1. Precisiones metodológicas
El lapso de tiempo que se ha tomado como objeto de observación en el presente trabajo comprende el último cuarto del siglo XX. Las razones que han aconsejado la elección de este período son varias. En primer lugar su proximidad cronológica, que permite considerarlo como muy cercano a la hora que vivimos y precedente inmediato del momento actual. El estudio permite formarse idea de la imagen que, desde un punto de vista sociológico, presentaba la Iglesia Católica al final del siglo XX, y ayuda a valorar la situación de la propia Iglesia en la nueva época que se ha abierto con los comienzos del siglo XXI y del tercer milenio.
Una segunda razón que se ha tenido en cuenta para la elección de este período es la relativa «estabilidad» que refleja la vida de la Iglesia durante el cuarto final del siglo XX. Otra cosa ha de decirse en el plano político, donde se han producido acontecimientos tan trascendentales como la disolución de la Unión Soviética y la consiguiente liberación de los países de la Europa oriental. Pero, por lo que hace a la vida de la Iglesia, no ha sido así. Están comprendidos en este cuarto de siglo los últimos años del pontificado de Pablo VI y los primeros 22 de Juan Pablo II. Se trata de un período en que había quedado ya atrás la crisis traumática que sufrió la Iglesia en los años siguientes al Concilio Vaticano II, que tan dolorosas heridas causó en las filas del clero secular y religioso. En 1978, último año del papado de Pablo VI, las defecciones sacerdotales en el clero secular fueron 1253, esto es, 711 menos que en 1964, que había registrado el triste «récord»; y desde el año 1980, las defecciones quedaron siempre muy por debajo del millar. Tales datos, y la lenta progresión del número de ordenaciones sacerdotales abren un horizonte moderada- mente esperanzador. Pero las perspectivas varían según los Continentes, y el pro- ceso secularizador, tan agudo en el llamado «Primer mundo» durante el último cuarto del siglo XX, obliga a realizar un examen riguroso de los datos y a poner de relieve las diferencias existentes entre las distintas regiones del planeta.
El método empleado ha sido examinar la realidad eclesial de los pueblos de antiguas raíces cristianas —en primer lugar de Europa— y la existente en los principales países de los demás continentes donde la Iglesia Católica se encuentra sustancialmente arraigada. Los datos que se han recogido son, en primer lugar, la población de cada país, el número de católicos y el porcentaje que éstos representan en relación con la cifra total de esa población, en los años 1975 y 2000, primero y último de aquel cuarto de siglo. Los otros datos que se han tomado en consideración son el número de sacerdotes diocesanos y de Ordenaciones referido a aquellas dos fechas, con el fin de evaluar el incremento o disminución que se haya producido a lo largo del período. Los datos han sido tomados del Annuarium Statisticum Ecclesiae, editado por la Secretaría de Estado.
2. La Europa Occidental
Por lo que se refiere al continente europeo, hay que advertir que faltan datos estadísticos sobre el estado de la Iglesia en varios países en 1975, fecha en que esas naciones, hoy independientes, se encontraban sometidas al dominio soviético. Otra dificultad que impide realizar sobre bases fiables la comparación entre los datos que reflejan la situación de la Iglesia en los años 1975 y 2000 han sido las variaciones territoriales experimentadas a partir de 1990: téngase en cuenta la desmembración de la antigua Yugoslavia, la partición de Checoslovaquia entre Chequia y Eslovaquia, la reunificación de Alemania y la reaparición de unos Países bálticos independientes. Tan solo Polonia y Hungría ofrecen referencias estadísticas suficientes para que pueda compararse su situación eclesiástica a comienzos y a finales del último cuarto del siglo XX.
Un fenómeno empobrecedor de la vida religiosa que marcó su huella en los países con un alto grado de bienestar pertenecientes al llamado «Primer mundo» —y en ellos ha de incluirse Europa occidental, América del Norte y Australia—, ha sido el avance experimentado por el proceso secularizador durante el último cuarto del siglo XX. El «secularismo» es un fenómeno que se hace evidente a través de una serie de manifestaciones: el abandono de la práctica religiosa, el avance del matrimonio civil y de las uniones de hecho, el contagio de la llamada por Juan Pablo II «epidemia» del divorcio, con la consiguiente crisis de la institución familiar, la aceptación del aborto en la legislación civil y en los hábitos sociales. Otro indicio de secularización que recogen las estadísticas es el crecimiento del porcentaje de la población no bautizada o que no se considera católica. En ese aumento de la población no católica en países europeos no puede en todo caso olvidarse la in- fluencia del fenómeno de la inmigración, que procede en gran medida de territorios islámicos. La reducción numérica del clero o de las ordenaciones sacerdotales constituye un dato más que también debe tenerse en cuenta.
