Hoy me han venido a la cabeza algunas de esas personas que, desde sus circunstancias, sacan lo mejor de ti
Lo sé; lo sé. Hace tiempo que se lo debía.
No, no creas que te trato de usted. Tenemos ya mucha confianza, post a post… desde 2015. Hace tiempo que se lo debía… a ellos. Sí, y también a sus padres. Y a sus hermanos y abuelos. A sus familias. A quienes −como los anteriores− les quieren. A quienes les apoyan.
Y… a ti. Lo sé: digamos, pues, que hace tiempo que os lo debía.
Tengo una frase en el corazón. Marcada a fuego. Y no la he leído muchas veces; pero ha calado hondo: “El amor no cuenta cromosomas”. Porque si los cuenta… no es amor.
Hace poco conmemorábamos el Día Mundial del Síndrome de Down. Aún quedan personas −cada vez menos llegan a ver la luz…− con esta alteración genética: por cierto, no son las únicas afectadas por desórdenes cromosómicos.
Los que más cerca he tenido ¡mira que dan cariño y se hacen querer! Es un amor para siempre. Y, gracias a los adelantos científicos, ese “para siempre” cada vez dura más. Porque los que hoy nacen, los que hoy viven, alcanzan una mayor longevidad y calidad de vida.
Si las personas fuéramos máquinas de amar, conozco a varios de ellos que serían verdaderos tragaperras especiales: cada vez que invierto un céntimo de cariño, me devuelven cientos, miles, cientos de miles… Y el sonido de su risa, de su alegría, de sus ruidosos besos y abrazos, suena mucho mejor que el de las monedas que arrojan (de cuando en cuando) esas máquinas de azar, de apuestas, en las que “la casa” siempre acaba con superávit.
Hoy me han venido a la cabeza algunas de esas personas que, desde sus circunstancias, sacan lo mejor de ti. Y he recordado que iba a escribirte: porque es mi compromiso y… porque me importas.
He encontrado un post de Diego Contreras que me lo ha puesto en bandeja. Déjame que le dé las gracias, aquí, expresamente (enlace).
Diego nos contaba la historia de Mélanie Ségard. Una joven francesa, con Síndrome de Down, que recientemente rompía los niveles de audiencia televisiva en el momento en que presentaba las previsiones meteorológicas: ¡más de 5 millones de personas! Y no es que los espectadores estuvieran locos por saber si el finde podrían ir a la playa, no. Los franceses, en esta época, ya adivinan que allí… como que no.
Lo que querían los vecinos galos era verla a ella. A ella, en el momento en que hacía realidad lo que había soñado. ¡Qué bien lo hizo! ¡Y qué fácil fue hacerla feliz! A ella y a quienes gozaron viéndola. Y a tantos y tantos que hemos disfrutado después vía YouTube (enlace)… ¡Qué fácil es repartir felicidad cuando se quiere! ¡Y cómo se disfruta regalándola!
Ojo: no creas que estoy pensando en que somos tú o yo los que la regalamos. Porque, en el caso que nos ocupa, la que nos la dio fue ella: Mélanie.
¡Demasiadas veces creemos −seremos burros− que estamos dando, cuando lo que estamos es recibiendo! Anda, mírate este post (enlace); o por lo menos, no se te ocurra perderte el vídeo que contiene. Y si te lo pierdes… tú te lo pierdes. ?
Hoy quiero poner el altavoz del blog para que podamos escuchar (no solo oír) lo que nos dicen todos y todas las mélanies que en el mundo están.
¿Personas con problemas cromosómicos?
Seres humanos. Como tú. Como yo. Con idéntica dignidad. Con idénticos derechos. Y cada uno, con sus necesidades.
En este mundo convertido en un mercado, donde con frecuencia pesan más la productividad, los resultados, lo que se gana, lo que se tiene, lo que se exhibe, que lo que se es, Mélanie (y todas las personas como ella) son una apelación directa a tu mente y a tu corazón:
¿Qué es, de verdad, lo que vale en la vida? ¿Un poco más de felicidad, en tu entorno o fuera de él, o ese capricho material de anuncio publicitario −a menudo prescindible− por el que a veces entregamos parte de lo mejor?
Te remito a la historia que recogía en “Alguna clave sobre trabajo y vida”. Te hará pensar (enlace). Y recuerda la cita de Freud. O la de Walt Disney: “Pregúntate si lo que estás haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar mañana”.
Acabo ya, que se me van los tres minutos, con un vídeo muy breve (gracias Diego) en el que unos chicos con síndrome Down nos explican que no tienen necesidades especiales. Lo que tienen son necesidades humanas; personales. Como todos: educación, empleo, oportunidades, amigos y… un poco de amor. O sea, en ello, como tú. O como yo.
Es posible y necesario aportarles apoyo. Piden un poco de amor: ¡pero si los ves y el amor brota a borbotones!
Quisiéramos abrazarles… como solo algunos saben hacerlo. ¿Te acuerdas de Tim? Creo que te hablaba de él en un post (enlace).
Concluyo con una reflexión que hago para mí mismo y que te ofrezco: esta entrada del blog no es para entretenerte. Es para comprometerte.
Y para que, desde ese compromiso, des −como yo− gracias por todo lo que se cruza en tu camino para darte amor o para enseñarte a amar.
Y luego, seamos consecuentes y hagamos todo lo que podamos por ayudar a quienes lo necesiten a afrontar sus necesidades: educación, empleo, compañía (¡cuánta gente sola y no lo evitamos!)… o amistad.
Si quieres, empieza por difundir el post. Harás bien.
¡Gracias!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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