La experiencia de las conferencias de prensa durante los viajes pontificios muestra cómo es posible resumir en pocas líneas la mente y el corazón del Papa
En la rueda de prensa del papa Francisco, en el vuelo de regreso de su viaje pastoral a Colombia, tuvo que ser una periodista, Elena Pinardi, quien se interesase por sus posibles molestias, después del pequeño golpe en la frente sufrido en el papamóvil... De ahí pasó a plantear el problema del medio ambiente y del cambio climático.
Mientras volamos −venía a decir−, pasamos cerca del huracán Irma, que ha causado decenas de muertes y daños enormes en las islas del Caribe y en Cuba, y se teme la inundación de vastas áreas de Florida. Seis millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares. Después del huracán Harvey, se desencadenaron casi tres huracanes en la zona al mismo tiempo. Los científicos consideran que el calentamiento de los océanos es un factor que contribuye a hacer más intensas las tormentas y los huracanes estacionales. ¿Hay una responsabilidad moral de los líderes políticos que rechazan colaborar con otras naciones para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero, porque niegan que el cambio climático sea también obra del hombre?
Ciertamente, los huracanes del Caribe recuerdan el deber de cuidar la casa común. El papa podría haberse remitido en su respuesta a la inquietud grande, que mostró desde los comienzos del pontificado. Cuajó, ya en el tercer año, en la primera carta de un pontífice −si no me equivoco− dedicada a desarrollar, dentro de la doctrina social de la Iglesia, el cuidado de la casa común de la humanidad: la encíclica Laudato si’, del 24 de mayo de 2015, día de Pentecostés.
Fueron antes y después constantes las referencias, especialmente en sus viajes a países en vías de desarrollo y en sus intervenciones ante organismos internacionales. Hasta el reciente mensaje conjunto con el patriarca ecuménico Bartolomé, con motivo de la III Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación, celebrada el primero de septiembre. Muy al comienzo del texto, se lee: «La tierra nos fue confiada como un don y un legado sublime, del que todos somos responsables hasta que, “al final”, todas las cosas en el cielo y en la tierra serán recapituladas en Cristo (cf. Ef 1,10). Nuestra dignidad y bienestar humano están profundamente conectados con nuestro cuidado por toda la creación».
Por eso lamentan la lejanía actual del sentido original de la naturaleza creada, y previenen contra las consecuencias trágicas y duraderas de una “cosmovisión alternativa”, que sufren sobre todo las personas más vulnerables. Concluyen con una llamada urgente a los líderes «para que escuchen el grito de la tierra y atiendan las necesidades de los marginados, pero sobre todo para que respondan a la súplica de millones de personas y apoyen el consenso del mundo por el cuidado de la creación herida».
La experiencia de las conferencias de prensa durante los viajes pontificios muestra cómo es posible resumir en pocas líneas la mente y el corazón del obispo de Roma en relación con asuntos de máxima entidad. Así, ante la negación de la responsabilidad humana en el origen del cambio climático y sus consecuencias, el papa afirmó −la traducción es mía− que «quien lo niegue tiene que acudir a los científicos y preguntarles. Hablan muy claro. Los científicos son precisos. El otro día, cuando se difundió la noticia de ese barco ruso −creo− que fue de Noruega a Japón o Taipéi pasando por el Polo Norte, sin el rompehielos, y las fotografías dejaban ver trozos de hielo... A través del Polo Norte ahora, se puede pasar. Es muy claro, es muy claro. Cuando se publicó esta noticia, salió otra, de una universidad −no recuerdo de dónde− que decía: “Sólo tenemos tres años para dar marcha atrás; de lo contrario, las consecuencias serán terribles”. No sé si es exacto “tres años” o no; pero sí que, si no rectificamos, caeremos por una pendiente. Vemos los efectos del cambio climático, y los científicos marcan claramente el camino. Y todos tenemos una responsabilidad moral, todos −pequeña o grande− al aceptar, opinar o tomar decisiones. Y tenemos que tomarlo en serio. Creo que es algo que no puede tomarse a broma, es muy grave. Me pregunta: ¿cuál es la responsabilidad moral? Cada uno tiene la suya. También los políticos tienen la suya. Según la respuesta que da cada uno. En síntesis, primero, cada uno tiene su propia responsabilidad moral. Segundo, si uno tiene dudas, que pregunte a los científicos −son clarísimos, no hablan a voleo...: son claros− y que decida luego. Y la historia juzgará las decisiones».
Ante la insistencia de otro periodista italiano, Enzo Romeo, que se refirió también a las inundaciones sufridas en Italia y en la propia Roma, y a la lentitud en tomar conciencia del problema, Francisco evocó una frase del Antiguo Testamento sobre la estupidez testaruda del único animal de la creación que tropieza dos veces en la misma piedra. «Por la soberbia, la presunción de decir: “No, no será así...”» (Aparte del dios Dinero): «el hombre es estúpido, dice la Biblia. Y así, cuando no se quiere ver, no se ve. Se mira a otra parte».