En Europa, dos países de viejas raíces cristianas han experimentado un retroceso en un cuarto de siglo de la población que se declara católica, que cabría considerar dramático: Austria y Bélgica. En Austria, el porcentaje de católicos sobre el total de la población era del 89,50% en 1975, mientras que en el año 2000 se había reducido al 74,41%, un descenso de casi quince puntos porcentuales; en Bélgica, durante el mismo período, los católicos, de representar el 90,60% de la población pasaron al 79,07%, otra disminución porcentual de once puntos y medio. La reducción de las cifras de sacerdotes diocesanos es también muy elevada: una cuarta parte en Austria y alrededor del 45% en Bélgica.
Varios países europeos muestran también reducciones considerables, aun- que no tan llamativas, del porcentaje de católicos en el conjunto de la población. Así ocurre en Holanda, con el 6,07%, Francia, con el 5,50, España, con 4,50, Portugal, con el 4,20, Suiza, con el 4, 10, Irlanda, con el 2, 10. Llama la atención igualmente la paralela disminución del número de sacerdotes que se ha registrado en estos países. Holanda, un país que fue antes cantera de misioneros y luego «pionero» de las reformas, con su famoso «Catecismo» y su «concilio pastoral», vio reducida prácticamente a la mitad la cifra de sacerdotes del clero secular: 3.084 en el año 1975, 1.598 en el 2000. Más de 15.000 sacerdotes perdió Francia, de los 35.000 que tenía en 1975, y en España el número de sacerdotes bajó un 25%, de 24.000 a 18.000. Otros países —Suiza, Portugal, Irlanda— vieron reducirse la cifra de sus sacerdotes en torno a un 30%, en el mencionado período. Las ordenaciones sacerdotales se mantuvieron también estancadas o experimentaron sensibles descensos. Una excepción la constituyó Holanda; en este país, aún teniendo en cuenta la modestia de las cifras, se advierte una apreciable reacción, a la que no se- rían ajenos los últimos nombramientos episcopales: las ocho ordenaciones de 1975 se triplicaron, y pasaron a ser 23 en el año 2000.
Un país católico importante —Italia—, mantuvo una situación religiosa más equilibrada, a lo largo del último cuarto del siglo XX. El porcentaje de católicos en el conjunto de la población se mantuvo prácticamente inalterado: 97,50% en 1975 y 97,13% en el año 2000. Es cierto que el número de sacerdotes disminuyó en tor- no a un 12%, pero se incrementó en 102 —de 425 a 527— la cifra de nuevas orde- naciones. En fin, el único país europeo que presenta durante este período unos da- tos estadísticos abiertamente favorables es Polonia. En 1975, pese a los largos años de opresión comunista, el 94% de la población se declaraba católica; en el año 2000, tras una década de libertad religiosa, ese porcentaje había subido hasta el 95,84%; y pese al contagio materialista de la sociedad de bienestar, el número de sacerdotes había crecido de 15.066 a 21.280. La cifra de ordenaciones no sólo se mantuvo sino que aumentó de 453 a 572.
En resumen, la situación de la Iglesia Católica en Europa presenta indudables contrastes, si se compara el comienzo y el final del último cuarto del siglo XX. El porcentaje de católicos en relación con la población total se mantiene casi inalterado: 39,50% en 1975 y 39,87% en el año 2000. Las ordenaciones sacerdotales se incrementaron, pese a lo cual en la mayoría de los países son insuficientes para garantizar la renovación generacional: 1.966 en 1975 y 2.321 en el año 2000, esto es, 355 ordenaciones más.
3. Los contrastes entre las dos Américas
La situación religiosa en el Continente americano durante el último cuarto del siglo XX demanda una atenta consideración y el reconocimiento de las importantes diferencias existentes entre dos grupos de países: los más septentrionales, que constituyen la llamada América del Norte, y el resto de América —la del Centro y la del Sur—, englobadas bajo la denominación común de América latina, Hispanoamérica o Iberoamérica. En la América septentrional —de raíz mayoritariamente anglosajona y protestante—, los católicos constituyen una porción minoritaria, aunque importante, de la población; los pueblos de América central y meridional son de mayoría católica.
