Supongo que por eso le mataron, porque siempre es molesto que venga un señor con prestigio, diciéndote que mucho hablar, pero que no haces nada de lo que predicas
El apóstol Santiago no era un mindundi. Pariente de Jesucristo, Obispo de Jerusalén, un señor con mucha autoridad.
A Santiago se le ocurrió escribir una carta. Como fue martirizado hacia el año 62, la carta debe ser del año 50, más o menos.
Allí habla de la coherencia entre fe y conducta. Bastante bruto y bastante claro para que se le entendiese: “la fe, si no va acompañada de obras, está realmente muerta”. Dicho esto, por si no hubiera quedado suficientemente claro, remacha el clavo: “también los demonios creen y se estremecen”.
Un señor así, molesta. Y supongo que por eso le mataron, porque siempre es molesto que venga un señor con prestigio, diciéndote que mucho hablar, pero que no haces nada de lo que predicas.
Como la carta no es muy larga, la leí de un tirón. El buen Santiago no se reblandece. Un poco más adelante, dice que “en realidad no sabéis qué será de vuestra vida el día de mañana, porque sois un vaho que aparece un instante y en seguida se evapora”.
Lo del vaho me impresionó, no porque me pareciera nuevo, sino porque coincide con algo que se me ocurre a mí. Veo un local lleno de gente, cientos y cientos de personas y pienso: “de aquí a cien años, de todos estos no quedará NI UNO”.
No os preocupéis, que, a partir de ahora no pienso decir: “el apóstol Santiago y yo afirmamos…”. Es puro sentido común. Aunque un amigo mío dice que no hay constatación empírica de que él se vaya a morir, lo cierto es que, hasta ahora, en el mundo no queda NADIE de los que nacieron hace 200 años y más.
Veo problemas. Los vemos todos. Luchas de vahos contempladas por vahos, en las que los vahos que hacen de público opinan, se enfadan, dogmatizan y los vahos protagonistas fundamentalmente dogmatizan, opinan y hasta parece que se enfadan.
Esto es verdad, pero no hay que pasarse. Porque darse cuenta de la verdad −soy vaho y esto dura cuatro días y para qué preocuparse si dentro de cinco días vendrá otro vaho que dirá lo mismo que digo yo o dirá lo contrario y durará cuatro días y así− darse cuenta de todo eso, puede dar lugar a una imperturbabilidad negativa, que quite toda ilusión.
Hay mucho que hacer en el mundo. En lo social, en lo político, en lo económico…
Lo social incluye lo familiar. En casa celebramos Nochebuena, encendiendo todas las luces y alguna más. Nos reunimos muchos. Anteayer, 45. Las mujeres, rutilantes. Los hombres, lo más rutilantes que pueden, con chaqueta y corbata, por supuesto.
Los que faltan, llaman. Cenamos bien. A las 12 de la noche, el más pequeño pone el Niño Jesús en el Belén. Después, cantamos villancicos y estamos hasta las tantas. Cuando éramos menos íbamos a Misa del Gallo, pero ahora, con esta multitud, es más difícil. Ya iremos a Misa mañana.
Todo vahos. Pero vahos construyendo. En nuestro caso, y en miles de casos, construyendo una familia.
Acabadas las fiestas, vahos, a construir trabajando. Después de estos días, cuesta un poco volver a la normalidad. Le llaman ‘síndrome postvacacional’. Antes, le llamábamos ‘pereza’. Con un nombre u otro, es lo normal. Es lo del “ganarás el pan con el sudor de tu frente” en la parte correspondiente al ‘sudor de tu frente’.
El año que viene, por estas fechas, algunos vahos habrán desaparecido. Otros habrán ocupado sus puestos. Me gustaría que el saldo fuera positivo, porque eso de que las defunciones (desaparición de vahos) superen a los nacimientos (aparición de nuevos vahos) no me gusta nada.
Es verdad, somos vaho, pero mientras estamos aquí hay que establecer un equilibrio: por una parte, intentar construir. Por otra, darnos cuenta de que no somos eternos.
Este equilibrio dará como consecuencia una lápida en nuestro nicho: “hizo lo que pudo”.
Si, además, se pudiera poner detrás del “hizo lo que pudo” otro texto, como por ejemplo, “intentó hacerlo bien”, la cosa quedaría más redonda.
Y me gustaría que se pudiera completar la lápida poniendo “y ayudó a los demás”.
Quedaría “hizo lo que pudo, intentó hacerlo bien y ayudó a los demás”.
Un país en el que se pudieran poner 46 millones y medio de lápidas con ese texto, sería una maravilla.
¡Feliz año 2019!
¡Vahos, a por la lápida!
Leopoldo Abadía, en lavanguardia.com.
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