I. Política social y economía política: desencuentros, equívocos, convergencias
La historia de la política social teórica resulta inseparable de los avatares metodológicos de la ciencia económica. No siempre advertido, creemos que se trata de un hecho indiscutible. En países como Alemania, la Nationalökonomie o, más tarde, la Volkswirtschaft y la Socialpolitik constituyen la faz doble de un mismo fenómeno, a saber: la ruptura epistemológica experimentada en el seno de uno de los saberes más genuinamente modernos, la economía política (Staatswirtschaft). Este fenómeno ha tenido largas consecuencias históricas, pues no en vano representa una de las líneas de avance de la mutación del pensamiento moderno, desencadenada oficialmente al proclamarse en el año 1848 la República social francesa.
Dejando a un lado círculos intelectuales minoritarios (realismo político, ordo-liberalismo), apenas si se repara hoy, al menos como el caso merecería, en la íntima vinculación de los saberes político y económico. Paradójicamente, nuestra época ha conocido una extraordinaria estatización de la economía [1]. Los efectos de aquella incuria tal vez hubiesen sido menores de no haberse empleado con éxito tantos esfuerzos para separar, abusando de su realidad, la reflexión sobre lo político y lo económico. De ello ha resultado la institucionalización por vía universitaria de las tendencias cratológicas del saber político moderno —teoría política positiva, Political System— y una de-substanciación del pensamiento económico —economía matemática, Econometric Methods—. No podremos ocuparnos aquí, pues no es nuestro objeto, del balance teórico de la ciencia económica moderna, mas debemos aprovechar la ocasión para recalcar algunas nociones cuyo trasfondo filosófico incoamos en otro lugar [2] y que, según creemos, resultarán imprescindibles para una buena comprensión de la tópica intelectual que nutre la llamada «tercera vía», que tanta importancia tiene en el pensamiento social del economista alemán Wilhelm Röpke.
1.1. Giros epistemológicos del saber económico
a) Oeconomie politique
Lo primero que conviene destacar es que el pensamiento económico no ha descrito nunca algo parecido a una trayectoria recta hacia su constitución en una moral science o incluso, en algunos supuestos disparatados no muy lejanos, en una natural science [3]. La obsesión cientificista, propagada como una infección sobre todo a finales del siglo XIX, no le ahorró a la economía política las penalidades por erigirse en lo que Joseph A. Schumpeter denominó, muy acertadamente, Economic Analysis [4].
Descartada esa pretensión de «cientificidad», al menos como se entiende hoy, en épocas anteriores a mediados del siglo XIX, la visión del desarrollo del pensamiento económico ofrece una sugestiva transformación de los propios modos de pensar la economía como actividad humana. El polemólogo francés Julien Freund, en su libro póstumo sobre L’essence de l’économique, se refirió a un detalle que pocos estudiosos de las teorías económicas han tenido en cuenta. Concretamente, Freund hacía alusión a lo que podría denominarse, con no poco provecho para la ciencia económica, «ruptura epistemológica» marcada por la obra de Antoine de Montchrestien de 1615 titulada Traicté de l’Oeconomie politique. Se trata de la primera ocasión en que se utilizó la expresión economía política. Probablemente, Freund se excedía en la consideración de las virtudes de aquel tratado económico [5]. Sin embargo acertó plenamente al conectar la acción política y la acción económica desde el punto de vista del giro histórico que supone la aparición del Estado moderno [6]. Naturalmente, la relación del Estado y el capitalismo, las «grandes estructuras concentracionarias de la Edad moderna» [7], constituye un tema historiográfico clásico; el mérito del escritor francés se refiere exclusivamente al señalamiento de que la terminología de Montchrestien hizo visible al fin la economicidad inherente a la forma política moderna. En la perspectiva de una filosofía política de la historia, la imbricación constitutiva de capitalismo y Estado explica en parte el desarrollo de la modernidad como un «proceso» de totalización de lo político [8].
