El Papa pasó la tarde del domingo en una parroquia de la periferia de Roma
La tarde del domingo 19 de febrero el Santo Padre Francisco realizó una visita pastoral, en su calidad de Obispo de Roma, a otra parroquia de su diócesis, en esta ocasión a la de Santa María Josefa del Corazón de Jesús en Ponte di Nona, que se encuentra al Este de la periferia de la capital italiana.
Esta parroquia ya había recibido en el pasado la visita de un Sucesor de Pedro. Concretamente la de San Juan Pablo II, hace ya quince años, cuando la iglesia acababa de ser construida.
A su llegada, sobre las 15:30, el Papa ha estado en el Salón del Teatro parroquial, con los niños y jóvenes del catecismo, y con el grupo juvenil. Luego saludó a los enfermos y ancianos, a los esposos que han bautizado a sus hijos en los pasados meses y a las familias asistidas por Caritas, y confesó a cuatro penitentes. A las 17:15, celebró la Santa Misa con homilía. Hacia las 19:00 regresó al Vaticano.
Hoy hay un mensaje que yo diría único en las Lecturas. En la primera Lectura está la Palabra del Señor que nos dice: «Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo» (Lv 19,2). Dios Padre nos dice esto. Y el Evangelio acaba con estas Palabras de Jesús: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48). Lo mismo. Ese es el programa de vida. Sed santos, porque Él es santo; sed perfectos, porque Él es perfecto. Y me podéis preguntar: “Pero, Padre, ¿cómo es la senda para la santidad? ¿Cuál es el camino para ser santos?”. Jesús lo explica bien en el Evangelio: lo explica con cosas concretas.
En primer lugar: «Fue dicho: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo os digo no hagáis frente al que os agravia» (Mt 5,38-39), o sea, nada de venganza. Si tengo en el corazón el rencor por algo que uno me ha hecho y quiero vengarme, eso me aleja del camino a la santidad. Nada de venganza. “Pero me lo has hecho, y ¡me la pagarás!”. ¿Eso es cristiano? No. “Me la pagarás” no entra en el lenguaje de un cristiano. Nada de venganza. Nada de rencor. “¡Pero es que ese me hace la vida imposible!” “¡Esa vecina de ahí habla mal de mí todos los días! ¡Pues yo también la criticaré!” No. ¿Qué dice el Señor? “Reza por ella” −“¿Por esa voy a rezar yo?” −“Sí, reza por ella”. Es el camino del perdón, de olvidar las ofensas. ¿Te dan una bofetada en la mejilla derecha? Preséntale la otra. El mal se vence con el bien, el pecado se vence con esa generosidad, con esa fuerza. Es feo el rencor. Todos sabemos que no es algo pequeño. Las grandes guerras −lo vemos en los telediarios, en los periódicos, esas masacres de gente, de niños…−, ¡cuánto odio!; pues es el mismo odio, el mismo que tú tienes en tu corazón por aquel, por aquella o por ese pariente tuyo o por tu suegra o por aquel otro; el mismo. Aquel está agrandado, pero es el mismo. El rencor, las ganas de vengarme: “¡Me las pagarás!”, eso no es cristiano.
“Sed santos como Dios es santo”; “sed perfectos como perfecto es vuestro Padre”, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos» (Mt 5,45). Es bueno. Dios da sus bienes a todos. “Pero si ese habla mal de mí, si ese me hizo una gorda, si aquel me ha…”. Perdonar. En mi corazón. Esa es la senda de la santidad; y eso aleja de las guerras. Si todos los hombres y mujeres del mundo aprendiesen esto, no habría guerras, no las habría. La guerra comienza aquí, en la amargura, en el rencor, en la sed de venganza, de hacerlas pagar. Pero eso destruye familias, destruye amistades, destruye barrios, destruye tanto, tanto… “¿Y qué debo hacer, Padre, cuando siento eso?”. Lo dice Jesús, no lo digo yo: «Amad a vuestros enemigos» (Mt 5,44). “¿Yo debo amar a ese?” −Sí. −“No puedo”. −Reza para que puedas. «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen» (ibid.). “¿Rezar por el que me hace daño?” −Sí, para que cambie de vida, para que el Señor lo perdone. Esa es la magnanimidad de Dios, el Dios magnánimo, el Dios del corazón grande, que todo lo perdona, que es misericordioso. “Es verdad, Padre, Dios es misericordioso”. ¿Y tú? ¿Eres misericordioso, eres misericordiosa, con las personas que te han hecho daño? ¿O que no te quieren tanto? Si Él es misericordioso, si Él es santo, si Él es perfecto, nosotros debemos ser misericordiosos, santos y perfectos como Él.
