cultura.
Con mirada contemplativa, Pablo descubre que Dios habita en las casas de los atenienses, en sus calles, en sus plazas; no mira al paganismo con hostilidad, sino que, en un ejemplo extraordinario de inculturación, anuncia a Cristo partiendo de su fe en un “Dios desconocido”, al que han construido un ídolo. Después de captar su benevolencia desde este puente, comienza a explicar paso a paso la revelación, desde la creación hasta la revelación de Cristo.
Aparentemente este camino no dio el resultado esperado, por un tiempo ellos escucharon con simpatía, pero la muerte y resurrección de Cristo se reveló como un escándalo para los judíos y necedad para los paganos, suscitando desprecio y burlas. Pero no es así, algunos se convirtieron y quedaron como semilla de la fe también en Atenas.
Proseguimos nuestro “viaje” con el libro de los Hechos de los Apóstoles. Tras las pruebas vividas en Filipos, Tesalónica y Berea, Pablo llega a Atenas, al mismo corazón de Grecia (cfr. Hch 17,15). Esa ciudad, que vivía a la sombra de las antiguas glorias a pesar de la decadencia política, conservaba aún el primado de la cultura. Allí el Apóstol «se consumía en su interior al ver la ciudad llena de ídolos» (Hch 17,16). Pero ese “impacto” con el paganismo, en vez de hacerle huir, le impulsó a crear un puente para dialogar con aquella cultura.
Pablo decide entrar en familiaridad con la ciudad y empieza a frecuentar los lugares y personas más significativos. Va a la sinagoga, símbolo de la vida de fe; va a la plaza, símbolo de la vida ciudadana; y va al Areópago, símbolo de la vida política y cultural. Encuentra judíos, filósofos epicúreos y estoicos, y muchos otros. Encuentra a toda la gente, no se encierra, va a hablar con toda la gente. De ese modo Pablo ve la cultura, observa el ambiente de Atenas «desde una mirada contemplativa» que descubre «al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas» (Evangelii gaudium, 71). Pablo no mira la ciudad de Atenas y el mundo pagano con hostilidad sino con los ojos de la fe. Y esto nos lleva a preguntarnos sobre el modo de mirar nuestras ciudades: ¿las observamos con indiferencia, con desprecio, o con la fe que reconoce a los hijos de Dios en medio de las muchedumbres anónimas?
Pablo elige la mirada que le lleva a abrir un hueco entre el evangelio y el mundo pagano. En el corazón de una de las instituciones más célebres del mundo antiguo, el Areópago, da un extraordinario ejemplo de inculturación del mensaje de la fe: anuncia a Jesucristo a los adoradores de ídolos, y no lo hace agrediéndoles, sino haciéndose «pontífice, constructor de puentes» (Homilía en Santa Marta, 8-V-2013).
Pablo parte del altar de la ciudad dedicado «al dios desconocido» (Hch 17,23): había un altar con la frase “al dios desconocido”; sin imagen ni nada, solo esa inscripción. Partiendo de esa “devoción” al dios desconocido, para entrar en empatía con sus oyentes, proclama que Dios «vive entre los ciudadanos» (Evangelii gaudium, 71) y «no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas» (ibíd.). Es precisamente esa presencia la que Pablo intenta desvelar: «vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer» (Hch 17,23).
Para revelar la identidad del dios que los atenieses adoran, el Apóstol parte de la creación, o sea de la fe bíblica en el Dios de la revelación, para llegar a la redención y al juicio, es decir, al mensaje propiamente cristiano. Muestra la desproporción entre la grandeza del Creador y los templos construidos por el hombre, y explica que el Creador siempre se deja buscar para que cada uno lo pueda encontrar. Así, Pablo, según una bonita expresión del Papa Benedicto XVI, «anuncia a Aquel, que los hombres ignoran y, sin embargo, conocen: el Ignoto-Conocido» (Benedicto XVI, Encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins, 12-IX-2008). Luego, invita a todos a ir más allá «de los tiempos de la ignorancia» y a decidirse por la conversión con vistas al juicio inminente. Pablo llega así al kerygma y alude a Cristo, sin citarlo, definiéndolo como el «hombre que Dios ha designado, presentando a todos un argumento digno de fe al resucitarlo de entre los muertos» (Hch 17,31).