El Estado, que a la larga transformó revolucionariamente, esto es, subvirtió las estructuras en las que estaba basado el modo de vida europeo vigente, propició un nuevo contexto para los órdenes económicos tradicionales que desde la Grecia clásica se conocen como oikonomia o economía doméstica y crematística [9]. Hace más de cien años se refería a esto mismo Gustav Schmoller, en su artículo de 1893 «economía nacional, economía política y método» [10]. Dejando a un lado sus apreciaciones de orden filológico —vinculación del οικοζ con la raíz alemana Wirt— Schmoller afirmó rotundamente que la constitución del Estado nacional moderno (Nationalstaat) determinó la aparición de la economía política, lo mismo que la de las lenguas y las literaturas coetáneas. La dimensión política del despliegue moderno de las estructuras económicas fue considerada, empero, como un aspecto secundario de la economía política. Hizo falta que los juristas llamaran la atención después de la I guerra mundial sobre la «constitución económica» de los Estados para que, desde distintos ángulos, se apreciase el valor de lo político para la economía [11]. Desgraciadamente, en un libro importante para el pensamiento económico moderno como es The Economic Point of View, de Israel M. Kirzner, se echa en falta la consideración de los enormes cambios inducidos por la mentalidad estatal en la configuración de la economía política. Para este economista, el Estado, y por extensión lo político y su mundo de representaciones constituyen, desde la óptica de la praxeología miseana, equívocas analogías organicistas, incluso falsos conceptos colectivos [12].
La difusión de la nueva terminología de Montchrestien debió ser lenta e irregular en las distintas lenguas europeas hasta generalizarse desde principios del siglo XIX, o tal vez un poco antes, cuando probablemente la expresión fue recuperada, mas entonces a partir de la voz inglesa Political Economy, refrendada por el enorme prestigio de los economistas clásicos [13]. En Alemania tuvo circulación la terminología politischen Ökonomie [14], sin embargo, dadas las condiciones particulares del espíritu alemán —una cierta resistencia, al menos más acentuada que en otras naciones, a abandonar el modo de pensar ordinalista—, tuvieron a la larga mayor aceptación Volkswirtschaft o Nationalökonomie, más en contacto, por otro lado, con el espíritu del romanticismo [15]. Decía Schmoller que la originalidad de la lengua alemana al anteponer Volk a Wirtschaft había consistido en generar un nombre individual y, al mismo tiempo, colectivo, pues representa la unión de todas las «economías» de una nación. De modo que la Volkswirtschaft es distinta a la Staatswirtschaft, al mismo tiempo que conceptualmente la abarca [16].
Teniendo en cuenta lo anterior creemos que se apreciará mejor el giro epistemológico que supuso la aparición del concepto Socialpolitik a mediados del siglo XIX, adelantándose varias décadas a lo que la terminología económico-científica consagró vagamente como economía social. Si la economía política en su sentido prístino, a pesar de los matices introducidos tardíamente por la Volkswirtschaft, significaba el reconocimiento de un contexto de la actividad económica hasta entonces inédito [17], el desarrollo de la política social supuso también el anuncio de un nuevo ámbito económico o, si se prefiere, de un nuevo orden pragmático, separado de los órdenes conocidos (familia, empresa, Estado).
b) Socialpolitik
La voz Socialpolitik, cuyo contenido fue durante algún tiempo muy disputado, no tiene un origen claro, aunque cabría fecharlo hacia mediados del siglo XIX [18]. Además, no ha sido infrecuente considerarla como un sinónimo de «cuestión social» (Johann K. Rodbertus) y «reforma social» (Gustav Schmoller). Hizo así su aparición un nuevo concepto que, a falta de una adecuada comprensión de lo que supuso la irrupción de lo social en sus diversas formas (democracia social, sociedad industrial, movimiento obrero), se vinculó a la crítica ética de la economía política. De modo que aun siendo economista el especialista en política social (Sozialpolitiker), su vocación hubo de orientarse a la lucha contra las injusticias históricas [19]. Como era de esperar teniendo en cuenta este punto de partida, el pensamiento de muchos de ellos gravitó sobre el problema de la distribución de la renta. Consecuentemente, se operó una curiosa moralización del saber económico para justificar la modificación de los resultados del mercado, todo ello mezclado con la disputa académica sobre las «leyes naturales de la economía» [20]. Schmoller, dando por supuesto lo que había que explicar —si la «distribución» es un concepto económico o más bien «sociológico» [21]—, justificó el intervencionismo económico apelando a la existencia de una «comunidad moral» [22].
