Todos sus gestos eran los del buen atleta, que pone empeño un día y otro, con tenacidad y alegría, aunque no se vean los resultados
El próximo martes, día 20 de diciembre, por la tarde, se celebrará en la catedral cordobesa un funeral, presidido por el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, por monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, fallecido hace unos días en Roma.
Quizás una de las expresiones más acertadas sobre su vida haya sido la del Salvador Bernal, al trazar su semblanza: «La vida de Javier Echevarría es un mosaico de lealtades, como no fue difícil advertir desde que le conocí personalmente un día de septiembre de 1960 en Pamplona. A esa correspondencia fiel a una inequívoca gracia divina, contribuía −pienso− su carácter abierto y extrovertido, su formación intelectual y jurídica, su personalidad enérgica y decidida. Para quienes conocimos su temperamento, resultaba claro que la fidelidad no es algo inerte o apocado; al contrario, se forja en recia espontaneidad y en variada iniciativa».
Salvador Bernal continúa hablándonos de los principales destellos de la vida de don Javier, destacando su gran sentido del humor; su temple, lleno de sosiego y cariño; y una gran fortaleza para perseguir objetivos. El prelado del Opus Dei visitó recientemente nuestra ciudad y pronunció una conferencia en el palacio episcopal, dirigida a los sacerdotes cordobeses. En sus palabras y en sus saludos más cercanos a la salida, pude comprobar su sencillez y su humildad. Nos habló con claridad y convicción, en un tono amable y cordial. Su intervención fue algo más que una conferencia. Fue un encuentro con el clero cordobés, marcado no solo por sus palabras sino por su hondo espíritu sacerdotal y su sentido de fraternidad y de sintonía con los que oyentes.
Entre las notas destacadas sobre don Javier, figura también otro rasgo característico de su personalidad: el espíritu deportivo. Todos sus gestos eran los del buen atleta, que pone empeño un día y otro, con tenacidad y alegría, aunque no se vean los resultados. Por último, ese destello que apunta Luis Montuenga, catedrático, sobre don Javier: «La importancia de soñar y de tener metas altas». El Papa Francisco se lo había dicho también a los jóvenes cubanos: «No se rindan, sueñen».