Eso es la santidad. Un hombre y una mujer que hacen eso, merecen ser canonizados: son santos. Así de sencilla es la vida cristiana. Yo os sugiero comenzar con poco. Todos tenemos enemigos; todos sabemos que aquel o aquella habla mal de mí, todos lo sabemos. Y todos sabemos que aquel o aquella me odia. Todos lo sabemos. Y empezamos con poco. “Pero yo sé que ese me ha calumniado, ha dicho de mí cosas feas”. Os sugiero: tómate un minuto, dirígete a Dios Padre: “Ese o esa es tu hijo, es tu hija: cambia su corazón. Bendícelo, bendícela”. Eso se llama rezar por los que no nos quieren, por los enemigos. Se puede hacen con sencillez. A lo mejor el rencor permanece; quizá el rencor siga en nosotros, pero estamos haciendo el esfuerzo de ir por la senda de este Dios que es tan bueno, misericordioso, santo y perfecto que hace salir el sol sobre malos y buenos: es para todos, es bueno con todos. Debemos ser buenos con todos. Y rezar por los que no son buenos, por todos.
¿Rezamos por los que matan niños en la guerra? Es difícil, está muy lejos, pero debemos aprender a hacerlo. Para que se conviertan. ¿Rezamos por esas personas que son más cercanas a nosotros y nos odian o nos hacen daño? “¡Eh, Padre, es difícil! ¡Me dan ganas de estrujarles el cuello!” −Reza. Reza para que el Señor les cambie la vida. La oración es un antídoto contra el odio, contra las guerras, esas guerras que comienzan en casa, que empiezan en el barrio, que comienzan en las familias… Pensad solo y las guerras en las familias por la herencia: ¡cuántas familias se destruyen, se odian por la herencia. Rezad para que haya paz. Y si yo sé que alguno me quiere mal, no me quiere, debo rezar especialmente por él. La oración es poderosa, la oración vence el mal, la oración trae la paz.
El Evangelio, la Palabra de Dios hoy es sencillo. Este consejo: «Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo». Y luego: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial». Y para eso, pedir la gracia de no quedarnos en el rencor, la gracia de rezar por los enemigos, de rezar por la gente que no nos quiere, la gracia de la paz.
Os pido, por favor, que hagáis esa experiencia: todos los días una oración. “Ah, ese no me quiere, pues, Señor, te pido…”. Uno al día. Así se vence, así iremos por esa senda de la santidad y de la perfección. Que así sea.
Párroco: Alessandro es un chico inteligentísimo. Hace algunos domingos, a propósito de la llamada de los Apóstoles, dije: “Si hoy viene Jesús y te llama, ¿quién está dispuesto a ir?”, y varios levantaron la mano. Entre ellos, él. Alessandro, aquí está Su Santidad el Papa Francisco, el Vicario de Cristo, y puedes preguntarle todo lo que quieras.
Alessandro: ¿Por qué te has hecho Papa?