Debería aceptarse que, a pesar incluso del primado que la retórica científica y metodológica tenían para la Escuela Histórica, las consecuencias teóricas que creyeron deducir de sus investigaciones economistas como Schmoller tenían muy poco de «económicas». De hecho, la constitución en 1873 del Verein für Socialpolitik, como muy bien supo ver Treitschke en los resultados del Congreso de Eisenach (1872), no dejaba de ser un estímulo para el socialismo. En cualquier caso, la definición de la misión de la Asociación para la Política Social era tan vaga como que sus miembros, según uno de sus fundadores, «no están de acuerdo sino acerca de la bancarrota científica de la antigua economía política de abstracciones dogmáticas, sobre ciertas cuestiones fundamentales de método, sobre ciertos fines generales y sobre cierto número de reformas sociales urgentes» [23].
A pesar de los esfuerzos teóricos de la Asociación presidida por Schmoller, auto-disuelta en diciembre de 1936 y reconstituida en 1948 [24], lo cierto es que la política social todavía no ha podido desprenderse de un cierto carácter anfibológico; así, se la ha visto alineada indistintamente en el contexto de la sociología, la economía y también el derecho. Mas ahora interesa tan sólo la dimensión económica de la política social, pues ya hemos adelantado que su aparición denunció el segundo de los grandes giros epistemológicos del pensamiento económico [25].
En ocasiones se ha afirmado que la política social alemana no fue sino una manifestación, siquiera la más notoria, de la joven Escuela Histórica. Según la opinión de Schumpeter, tratábase de una respuesta singular a las exigencias del nuevo espíritu económico, que él mismo llegó a definir expeditivamente como la «contracorriente del liberalismo» [26]. El autor tenía razón, pero creemos que no «toda» la razón, pues al centrarse casi exclusivamente en el asunto del progreso de la economía científica [27], terminó por dejar a un lado la gran transformación epocal de la que es solidaria, en Alemania como en pocos lugares, exceptuando tal vez Francia, la Socialpolitik. Más allá de las polémicas científicas a las que dio lugar y a las que después aludiremos, nos parece que la política social ha respondido desde sus orígenes a las determinaciones de lo social, una nueva dimensión de la existencia colectiva que adquirió carta de naturaleza una vez que Lorenz von Stein hubo puesto en circulación sus opiniones acerca de las leyes del movimiento histórico, fundadas en la dialéctica del Estado y la sociedad. De alguna manera, la política social, que se insinúa en un libro tan sugestivo como Geschichte der sozialen Bewegung in Frankreich von 1789 bis auf unsere Tage [28], bajo la especie de la monarquía social, constituye entonces la única mediación posible entre la política del Estado (reino de la libertad) y la unidad de la vida utilitaria o economía (reino de la necesidad) [29].
El conflicto entre la sociedad y el Estado, según lo había planteado von Stein, había rebasado ampliamente las posibilidades de respuesta de la economía política de Montchrestien o de la Staatswirtschaft, cuyo contexto natural no era desde luego el Estado surgido de la Revolución francesa [30], sino el anticuado Estado de las dinastías nacionales, orientado todavía al bien común y sometido a una razón peculiar (ratio status), así como la Economic Society anglosajona. Se fuerza, pues, la naturaleza de las cosas cuando se quiere presentar como algo evidente la continuidad entre la economía política y la política social. Instaladas en planos distintos de la realidad, esa proximidad es de todo punto imposible, incluso si sus cultivadores no se han apercibido de ello. Hubo incluso quienes creyeron, haciendo pie en Sismondi, que la única diferencia entre ellas se refiere al matiz de la crítica ética incorporada en la política social. Como si aquella hubiese estado ausente en el pensamiento de Adam Smith, cuya memoria se funde con La riqueza de las naciones, objeto de tantas críticas en la época, pero que fue autor también de La teoría de los sentimientos morales.