La problemática eclesial en los países de América del Norte —Estados Unidos y Canadá— es parecida estadísticamente a la de la Europa desarrollada del Primer mundo. El porcentaje de católicos en el conjunto de la población apenas varió en el último cuarto de siglo: medio punto más, del 22,00% al 22,51% en Estados Unidos y quince centésimas menos, del 43,75% al 43,60% en Canadá. Las huellas más visibles de la crisis aparecen en las cifras de sacerdotes y de nuevas ordenaciones. Por lo que hace al número de sacerdotes, Norteamérica ha sufrido sensibles pérdidas, como la mayor parte de los países europeos. En Estados Unidos, el número de sacerdotes había descendido en 3.762 entre 1975 y el año 2000, lo que equivale aproximadamente al 10% del clero secular; las pérdidas en Canadá superaron el 20%. Las nuevas ordenaciones en USA han descendido un 40%, de 771 en 1975 a 427 en el año 2000; en Canadá pasaron de 64 a 44 en el mismo período.
La situación se presenta con características del todo distintas en los países mayoritariamente católicos del centro y sur del continente americano. En este am- plio espacio que se extiende desde el río Grande hasta la Patagonia, hay países de tradicional mayoría católica en los que la proporción de esos católicos en relación con el total de la población ha disminuido en el último cuarto del siglo XX, aunque la reducción no haya sido en modo alguno uniforme.
En algunas naciones el impacto negativo ha sido muy limitado: así en México, donde el porcentaje de católicos pasó del 93,70% de la población en 1975 al 92,42% en el año 2000; en Argentina, la reducción ha sido del 2,40%. Otros países presentan menguas más importantes: en Venezuela, la proporción de católicos disminuyó en un 6,60%, en Colombia, la reducción fue del 7,06%; en Chile, por fin los católicos, de representar en el año 1975 el 86,25% de la población, habían pa- sado al 75,12% en el 2000, esto es 11,08 puntos porcentuales menos. La situación en Brasil aparece más confusa, pues mientras la estadística eclesiástica revela una disminución de la población católica entre los años 1975 y 2000 de sólo el 3,80%, los datos del Instituto Federal de Estadística registran, únicamente en la última década del siglo XX, una reducción del porcentaje de católicos del 83,80 al 73,80%; los protestantes habrían avanzado en este mismo período del 19,05 al 15,45%. La reducción proporcional de la población católica en esos países ha obedecido en parte al avance del contagio secularista; pero se ha debido mucho más a la acción proselitista de las sectas de denominación protestante, provenientes de los Estados Unidos de América.
En abierto contraste con esta tendencia, se advierte en toda Iberoamérica un notable aumento de las cifras de sacerdotes y de ordenaciones sacerdotales. Este resurgimiento autoriza a mirar el futuro con esperanza, pues es probable que al progreso de las sectas haya contribuido considerablemente la escasez de clero y la pobre formación doctrinal del pueblo. Así resulta que, mientras que en América septentrional han disminuido las cifras de sacerdotes diocesanos y de ordenaciones, en la América Central y del Sur han aumentado muy notablemente. En México, de 6.755 sacerdotes diocesanos en 1975, se pasó a 10.421 en el año 2000, y las ordenaciones crecieron de 228 a 385. En Argentina, el crecimiento de sacerdotes fue de 2.136 a 3.608 y el número de ordenaciones se duplicó. En Brasil, el incremento resulta particularmente llamativo: se dobló el número de sacerdotes y las ordenaciones de quintuplicaron: de 84 en 1975 pasaron a 437 en el año 2000. Crecimientos análogos, como puede comprobarse en los cuadros estadísticos, se registraron en otros importantes países sudamericanos: Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela.
Todo esto se refleja en la estadística que recoge las cifras globales correspondientes al conjunto del Continente americano. En una población de 826.579 millones se cuentan 518.331 millones de católicos. El porcentaje que representan se ha incrementado incluso en un 1,44% en el último cuarto del siglo XX, pasando de 61,40 al 62,84%. Y pese a la reducción del número de sacerdotes y de ordenaciones en América septentrional, la América latina compensó holgadamente esas pérdidas: los 64.140 sacerdotes diocesanos de 1975 eran 75.210 en el año 2000, con un incremento de casi 10.000 en cifras absolutas; y de 1.371 ordenaciones se ha pasado a 2.156 al final del cuarto de siglo, esto es 785 más que al comienzo. Es evidente que América ha pasado a ser la gran reserva demográfica de la Iglesia Católica.
4. El continente africano
África fue durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX la gran tierra de las misiones. Esto vale en especial para las regiones subsaharianas del continente habitadas por pueblos de raza negra. El tercer cuarto del siglo XX estuvo marcado por el fenómeno de la descolonización, que dio lugar al nacimiento de numerosos Estados independientes. Aún cuando el proceso descolonizador diera pie a graves abusos e incluso provocara verdaderas tragedias, el mapa político africano se encuentra ya relativamente consolidado y no son de prever grandes cambios de fronteras.
