Entrevista a la ganadora del Premio Harambee 2017 a la Promoción e Igualdad de la Mujer
Eleva a la mujer y elevarás la casa, el hogar, la comunidad... e incluso el continente. Ésta es una de las tesis principales de la congoleña Antoinette Kankindi, profesora de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Strathmore, en Nairobi (Kenia) que, estos días, visita España para recibir el Premio Harambee 2017 a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana, ya en su séptima edición y cuyo objetivo es reconocer la labor de las africanas que, con su trabajo diario, se convierten en motor de todo un continente. "Inua dada inua jamii" −cuenta a El Mundo Kankindi− es un dicho swajili que significa: eleva a la mujer y elevarás la casa.
Esta intelectual de sonrisa amplia y también algo tímida consiguió, en 2013, llamar la atención del Fondo de Acción Urgente-África (UAF-A) con una conferencia titulada Liderazgo de las mujeres de África, ofrecida en un seminario en Malawi. Tanto les conquistó que el Fondo decidió financiar su programa de liderazgo de mujeres de los últimos años, en el que han participado empresarias, periodistas, políticas y científicas de países como Congo, Camerún, Costa de Marfil, Kenia y Sudán del Sur, entre otros.
La ONG Harambee, con el patrocinio de los laboratorios René Furterer, premia a esta africana que hizo el doctorado en la Universidad de Navarra −habla un castellano excelso− por "desvelar el liderazgo de la mujer" en su continente aunando "los desafíos del siglo XXI con los valores tradicionales africanos: familia, solidaridad y hospitalidad".
¿Cómo es el liderazgo que usted promueve a las mujeres con las que trabaja?
Cuando hablo de liderazgo de la mujer hablo de un liderazgo de integridad. Porque la corrupción en África es increíble y está muy expandida. El mayor problema es que esta corrupción empieza en los niveles más altos y cae como una cascada hasta abajo, velozmente. Se promueven muchas campañas anticorrupción pero no tengo claro que sean eficaces. Por eso es importante la integridad de la persona y, aunque su desarrollo social, su impronta en el resto de los individuos de su comunidad, sea más lenta, es sin duda más segura.
¿Podría describir a las mujeres con las que trabaja?
Son mujeres que han tenido la oportunidad de llegar a la educación universitaria. Pero lo que a mí más me interesa de ellas es que son mujeres puente, mujeres que generan puentes y que los tienden. Una mujer ejecutiva que ha llegado a lo más alto en una empresa, o en varías, ha llegado, sí, pero ahí arriba está sola. Se pelea como una leona pero no tiene tiempo de tender puentes. A mí me interesa que las mujeres con las que trabajo, a medida que crecen y se desarrollan, vayan creando lazos, de forma que cuando llegan arriba no están solas; no es una mujer ya, son muchas. Ellas saben cómo tratar con el machismo sin dejar de ser ellas mismas.
¿Cómo lo hacen?
Voy a decir algo que no es popular y que no gusta a la gente. Suelo decir que la mujer, en África, es el pilar del hogar y de la comunidad, pero también hay que decir que siguen estando en sus lugares tradicionales. Les puede parecer bien si el hombre cocina pero, seguramente, les parezca un desastre cómo queda la cocina después y tal vez prefieran cocinar ellas. Lo que yo quiero es que se sientan cómodas en su rol de mujeres y que nadie les pise los pies ni les impida caminar.
¿Cómo lidian con el machismo las mujeres africanas?
Las mujeres con las que trabajo buscan el diálogo en lugar del enfrentamiento. En vez de multiplicar lo bueno que el diálogo crea, el enfrentamiento multiplica conflictos y no resuelve el problema. El mecanismo que utiliza el feminismo radical para defender a la mujer crea enfrentamiento y éste lleva a conflictos y, si hay conflictos, es difícil solucionar algo.
¿Qué percepción tiene del feminismo europeo?
Se centra en el asunto de los derechos de la mujer pero, como todo discurso de derechos en la actualidad, se olvida de los deberes. Cuando uno se centra demasiado en los derechos y no en los deberes se acaba volviendo individualista. Mis derechos. Mío. Mi. Yo, yo, yo. Esto no permite avanzar en el desarrollo de las potencialidades que tiene la mujer, y esto es válido para todos. Allá donde se hable sólo de derechos y no de deberes no se avanza, sobre todo si pensamos en las comunidades. Mi participación en la comunidad es mi deber, no sólo mi derecho. Si hablo sólo de derechos estaré instrumentalizando al resto y creeré que yo no tengo que hacer nada para nadie.
¿Qué imagen tienen sus estudiantes de Occidente?
Los africanos tendemos a copiar lo que se hace aquí y, así, llegamos a perder algunas de nuestras esencias. En el mundo académico, uno ha de intentar siempre ver las dos caras de la moneda. Siempre les digo a mis alumnos que hay cosas buenas en Occidente que, sin embargo, no copiamos, pero copiamos otras que no lo son tanto. Una de esas cosas buenas por ejemplo es el trabajo bien hecho. Les digo a mis alumnos que uno que barre la calle en Europa barre la calle muy bien y ésta está siempre limpia. Y ya se sabe cómo están de sucias las calles en nuestros países. Siempre copiamos lo que es más destructivo para nuestros propios valores y no lo que podría engrandecerlos. Una pena.
En la charla previa a esta entrevista ha dicho que una de las razones de su programa de liderazgo femenino intenta que esas mujeres se queden en África y no se sumen a las filas de la inmigración europea. ¿Persiste entre los africanos la idea de que en Europa todo es mejor?
Esto es así. Es verdad. En África, siempre se cree que en Occidente las cosas están mejor, así lo ven en las películas y en las noticias y creen que es la realidad. La gente se lo cree, cree que hay gobiernos que financian a inmigrantes antes que a sus ciudadanos, creen que estarán mejor fuera, porque las posibilidades de trabajo no abundan en nuestros países, y creen que en Occidente tendrán trabajo. Viene gente con licenciaturas y termina trabajando limpiando o cuidando personas mayores en sus casas. Conozco muchas mujeres que han terminado así. Siempre piensan que aquí sigue siendo así, que lo mejor siempre está fuera, que estando fuera siempre tendrán trabajo y no es así. No se dan cuenta de la realidad, de que en los países europeos también hay personas luchando por su empleo.
¿Cree que los europeos entendemos el fenómeno migratorio?
No sólo vosotros no lo entendéis. Tampoco muchos africanos lo entienden y mucho menos saben que es un fenómeno dirigido, que aspira a influir en las políticas de inmigración de ciertos bloques de países. Provocar el tránsito es la nueva trata de negros, la nueva esclavitud, te dicen que te van a conseguir la carta verde americana... Cuántas organizaciones prometen que te van a conseguir la visa, la gente paga dinero y luego esa empresa desaparece. Los problemas siempre parten de una cuestión monetaria, se aprovechan de la gente que cree que en Occidente la vida es rosa. Allí tampoco lo entienden. Cuándo les digo a mis alumnos que la inmigración está provocada hay que explicárselo, porque no lo entienden de primeras, hay que hablarles de las políticas extranjeras que hay detrás. Y el mercado de personas que hay detrás...
Entrevista de Rebeca Yanke, en elmundo.es.
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