Quizá ha contribuido a embrollar las cosas el hecho de que se haya metido en el mismo saco la política social y la joven Escuela Histórica, para lo cual, por lo demás, había sobrados motivos. No es el menos importante la doble adscripción a una y otra de los economistas de lengua alemana más representativos del último cuarto del siglo XIX [31]. De esta manera se generalizó la creencia, más tarde repetida acríticamente, de que la política social no era, en último análisis, sino uno de los escolios del debate metodológico del grupo historicista. Incluso un subproducto de la politización y moralización de la economía política.
Ahora bien, si no estamos equivocados, las condiciones ambientales del siglo XX, época que los historiadores del futuro caracterizarán como la del ascenso del Estado total —antítesis espiritual, precisamente, de la Economic Society propia de las sociedades sin Estado—, resultan incompatibles con la esencia de la economía política, sobre cuya supervivencia científica e intelectual cabe hoy albergar serias dudas. Una forma de adaptarse a las nuevas realidades fue el recurso de los especialistas a una curiosa inversión de términos, seguramente inconsciente, de la que procede la «política económica», que finalmente, aunque otra cosa parezca, es hoy una rama de la política social [32]. Debemos insistir en que la Socialpolitik constituye la expresión concreta de una época histórica, que bien podría denominarse, haciendo honor a la mentalidad predominante y a su estructura de realidad, la época de lo social o, incluso, la época de la política social [33]. Desde la óptica del espíritu de la época, la justificación de una separación como la propuesta más arriba entre la política social y la economía política parece justificada. Así, un fenómeno «legislativo» o, al menos, no estrictamente «jurídico», como el Derecho llamado pleonásticamente «social» no se entiende en el contexto de la economía política, sino en el de la política social.
1.2. Del Methodenstreit a la Soziale Marktwirtschaft
Como quiera que no se puede pasar por alto que la economía política y la política social han compartido, todavía en los años posteriores a la II guerra mundial, un tratamiento muy próximo, cuando no idéntico, de los asuntos referidos a sus respectivos estatutos científicos, tiene interés examinar lo que podríamos llamar la «lucha por el punto de vista económico» y cuáles han sido sus consecuencias. Desarrollada en gran medida por escritores de lengua alemana, lo más interesante de esta vasta «causa de los economistas» es que en ella se ha puesto de manifiesto, finalmente, lo que separa a la economía política de la política social, siquiera indirectamente, a causa de la «des-economización» y el «desmantelamiento teórico» de esta última [34]. Ahora bien, dicho esto habría que reconocer expresamente que los avatares de la política social han repercutido también negativamente sobre el cuerpo científico de la economía política, transformada en ocasiones en una «doctrina social». Atendiendo a sus consecuencias, el ejemplo más notorio ha sido el «keynesianismo».
Una evaluación rápida de la situación muestra las tres actitudes fundamentales adoptadas desde los años 1940 ante la crisis general del pensamiento económico y político-social. (1) Por un lado, el amalgamamiento de lo económico-político y lo político social en las distintas formas de la economía del bienestar, expresión contemporánea del paradigma neoclásico. (2) Por otro lado, la depuración de los errores de la economía política y su conversión en una praxeología especial («cataláctica»), representada por las aportaciones de la Escuela Austriaca (Austrian Economics). (3) Finalmente, la reelaboración de los materiales históricos y teoréticos acumulados en el transcurso de las décadas anteriores a la II guerra mundial; tarea esta sumamente delicada que, partiendo del pensamiento en órdenes concretos, aspira a reunir de nuevo al político social y al economista político en un saber económico refundado: la llamada economía social de mercado. El contexto intelectual de esta última tiene para nosotros un interés especial, pues en él se encuentra una de las concepciones de la política social mejor fundadas, la economía a la medida del hombre, la Humane Economy de Wilhelm Röpke.
