Es normal que a los ciudadanos de a pie los impactos negativos nos impresionen más que los positivos, pero no debería ocurrirles lo mismo a quienes tienen como profesión, precisamente, la difusión de la verdad
Antes de entrar en materia, quiero daros muy sinceramente las gracias a todos por la increíble respuesta y difusión que ha tenido mi post anterior sobre Teresa Cardona. Fue un impulso del corazón, una exclamación más que una descripción, que el viento de las redes sociales, sin duda movido por el soplo de Teresa, ha difundido por todo el mundo. Muchas gracias de verdad. Teresa se lo merece.
Ahora, después de estos días tan extraordinarios, toca volver a lo ordinario. Y, sin embargo, este fin de semana ha sido también especial.
Mi mujer y yo hemos ido a Murcia, donde me habían invitado a dar una conferencia sobre el matrimonio. La ola de calor amenazaba con derretirlo todo, pero la experiencia ha sido inmejorable.
El evento al que íbamos se denomina “Tu verano en pareja… o no”, y es una iniciativa de un grupo de matrimonios que un buen día decidieron hacer algo para ayudar a los demás. ¡Hay tantas buenas iniciativas por el mundo! Algún día habrá que proponer a las facultades de periodismo que añadan en su plan de estudios una asignatura nueva que podría titularse algo así como “estrategias y técnicas para descubrir y dar a conocer el bien”. Cuando uno escucha o lee las noticias, da la impresión de que el porcentaje de maldad y de bondad están invertidos. Es normal que a los ciudadanos de a pie los impactos negativos nos impresionen más que los positivos, pero no debería ocurrirles lo mismo a quienes tienen como profesión, precisamente, la difusión de la verdad. Y yo veo en mi entorno una realidad que no se refleja en los medios: existe mucho más bien que mal. En fin…
El caso es que en “Tu verano en pareja… o no” han encontrado un formato atractivo y sugerente para hablar del amor y de la vida: una conferencia al aire libre en el jardín de una casa a última hora de la tarde del viernes seguida de un coctel agradabilísimo en que compartir anhelos, inquietudes, ánimos y mucha alegría. Es la combinación perfecta: trabajar, hacer el bien y pasarlo mejor todavía. Todo preparado con clase y sencillez: como son las cosas auténticamente humanas.
En las diferentes conversaciones que tuvimos durante la cena salió un tema recurrente: la necesidad de formación. Y me recordó una expresión de Julián Marías que he utilizado a menudo. Hablaba el filósofo de los “bárbaros verticales”, aquellas personas hiper-especialistas, que saben mucho de una sola cosa, verticalmente, pero son horizontalmente planos, analfabetos, en todo lo humano. No saben nada de lo importante: la familia, la persona humana, la amistad y los auténticos valores humanos.
En el fondo, todos lo somos un poco. Nos resistimos a aprender. Y, en esto del amor, como escuché decir una vez a José Noriega, autor de “El destino del eros”, no sirven los espontáneos. Hay que querer y hay que saber. Y la primera condición del aprendizaje es la humildad. Solo quien es consciente de sus limitaciones tiene las condiciones para aprender. La gran ventaja del amor es que es irrestricto, por lo que siempre estamos a tiempo de aprender algo nuevo.
Mi mujer y yo aprendimos mucho en este viaje a Murcia del entusiasmo, saber hacer y cariño de nuestros anfitriones: Carmen y Juanmi, Cari y Santiago, María José y Fede, Lola y Pablo, María Jesús… y todos los que hacen posible que cada pareja tenga cada año su mejor verano. ¡Muchas gracias y enhorabuena!
Ojalá muchos se animen a impulsar nuevas iniciativas que nos ayuden a descubrir dónde está lo importante: nuestra mejor empresa, nuestra familia.