Papa: Porque hay unos “culpables”. Uno de los culpables es ese [indica al Cardenal Vallini]. [Los niños estallan en risas]. ¿Tú sabes cómo se hace un Papa? Pues yo te lo explico. ¿Sabéis cómo se hace al Papa? [“¡No!”]. ¿Se paga, para ser Papa? [“¡No!”]. Pero si uno paga mucho, mucho, mucho, ¿al final lo hacen Papa? [“iNo!”] No. ¿Se hace a sorteo, el Papa? [“¡No!”] No. No se hace a sorteo. ¿Y cómo se hace? ¿Quiénes son los que eligen al Papa? Pensadlo bien: ¿quiénes son? [“Los cardenales”] Los cardenales. Y Don Agostino [Vallini] es un cardenal, es el Vicario de Roma, y él estaba entre aquellos 115 que estaban reunidos para elegir el Papa. ¿Lo habéis entendido? Y ellos se reúnen, hablan entra ellos, piensan… “Eh, pensemos en este, pensemos en ese, y este tiene esta ventaja, ese tiene otra ventaja…”, y razonan… Pero sobre todo −y esto es lo más importante− se reza. ¿De acuerdo? Esa gente que está encerrada, o sea, allí no pueden hablar con gente de fuera, están como aislados, desde la Casa Santa Marta van a la Capilla Sixtina a elegir al Papa. Hablan entre ellos sobre los que necesita la Iglesia hoy, y para eso es mejor una personalidad de este perfil o de este otro…; todos razonamientos humanos. Y el Señor envía al Espíritu Santo y el Espíritu Santo ayuda en la elección. Luego, cada uno da su voto y se hace el recuento, los sufragios, y el que tiene los dos tercios de los números es elegido Papa. Como veis, es un proceso hecho de mucha oración. No se paga, no hay amigos poderosos que empujan, no, no. Así pues, ¿quién hace al Papa?... No, la pregunta la haré así: ¿quién es la persona más importante en aquel grupo que hace al Papa? Pensadlo bien. ¿Quién es? [Uno dice: “El Papa”]. No, el Papa no está todavía. [Algunos: “Dios”] Dios, el Espíritu Santo, que a través del voto hace el Papa. Luego, el que es elegido a lo mejor no es el más inteligente, quizá no es el más listo, a lo mejor no es el más rápido para hacer las cosas, pero es el que Dios quiere para ese momento de la Iglesia. ¿Entendido? [“¡Sí!”] Y os hago otra pregunta, pero pensadla bien. En la elección, tú has hecho la primera pregunta, Alessandro, donde me hicieron Papa a mí, éramos 115. Os hago la pregunta: ¿quién era el más inteligente de esos 115? [“¡Tú!”] ¡No! [Algunos: “¡Todos!”] No. El más, el más… [“Dios”] Dios. Dios es el 116°... Así que, no se sabe, pero el que viene elegido no necesariamente es el más inteligente. ¿Comprendido? Hay más inteligentes que él, pero Dios elige a ese. Y como en todas las cosas de la vida, el tiempo pasa, el Papa debe morir como todos, o retirarse, como hizo el gran Papa Benedicto, porque no tenía buena salud, y vendrá otro, que será diferente, será distinto, a lo mejor será más inteligente o menos inteligente, no se sabe. Pero llegará ese otro del mismo modo: elegido del grupo de cardenales bajo la luz del Espíritu Santo. ¿Habéis entendido? Dime, Alessandro, ¿Estás satisfecho de la respuesta? ¿Es verdadera? ¿No me he equivocado? ¿No he dicho una mentira? Gracias.
Párroco: Flavio, del grupo de Confirmación. ¿Dónde está? De uno en uno.
Flavio: Tú, cuando eras pequeño, ¿qué querías ser de mayor?
Papa: Te lo diré: pero ¿cómo te llamas?
Flavio: Flavio.
Papa: Te lo digo, pero no te rías. No es broma, os diré la verdad. Yo quería ser carnicero. De verdad. Porque cuando iba al mercado con mi abuela, veía cómo el carnicero cortaba los trozos de carne: “¡Qué bueno es ese hombre!”, y me gustaba. “Cuando sea grande, seré carnicero”.
Flavio: Y… ¿podría hacerte una foto?
Papa: ¡Sí! Y tú, dime, ¿qué quieres ser cuando seas mayor?
Flavio: Futbolista.
Papa: ¡Futbolista! ¿Vosotros habéis visto a este jugar a futbol? [“¡Sí!”] ¿Lo hace bien o no? [“Es bueno”] ¿Y de qué juegas?
Flavio: Centrocampista.
Papa: ¿Centrocampista? Muy bien…
Párroco: Preséntate, di cómo te llamas.
Cristian: Me llamo Cristian. Tú, ¿qué hiciste para ser Papa?
Párroco: ¿Otra vez?
Cristian: ¡Esa era mi pregunta!
Párroco: ¿Esa era tu pregunta? Te ha respondido antes… Haz otra.
Papa: Dime otra. Piensa, piensa. Piensa tranquilo, tú piensa otra…
Párroco: Haz una pregunta. La que quieras.
Papa: ¿Cómo te llamas?
Agostino: Agostino.
Papa: Agostino, como el Vicario de Roma.
Agostino: Pero, para ser Papa, ¿en el colegio debías ir bien?