Naturalmente, no pretendemos resumir en un párrafo los avatares de mas de cien años de disputas científicas entre economistas, pues creemos que, a pesar de su aparente sencillez, la tricotomía que postulamos merece un estudio mucho más amplio. Este tendría forzosamente que hacer eco de las polémicas más notables, así el Werturteilstreit, cuyos protagonistas principales fueron Max Weber, Werner Sombart y Eugen Philippovich von Philippsberg, y cuyo clímax tuvo lugar en la reunión del Verein für Socialpolitk de 1909 [35]. En aquella ocasión, Weber y Sombart dirigieron duros ataques contra una ponencia de von Philippsberg muy alejada de la regla de la «neutralidad axiológica». La misma, si no mayor importancia tuvo el debate sobre el cálculo económico socialista, aunque a veces no estuvo del todo claro si el diferendo se refería a la imposibilidad absoluta del socialismo —en el sentido «sociológico» de la expresión miseana Gemeinwirtschaft— o, más bien, a las dificultades teóricas que excluyen el cálculo económico socialista [36]. Un examen completo de estos asuntos debería también incluir la polémica de Gustav Schmoller y Heinrich von Treitschke sobre el intervencionismo, oscurecida sin duda por la iniciada cuarenta años después por Mises y más centrada en cuestiones de economía teórica [37]. O la que, recordando en cierto modo la dicotomía diltheyana entre ciencias del espíritu y ciencias de la naturaleza, enfrentó a Vilfredo Pareto y Benedetto Croce a propósito de la esencia de la ciencia económica [38].
Cada uno de estos debates acentúa adecuadamente los términos del conflicto entre economistas y escritores políticos sociales, asunto académico no exento de consecuencias prácticas cuando la crisis finisecular del Estado social reclama nuevamente, por utilizar la expresión consagrada, una «economía social de mercado». Por razones de oportunidad nos referiremos aquí únicamente al Methodenstreit o disputa sobre el método.
a) Teoría e historia
La polémica sobre el método (Methodenstreit) enfrentó durante algún tiempo al líder de los economistas alemanes, Schmoller, y al promotor de la Escuela Austriaca, Carl Menger. En ella se ventiló esencialmente la orientación que debía adoptar la ciencia económica. Ante la disyuntiva teoría o historia, los rivales hicieron públicos sus argumentos en cuatro episodios que se desarrollaron en poco más de un año, entre 1883 y la abrupta conclusión del debate al año siguiente. Por eso resulta sorprendente que todavía en los años 1950, la polémica fulgurante entre M. N. Rothbard y Fritz Machlup y el antiguo discípulo de von Mises, T.W. Hutchinson, sonara a la disputa antigua, si bien el cruce de artículos en abril y mayo de 1956 traía causa directa en la metodología praxeológica puesta en forma por Ludwig von Mises [39]. Y aún en 1982 hacía notar entre nosotros Huerta de Soto, a propósito de su examen de la crisis de la ciencia económica, que «los fenómenos complejos de la vida social, por estar producidos por una multiplicidad de factores inaprehensibles para la mente humana, no pueden verificar teoría económica alguna. Tales fenómenos, por el contrario, sólo pueden ser inteligibles y comprendidos si se posee la teoría lógica previa que nos proporciona la ciencia económica, y que se obtiene por otros procedimientos metodológicos» [40].
Carl Menger había publicado en 1883 un libro titulado Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en especial, en el que intentaba, como prolongación de su Principios de economía política de 1871, asentar ciertos principios metodológicos, a partir de los cuales desarrollar la ciencia económica. Por entonces se había generalizado ya la opinión de que los economistas clásicos habían realizado el canon científico sólo muy imperfectamente. Lo cual, siendo cierto, no justificaba interpretaciones abusivas de sus errores. En esencia, Menger postuló en aquella ocasión lo que llamó «método compositivo» o «axiomático», según el cual el corpus teórico de la economía política, concebida como una ciencia del espíritu (Geisteswissenschaft) o ciencia moral (Moral Science), podía desarrollarse deductivamente a partir de ciertos axiomas. Con esta premisa, a la que hay que añadir la proyección del pensamiento del austriaco sobre la teoría social (origen no intencionado de las instituciones sociales, estudio de estas últimas a partir del análisis de sus elementos aislados), difícilmente se podía disimular un ataque frontal a la escuela económica predominante en Alemania. Contra ella, en razón de su rechazo sistemático de lo que llamaban la economía «abstracta» de los clásicos, iba dirigido el libro.