Cinco países del área subsahariana —Congo, Nigeria, Kenya, Tanzania y Uganda— pueden tomarse como puntos de referencia para observar la situación religiosa africana en el último cuarto del siglo XX. En casi todos esos países los católicos son todavía minoría; pero la evolución del Catolicismo y el desarrollo de las estructuras eclesiásticas —en competencia con los cultos indígenas tradicionales y sobre todo con el expansionismo del Islam— es prueba fehaciente de la vitalidad actual de la Iglesia Católica en esas regiones.
El Congo, debido a su prolongada dependencia colonial de Bélgica —era en 1975 el país africano con mayor proporción de población católica—. Pero esa proporción no sólo se ha mantenido sino que se ha incrementado notablemente en el último cuarto del siglo XX: ha pasado de representar el 43,50% de la población al 53,12%, esto es a constituir mayoría absoluta. En los demás países citados, los católicos eran menos, pero el crecimiento con relación al conjunto de la población ha sido también considerable: del 6,70 al 14,39% pasaron en Nigeria, del 17,20% al 24,96% en Kenya, del 19,50 al 26,97% en Tanzania y del 34,90 al 45,28% en Uganda. Por lo que hace a los otros indicadores de la vida eclesiástica considerados aquí, llama la atención el espectacular aumento de las cifras de sacerdotes y de ordenaciones sacerdotales; en el Congo, el número de sacerdotes se ha cuadruplicado —de 629 a 2.685— y lo mismo las ordenaciones; en Nigeria, se ha sextuplicado, pasando de 487 a 2.995, y en proporción aún mayor aumentaron las ordenaciones; en Kenya, los sacerdotes eran 106 en 1975 y casi mil en el año 2000. Tanzania y Uganda ofrecen cifras del mismo orden.
Como resumen, y para el conjunto de África —incluidos los países islámicos del norte del Continente, en que la estadística religiosa está, como es lógico, congelada— los católicos en el año 2000 sumaban 130 millones, de los 790 a que ascendía la población continental. Este dato indica que el porcentaje de católicos en relación con el total de la población ha subido del 12,10% en 1975 al 16,47% del año 2000, es decir un 4,46%. Los 5.000 sacerdotes del último cuarto de siglo eran 20.000 al terminar la centuria; y las 284 ordenaciones del comienzo del período habían pasado a ser 1.177 al final. No es descabellado pensar que, para la Iglesia Católica, África es el Continente del futuro.
Los 16 o 17 millones de católicos de la India, aunque constituyan una cifra considerable, representan solamente una pequeña porción en un país con más de mil millones de habitantes. El crecimiento del porcentaje de esos católicos en relación con la población total entre los años 1957 y 2000 ha sido también modestísimo: del 1,50 al 1,65%. Más alentador es el aumento del número de sacerdotes diocesanos —de 6.500 a 11.000— y de las ordenaciones —de 182 a 442—. Una evolución semejante se ha dado en el mismo período en Indonesia, otro gran país de 210 millones de habitantes. Los católicos en el año 2000 eran 6.284 millones, un porcentaje pequeño, pero que había pasado del 2,10 al 2,99 en ese cuarto de siglo. El número de sacerdotes se había incrementado de modo espectacular —de 160 en 1975 a 1.114 en el 2000— y se habían triplicado las ordenaciones.
En Corea, el progreso de la Iglesia ha sido notable en el último cuarto del siglo XX. La proporción de los católicos con respecto a los 47 millones de la población total del país se había incrementado de manera muy significativa, pasando de representar el 2,90 en el año 1975 al 8,56% en el 2.000. Los 663 sacerdotes de la primera de esas fechas se habían convertido en 2.200 a final de siglo y las ordenaciones subieron de 57 a 148. Filipinas es el gran foco católico de irradiación en el Extremo Oriente. De sus 76 millones de habitantes eran católicos 63 millones en el año 2000, con un ligero aumento porcentual del 0,18% durante los 25 años finales del siglo XX. La cifra de sacerdotes se había doblado a lo largo del período, pasando de 2.493 a 5.012 y las ordenaciones sacerdotales crecieron de 124 a 197. Del Vietnam no existen datos estadísticos referentes al año 1975; en el 2000, las estadísticas dan la cifra de 5.301 millones de católicos. Los sacerdotes serían unos 2.1 y las ordenaciones 93.