Papa: Para ser Papa tú debes, lo primero, ser un buen cristiano. Normalmente, se hace uno sacerdote primero, luego obispo. Pero en los primeros tiempos de la Iglesia, no necesariamente todos los Papas eran curas: algunos eran diáconos. Pero se debe ser un buen cristiano. Y la comunidad lo señalaba, en aquel tiempo. Había tanta gente cristiana que conocía a ese o aquel y señalaban; algunos eran sacerdotes, algunos diáconos. Pero luego, con el tiempo, se arregló bien el sistema de elección y ahora eligen el Papa solo los cardenales. Los cardenales menores de 80 años.
Bambino: ¿Cuál ha sido el punto más difícil de tu vida?
Papa: Sí, ha habido algunos difíciles. Por salud, pasé algunos tiempos difíciles. Cuando tenía 20 años, estuve a punto de morir por una infección, y me quitaron parte de un pulmón… pero el Señor me ha sacado adelante. Y luego, los momentos difíciles que todos tenemos, todos, en la vida. ¡Estás atentos a esto! La vida es un don de Dios, pero en la vida hay momentos malos, hay momentos difíciles que hay que superar y seguir adelante. Yo he tenido muchos, como toda la gente. Me acuerdo de la enfermedad a los 20 años, pero he tenido otros difíciles. Te diré esto: para mí, la vida no ha sido fácil. Yo os pregunto a vosotros: ¿para todos, para la gente, la vida, en general, es fácil? [“No”] ¿Hay dificultades en la vida? [“Sí”] ¡Siempre! Las hay y las habrá. Pero no hay que asustarse. Las dificultades se superan, se va adelante, con la fe, con la fuerza, con el valor. Pero vosotros no sois valientes… ¿Los sois o no?
Bambino: En ciertos momentos…
Papa: ¿Sois valientes o no? [“Sí”] ¿Sois buenos? [“Sí y no”] ¿O sois todos miedosos? [“No”] ¿Sois valientes? [“Sí”] Bueno, ¡adelante! Gracias.
Bambino: A tí. ¿Puedo hacerte una foto?
Papa: Sí. Ahora, pasemos al segundo tiempo: el tiempo de las chicas. Veamos quien gana.
Giulia: ¿Cómo se siente siendo el representante de la Iglesia católica?
Papa: Se siente con mucha responsabilidad. Tú has dicho la palabra “representante”, y uno que “representa” a la Iglesia no puede dar mala imagen. ¿El Papa puede dar mala imagen? [“No”] No, no puede. Debe estar atento a no dar mala imagen. Pero también se siente otra cosa. El Papa es el Obispo… ¿El Papa es obispo o no es obispo?
Giulia: Sí.
Papa: ¿Pero de qué ciudad es obispo?
Giulia: De Roma.
Papa: De Roma. El Papa es el Obispo de Roma pero lleva la atención pastoral de toda la Iglesia del mundo con los demás obispos. Pero, ¿la diócesis del Papa cuál es? [Alguno dice: “San Juan”] La catedral es San Juan. Y la diócesis es…
Giulia: San Pedro.
Papa: Roma. ¿De acuerdo? Y el Papa es también obispo y padre, y lo que debe sentir el Papa es que es padre; si el Papa o el Obispo no siente que es padre, le falta algo. Es eso.
Párroco: Bueno, chicos, ya son suficientes preguntas.
Bambini: ¡No!
Papa: Ahora las hago yo.
Párroco: Ahora, niños, silencio absoluto, porque el Papa quiere haceros una pregunta. Así que debéis estar atentos.
Papa: Yo hago preguntas y vosotros respondéis todos. ¿Cuántos “Dioses” hay? [“Uno”] Pues… ¡yo conozco tres! [“El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”] Padre, Hijo y Espíritu Santo: uno y dos y tres. Son tres. ¿Qué respondéis a esto? ¿Quién puede responder? [Uno dice: “Son tres”] ¿Son tres Dioses? ¿O uno? [Uno dice: “Es uno solo, dividido en tres partes”] ¿En tres trozos? No, Dios es uno [“Es un solo Dios, pero representa más cosas”] No va por ahí… ¿Cuántos “Dioses” hay? [“Tres”] ¿Tres “Dioses”? ¿O uno? [“Uno”] Pero si es uno… Os hago esta pregunta: ¿El Padre es Dios? [“Sí”] ¿El Hijo es Dios? [“Sí… No…”] Ah, ¿no es Dios? [“Sí, es Dios”] ¿El Espíritu Santo es Dios? [“Sí”] Son tres, pero esto es algo no fácil de entender: son tres Personas, ¿lo entendéis? Son tres Personas, pero las tres Personas hacen un solo Dios. ¿De acuerdo? [“Sí”] ¿No estáis convencidos? ¿Entonces son tres qué? Tres… [“Personas”] y un [“Dios”] Tres… [“Personas”] y un [“Dios”] ¿Y la Virgen es Dios? [“No”] ¿Qué es la Virgen? [“La Madre…”] La Madre de Dios. ¿Por qué es la Madre de Dios? Porque es la que trajo a Jesús al mundo. ¿De acuerdo? [“Sí”] Sí. Y José ayudó a la Virgen, de verdad. ¿El Padre es Dios? Sí. ¿El Hijo es Dios? Sí. ¿El Espíritu Santo es Dios? Sí. Tres Personas, ¿de acuerdo? ¿Cuántas personas? (“Tres”] ¿Cuántos “Dioses”? (“Uno”] ¿La Virgen es Dios? [“No”] La Virgen es… La Madre de Dios. Claro. Esto no lo olvidéis nunca. Muy bien.