Schmoller, a quien se menciona poco en el texto, si bien desde 1882 era el influyente catedrático de economía política de la Universidad de Berlín, respondió con una vehemente defensa de los postulados de la Escuela Histórica; la cual, según Menger, se había apartado de la fecunda línea de los Savigny, Niebuhr y en general la Escuela Histórica del Derecho. Aunque el austriaco reconocía realmente la necesidad de aunar las investigaciones teóricas con la acumulación de material histórico, Schmoller, aceptando por su parte idéntica equiparación, vióse impulsado a reivindicar el estatuto de la historia, llamada a colmar lagunas seculares del conocimiento, condición ésta del salto verdaderamente teórico de la economía política. De todo ello dio cuenta Schmoller en una reseña de la obra de Menger publicada en el mismo año 1883 [41]. La rápida respuesta del interpelado, que llegó en la forma de un librito epistolar, así como el ulterior abandono de la discusión por parte de Schmoller [42] pusieron fin bruscamente a un debate que pareció más bien producto de una desgraciada confusión, aumentada tal vez por el herido amor propio de los contendientes [43]. Decía Schumpeter que aquello no fue sino una cuestión de temperamentos enfrentados, el teórico y el histórico [44].
El debate perdió muy pronto interés y no consiguió mover un ápice la opinión de los partidarios de uno y otro. Merece la pena no obstante destacar la glosa que Eugen von Böhm-Bawerk hizo de una recopilación de textos antiguos de Schmoller publicada en 1896. En ellos, particularmente en la reseña de la discordia, halló la ocasión para zanjar definitivamente la polémica aportando un poco de sentido común. Así se presentó el status controversiae: «el objeto de la polémica no estriba en si el método adecuado es el histórico o el exacto, sino sencillamente en si junto al método fundamental de la investigación económica, el histórico, sobre cuya legitimidad no cabe duda alguna, se puede reconocer también como otro método igualmente fundamental el ‘aislante’ o ‘abstracto’» [45].
Según Böhm-Bawerk, los economistas históricos erraron al identificar el método deductivo o dogmático con el desarrollado por la economía clásica [46]. Así, al rechazar aquél frontalmente, creyendo que se oponía a esta última, vinieron a incurrir en los defectos que, en algún caso con razón, atribuyeron a los clásicos [47]. En último análisis, el método postulado por los austriacos, conectado con el realismo aristotélico, no es «aempírico» sino todo lo contrario. ¿Acaso no son evidentes, se pregunta el autor, las leyes de la utilidad marginal y la preferencia temporal?
¿Acaso no han sido denunciadas por la experiencia cotidiana, lo mismo que el resto de axiomas fundamentales de la Escuela Austriaca? [48] Böhm-Bawerk todavía volvió a ocuparse del asunto, poco antes de su muerte, para un revista de sociología francesa, pero en rigor la última palabra estaba dicha. Nada menos que Werner Sombart dejó sentenciado en 1929 que «todo historiador que aspire a ser algo más que un mero anticuario debe poseer una adecuada preparación teórica en los campos de investigación implicados por su trabajo», pues la «teoría es el prerrequisito del desenvolvimiento científico de la historia» [49].
b) Praxeología y economía humana
La configuración del punto de vista económico según la praxeología alteró profundamente la esencia del debate sobre la metodología económica. Así pues, la idea, patrocinada por von Mises, de que la ciencia económica pertenecía a la matriz de las ciencias de la acción humana presuponía una crítica radical no ya a las premisas de la Escuela Histórica, sino a todo el paradigma neoclásico [50]. Los cánones del nuevo programa para el saber económico quedaron expuestos en La acción humana (1949) [51], pero desde ese momento los estrechos límites del viejo debate fueron ampliamente superados, incluso si Mises quería aludir directamente a ellos en el título de su libro de 1957 Teoría e historia [52]. Este último, como se observa desde la introducción, constituye una causa general contra todas las formas del positivismo cientificista y sus consecuencias en el campo de las ciencias humanas.