Y aquí llega el problema. Las palabras de Pablo, que hasta entonces habían mantenido a sus interlocutores en vilo ─porque era un descubrimiento interesante─, encuentran un obstáculo: la muerte y resurrección de Cristo parece «necedad» (1Cor 1,23) y suscita ridículo y burla. Pablo entonces se aleja: su intento parece fracasado, pero algunos se unen a su palabra y se abren a la fe. Entre ellos un hombre, Dionisio, miembro del Areópago, y una mujer, Damaris. Así pues, también en Atenas el Evangelio arraiga y puede correr a dos voces: la del hombre y la de la mujer.
Pidamos también nosotros hoy al Espíritu Santo que nos enseñe a construir puentes con la cultura, con quien no cree o con quien tiene un credo diverso al nuestro. Siempre construir puentes, siempre la mano tendida, nunca agresión. Pidámosle la capacidad de inculturar con delicadeza el mensaje de la fe, poniendo en los que están en la ignorancia de Cristo una mirada contemplativa, movida por un amor que caliente incluso los corazones más endurecidos.
Saludo cordialmente a los peregrinos francófonos, en particular a los jóvenes de la Diócesis de Paris. Hermanos y hermanas, pedid al Espíritu Santo que os enseñe a construir puentes con los que no creen. Que siempre sepáis cómo manifestarles nuestra fe, dirigiéndoles una mirada de amor que toca hasta los corazones más duros. Dios os bendiga.
Doy la bienvenida a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los que provienen de Inglaterra, Escocia, Malta, Zimbabue, India, Indonesia, Israel, Malasia, Filipinas y Estados Unidos de América. Sobre todos invoco la alegría y la paz del Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Saludo de corazón a los peregrinos de lengua alemana. Que el Espíritu Santo os haga crecer constantemente en el conocimiento de Dios de modo que podáis difundir su amor y su verdad en el mundo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y Latinoamérica. Pidamos hoy al Espíritu Santo de enseñarnos a construir puentes con quienes no creen o tienen otra fe distinta a la nuestra. Pidamos la capacidad de inculturar con delicadeza el mensaje de la fe. Que el fuego de su amor que es capaz de inflamar el corazón más endurecido abra los ojos de los que todavía no conocen a Cristo. Que el Señor los bendiga.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los miembros de la Associação de Imprensa de Inspiração Cristã, de Portugal, y a los fieles brasileños de Niterói. Queridos amigos, en este mes de noviembre, estamos invitados a rezar por los difuntos. Guiados por la fe en la comunión de los Santos, procurad encomendar a Dios, especialmente en la Eucaristía, a vuestros familiares, amigos y conocidos fallecidos, sintiéndoles cercanos en la gran compañía espiritual de la Iglesia. Dios os bendiga a todos.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes del Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, ante tantos sufrimientos de nuestro tiempo, pidamos al Señor que haga de nosotros constructores de puentes, y que abra nuestros corazones a las necesidades de los menesterosos, indefensos, pobres, desempleados, y de quien llama la nuestra puerta en busca de pan, de un refugio y del reconocimiento de su dignidad. El Señor os bendiga.
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, el domingo que viene la Iglesia en Polonia celebra la XI Jornada de Solidaridad con la Iglesia Perseguida, organizada por la Fundación Papal “Ayuda a la Iglesia que sufre”, junto a la Conferencia Episcopal Polaca. Este año la ayuda espiritual y material se dirige en particular a los cristianos de Sudán del Sur. Que vuestra oración y las obras concretas de solidaridad lleven alivio y ayuda a los hermanos y hermanas que sufren por Cristo en diversas partes del mundo. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Saludo a las Dominicas de la Inmaculada Concepción; a las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús y a los grupos parroquiales, especialmente a los de Andria y de San Ferdinando di Puglia. Además saludo al Grupo deportivo defensa Grande Termoli; y a las escuelas primarias de Rimini y de Riccione.
Saludo finalmente a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Que el mes de noviembre, dedicado a la memoria y a la oración por los difuntos, sea para todos la ocasión para reconsiderar el significado de la existencia humana y de la vida eterna. Que este tiempo sea un aliento para comprender que la vida tiene un gran valor si se vive como don, no solo para uno mismo, sino para Dios y el prójimo
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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