Párroco: Muchas gracias, Santidad. Niños, nos ponemos de pie y ahora el Santo Padre nos hará rezar; por tanto, silencio, como solemos hacer en la iglesia.
Papa: Silencio. Los ojos cerrados. Pensemos en la Virgen y recemos a la Virgen, que es Madre de Dios y Madre nuestra. Todos juntos: Dios te salve, María…
Que os bendiga Dios omnipotente…
Y rezad por mí, ¿de acuerdo? [“¡Sí!”] ¿Seguro? [“¡Sí!”] Gracias.
Papa: Gracias por lo que hacéis. Vuestro trabajo es acercarse a las personas que tienen alguna necesidad, y no solo darles algo, sino escucharlas: el “apostolado de la oreja”. A veces, uno puede pensar: “Aquel es un poco aburrido, qué aburrida es… escuchar tanto dolor, cuando no hay lo necesario para comprar medicinas, cuando no hay ni para comer…
Un hombre: Santo Padre, la Limosnería manda muchas ayudas de su parte.
Una mujer: …es una parroquia que tiene tantas necesidades, muchas.
Papa: …tanta ternura…
Una mujer: Nosotros hacemos todo lo que podemos, no nos desanimamos.
Papa: ¡Adelante! ¡Y no peleéis entre vosotros! Pensad esto: cuando viene una persona a pedir ayuda, una señora o un señor o cualquiera, esa persona es Jesús. Porque también Jesús tuvo que pedir ayuda cuando era prófugo en Egipto. Es Jesús quien tiene necesidad en esa persona. “Pero esa es una persona que critica, que no va a la iglesia, que no cree en Dios…”. Pero es Jesús. Es Jesús. Es vuestra oración la que hace agrandar el corazón y la fe: es Jesús, está conmigo, Jesús está conmigo hoy. Y este paquete se lo doy a Jesús. Y esta sonrisa se la doy a Jesús. Ese es vuestro camino de santidad. Si hacéis esto, seréis santos. ¡Todos! Es sencillo. Pero no lo olvidéis: es Jesús quien llama a la puerta. Os doy la bendición, pero antes recemos a la Virgen, para que Ella interceda por todos nosotros y vosotros. Dios te salve, María… [Bendición]. Y recordad: cada persona que viene es Jesús. ¿Esa persona buena es Jesús? Sí. ¿Esa persona no tan buena es Jesús? Sí. Para mí, es Jesús. Debo recibirla como Jesús. Esa mujer que tiene una lengua de serpiente, ¿es Jesús? Sí. Y debo, con mi ternura y mi amor, hacer que su lengua se “desenvenene”, y no critique. Pero es siempre la ternura, el amor, porque cada persona que pasa necesidad es Jesús que llama a la puerta de mi corazón. Y rezad por mí: yo también llamo a la puerta de vuestro corazón y pido oración. No pido un paquete, sino que pido oración, algún Rosario… Gracias.
Muchas gracias por haber venido a rezar juntos, a rezar por todo el barrio, por la parroquia. Os saludo a todos, fieles católicos, y también a los musulmanes, y para todos pido la bendición del Señor. Saludo también a tantos que querían venir pero no les ha sido posible: mi bendición y mi saludo también para ellos. Y ahora, un minuto de oración y os doy la bendición. Recemos juntos a la Virgen: Dios te salve, María… [Bendición] Y por favor, rezad por mí. ¡Hasta la vista!
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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