El ambicioso plan miseano, fundado en lo que Schumpeter denominó el «individualismo metodológico», constituye un intento de refundación global del saber económico, en el que lo social (das Sozial), mas no lo societario necesariamente (das Gesellschaftlich), dejó una profunda oquedad. Mises y su escuela trazaron una clara línea de demarcación entre la economía política y la política social, de ahí el enorme interés científico que han suscitado los economistas que intentaron después administrar la reconciliación entre una y otra. No para volver a esquemas sincréticos desusados [53], sino para renovar una cierta forma de pensar la economía, poniéndola a la altura del tiempo. Uno de los ejemplos más notables lo encontramos en Walter Eucken, cuya gran obra de 1940, Cuestiones fundamentales de la economía política [54], constituye su reconstrucción personal del saber económico.
Eucken siempre se había sentido atraído por la disyuntiva entre las economías teórica e histórica, si bien su opinión sobre los escritores que la protagonizaron no era precisamente optimista. Escribió:
«En la nefasta disputa entre Menger y Schmoller, ninguno de los dos tenía razón, y la verdad tampoco está en el término medio. No corresponden a la realidad económica, ni el dualismo de Menger, cuyo peligro percibió Schmoller, ni el empirismo de Schmoller, cuyo fracaso previó Menger» [55]. La renovación del saber económico debía apoyarse en una verdadera superación de la deformante visión dicotómica de la economía. Para ello el autor urgía a una revisión de la economía clásica; pero también a la evaluación de los deméritos de la «economía conceptual», a la que hacía responsable, en la figura de Menger, de un dualismo que remite a la existencia de dos ciencias económicas [56]. El «empirismo» de la Escuela Histórica, aunque intelectualmente se justificaba como la reacción de Schmoller y sus discípulos a los excesos de la economía conceptualista, tampoco podía salir bien librado, pues el rechazo sistemático de la teoría constituye una insensatez, siendo aquella imprescindible para comprender la realidad.
Eucken vindicó entonces un «pensamiento en órdenes (concretos)» para el saber económico. De esta manera, aunque no siempre se le ha reconocido, el catedrático de Friburgo pudo escribir una de las páginas más importantes de la economía política contemporánea. Pues el pensamiento en órdenes libera a la inteligencia económica de las servidumbres de la «abstracción individualizadora» propia de los «tipos ideales» [57] y muestra a las claras que la economía se constituye primariamente bajo especie de orden. No se trata, según Eucken, del orden natural postulado por los clásicos. Aquello, tal vez, podría representar metafóricamente (la «mano invisible» de Smith, la «colmena rumorosa» de Mandeville) la concepción más moderna del mercado como un proceso de información fluyente, pero en modo alguno había que tomarlo como realidad. El orden económico es siempre un orden que se halla en estrecha dependencia de otros órdenes (jurídico, político, etcétera). «Tales órdenes positivos podrán ser malos, pero sin un orden es completamente imposible que tenga lugar lo económico» [58].