Una conclusión a la que parece llegarse es que la Iglesia Católica en Asia presenta indudables signos de vitalidad en aquellos países donde existe cierto grado de libertad religiosa. Gracias a ésta, la cifra de sacerdotes diocesanos se ha duplicado en los últimos 25 años —de12.828 a 25.716— y las ordenaciones crecieron de 438 a 1.094. El logro de la libertad de Religión parece por tanto la meta que habría de alcanzarse en el inmediato futuro. En cuanto a Oceanía, la problemática religiosa en Australia y Nueva Zelanda es semejante a la de los países desarrollados de Europa y América del Norte. Estos países desarrollados y opulentos —tal puede ser la conclusión final— son los que aparecen como los más necesitados de la «nueva evangelización» que reclama el Papa Juan Pablo II, una empresa en la que los católicos del Segundo y Tercer Mundo podrán tener que asumir un obligado protagonismo.
5. La Iglesia en Asia
En Asia, el continente más poblado del mundo, los católicos suman poco más de cien millones, esto es, el 2,90% de la población. Este porcentaje, por redu- cido que sea, supone un aumento del 0,60% en el último cuarto del siglo XX, y este hecho no carece de importancia, si se considera la poderosa influencia del Islam, el peso de las religiones tradicionales de la India, y la falta de libertad religiosa en el Vietnam, y sobre todo en la China continental. Por otra parte, las venerables Iglesias cristianas del Oriente próximo tiene una modesta relevancia demográfica, si se exceptúa el caso del Líbano. Por esta razón hay que limitar a unos pocos países el examen de los indicadores de la evolución de la Iglesia en el último cuarto del siglo XX. Estos países son la India, Indonesia, Corea y Filipinas.
Los 16 o 17 millones de católicos de la India, aunque constituyan una cifra considerable, representan solamente una pequeña porción en un país con más de mil millones de habitantes. El crecimiento del porcentaje de esos católicos en relación con la población total entre los años 1957 y 2000 ha sido también modestísimo: del 1,50 al 1,65%. Más alentador es el aumento del número de sacerdotes diocesanos —de 6.500 a 11.000— y de las ordenaciones —de 182 a 442—. Una evolución semejante se ha dado en el mismo período en Indonesia, otro gran país de 210 millones de habitantes. Los católicos en el año 2000 eran 6.284 millones, un porcentaje pequeño, pero que había pasado del 2,10 al 2,99 en ese cuarto de siglo. El número de sacerdotes se había incrementado de modo espectacular —de 160 en 1975 a 1.114 en el 2000— y se habían triplicado las ordenaciones.
En Corea, el progreso de la Iglesia ha sido notable en el último cuarto del siglo XX. La proporción de los católicos con respecto a los 47 millones de la población total del país se había incrementado de manera muy significativa, pasando de representar el 2,90 en el año 1975 al 8,56% en el 2.000. Los 663 sacerdotes de la primera de esas fechas se habían convertido en 2.200 a final de siglo y las ordenaciones subieron de 57 a 148. Filipinas es el gran foco católico de irradiación en el Extremo Oriente. De sus 76 millones de habitantes eran católicos 63 millones en el año 2000, con un ligero aumento porcentual del 0,18% durante los 25 años finales del siglo XX. La cifra de sacerdotes se había doblado a lo largo del período, pasando de 2.493 a 5.012 y las ordenaciones sacerdotales crecieron de 124 a 197. Del Vietnam no existen datos estadísticos referentes al año 1975; en el 2000, las estadísticas dan la cifra de 5.301 millones de católicos. Los sacerdotes serían unos 2.000 y las ordenaciones 93.
Una conclusión a la que parece llegarse es que la Iglesia Católica en Asia presenta indudables signos de vitalidad en aquellos países donde existe cierto grado de libertad religiosa. Gracias a ésta, la cifra de sacerdotes diocesanos se ha duplicado en los últimos 25 años —de12.828 a 25.716— y las ordenaciones crecieron de 438 a 1.094. El logro de la libertad de Religión parece por tanto la meta que habría de alcanzarse en el inmediato futuro. En cuanto a Oceanía, la problemática religiosa en Australia y Nueva Zelanda es semejante a la de los países desarrollados de Europa y América del Norte. Estos países desarrollados y opulentos —tal puede ser la conclusión final— son los que aparecen como los más necesitados de la «nueva evangelización» que reclama el Papa Juan Pablo II, una empresa en la que los católicos del Segundo y Tercer Mundo podrán tener que asumir un obligado protagonismo.
José Orlandis en dadun.unav.edu
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