Nicola Waite pertenece a la Asesoría Central, órgano directivo que ayuda al prelado del Opus Dei en el gobierno de la Prelatura
Habla sobre sus recuerdos de Mons. Javier Echevarría: "Mientras hablaba, podías percibir que estaba en constante conversación con Dios, sentías que estaba hablando con Él".
¿Podrías contarnos cómo fue la primera vez que viste a Mons. Javier Echevarría?
La primera vez que vi al Prelado del Opus Dei yo no era católica. Él estaba sobre un escenario, en un encuentro al aire libre en Santiago de Chile, en 1997, hablando a un grupo de personas −familias, madres, padres− sobre cómo unir los contenidos de la fe con la vida diaria. Conectaba con ellos. Y eso realmente me impactó. No comprendía del todo las palabras, porque en ese momento no entendía muy bien el español, pero vi que había una conexión, que llegaba a la gente. Mientras hablaba, podías percibir que estaba en constante conversación con Dios −sentías que estaba hablando con Él−, y te animaba a hacer lo mismo. Para mí, que era nueva en todo este mundo de la fe católica, que no había tenido ningún contacto anteriormente, fue muy atractivo. Sentí y pensé: ¡yo quiero eso!
¿Cómo era el Prelado como persona?
Cómo era el Prelado… Pienso que se podrían decir muchas cosas. Era alguien que quería a las personas. Quería a las personas y quería estar con ellas. Tenía una memoria extraordinaria para acordarse de los cumpleaños de la gente, de sus preocupaciones, de algún familiar que estaba enfermo. Una vez me llamó y me preguntó: “¿Has llamado a Antonietta?” Antonietta es la madre de un sacerdote, Don Robin, que vive aquí en Roma. Me dijo: “¿Has llamado a Antonietta?” Le dije: “¿Por qué, Padre?” Y me dijo: “Porque hoy es su 90º cumpleaños”. Le respondí: “Padre, no me acordé”. Y me dijo: “Llámala de mi parte. Dile que estoy rezando por ella”. Así era. Siempre se acordaba de pequeñas cosas, de pequeños detalles; quería estar cerca de las personas. Una vez alguien le preguntó: “Padre, ¿cómo hace para acordarse?”, y respondió: “Si rezas, te acuerdas”.
¿Podrías describir cómo era su manera de gobernar?
La manera de gobernar del Prelado me impresionó desde que vine a Roma, hace seis años. Primero, porque llegué siendo del Opus Dei desde hacía sólo 11 años, y él era un hombre de casi 80 años, que tenía mucha experiencia, que había vivido con san Josemaría y con el beato Álvaro del Portillo. Me pidió que viniera a Roma para trabajar con él. Me sentía completamente inadecuada −todavía pienso que me falta mucha experiencia−, pero sentí su confianza desde el primer momento. Nos encargaba tareas, cosas que hacer, y nunca dudaba de que ibas a sacarlas adelante. Recuerdo que, cuando sólo llevaba seis meses en Roma, me llamó y me dijo: “¿Podrías hacer un viaje a Estados Unidos, representando al Padre?” Y no hubo mucho tiempo en la conversación para decir: “No me siento preparada, me parece que no puedo”. Me transmitió, sin palabras: “¡Tú puedes hacerlo!” Con su modo de ser te transmitía seguridad, y ya no quedaban dudas. Trabajando con él, me he dado cuenta de que, simplemente, nos impulsaba. Me ha ayudado a llegar mucho más allá de lo que hubiera imaginado.
¿Cómo impulsó a las familias y a la Nueva Evangelización?
Una de las cosas en las que el Padre nos animó a trabajar fue en apoyo de las familias. Con motivo del Sínodo de la Familia que el Papa Francisco nos invitó a vivir en la Iglesia. Con la publicación de Amoris Laetitia, el Padre nos estuvo animando a trabajar en todas esas líneas que el Papa nos iba planteando. Recientemente, el Padre tuvo una reunión con familias que están llevando adelante cursos para apoyar a matrimonios, en los que las parejas que participan discuten sobre algunos casos, sobre modos de hacer que la vida en familia sea más feliz. Solía decir siempre a los matrimonios que se quisieran primero el uno al otro, y luego a los hijos. Que se quisieran incluso aunque hubiera dificultades y desafíos en la vida de familia, y los animaba a superar juntos esos obstáculos.