La específica aportación del escritor alemán al estudio de los sistemas económicos es su «morfología económica» [59]. Partiendo de que «todo el obrar económico se basa en planes» [60], que no es sino otra forma muy sugestiva de exponer el axioma austriaco, pero sobre todo miseano, de la acción humana, Eucken describió las dos grandes formas del orden económico: la economía con dirección central y la economía de tráfico [61]. Muy ligada a la obra euckeniana y, por tanto, al pensamiento en órdenes, se encuentra la de su colega de Friburgo, el jurista Franz Böhm, autor de un libro definitivo sobre la dimensión «creada» o «jurídicamente determinada» del mercado [62]; también muy próxima a Eucken está la obra del sociólogo Alexander Rüstow, del que cabe mencionar ahora su breve pero clarificador estudio sobre las determinaciones político-estatales del liberalismo económico, original de 1933 y reimpreso en 1981 como «Liberaler Interventionismus» [63]. ¿Qué decir de Alfred Müller-Armack, quien espoleado también por la dialéctica historia-teoría desarrolló la categoría de «estilo», para ser aplicada al estudio de la realidad económica [64]? Todos ellos, con algunas diferencias que no afectan a lo esencial, constituyeron la elite intelectual del grupo nucleado en la Universidad de Friburgo y que manifestó una sobresaliente actividad intelectual y social en defensa de lo que llamaron economía social de mercado (Soziale Marktwirtschaft).
El común denominador de su filosofía económica consiste en la interrelación de todos los órdenes humanos, sin excluir el político. Es el orden político, justamente, aquel que debe responder del mantenimiento de los demás. No tiene sentido, por tanto, la abusiva prevención intelectual contra toda acción estatal por el mero hecho de ser «política» su naturaleza. Hay determinaciones político-estatales de las que depende de jure y, más aún, de facto la continuidad del mercado como institución artificiosa. En última instancia, la ordenación económica constituye siempre un «problema político» [65]; tal resulta ser el sentido del intervencionismo liberal rüstowiano. En una visión de conjunto, la economía social de mercado representa un sólido intento de llevar la economía política hasta un plano superior, en el cual se pueda «enlazar otra vez con aquella política social incipiente, cuyo camino no fue debidamente proseguido y cuya eficacia histórica se perpetúa, sin embargo, hasta hoy» [66].
Cualquiera de los escritores citados merecería un estudio en profundidad de su obra, bastante desatendida sobre todo fuera de Alemania. Según la opinión común, su pensamiento se integra en el acervo del neoliberalismo de la segunda mitad del siglo XX, tomando parte decisiva en su reconstrucción y novación junto a los discípulos directos de Ludwig von Mises, desde Hayek a Kirzner. Existen empero profundas discrepancias entre unos y otros; no siendo la menor de ellas una concepción divergente del papel que debe desempeñar lo político en la ordenación general de la economía.
Al grupo de Eucken, Müller-Armack, Rüstow y demás también perteneció Wilhelm Röpke, quien tuvo un papel destacado en la reconstrucción de la teoría económica aportando, como premisa de la misma, una incursión humanista hacia la filosofía y la sociología. De hecho, su concepto de la «economía humana» presentóse como el resultado de la reprobación del paleo-liberalismo y el colectivismo, en la óptica de la crítica de la cultura, más allá de la mera evaluación económica teórica. En su idea de un orden económico a la medida del hombre debía basarse la civitas humana.
Jerónimo Molina Cano, en unav.edu
Notas:
1 Tal vez convenga tener presente el abismo que después de la II guerra mundial se ha abierto entre el «pensamiento estatal» -monopolizador de casi todos los contextos universitarios- y el «pensamiento político» -cultivado casi privadamente-. Lo cual resulta tanto más inquietante, cuanto menos se oculta el hecho de que durante toda la época moderna ha sido plena la coincidencia entre uno y otro, desde Jean Bodin, Thomas Hobbes o Diego Saavedra Fajardo a Carl Schmitt, último epónimo de la tradición «política» europea.
2 Véase Molina, Jerónimo (1997), La filosofía de la economía de Julien Freund ante la economía moderna, Fundación Cánovas del Castillo, Madrid, pp. 7-17.
3 Es el caso de ciertas corrientes que, dentro del paradigma neoclásico, han intentando hacer de la «economía» una «mecánica». Véase Kirzner, Israel M. (1976), The Economic Point of View. An Essay in the History of Economic Thought, Sheed & Ward, Kansas City, pp. 67-70.
4 La impresionante Historia del análisis económico de Schumpeter está construida sobre la premisa fundamental de la lucha por la constitución científica de la economía política. Téngase en cuenta que como consecuencia del prolongado influjo de las escuelas históricas en Alemania, la economía «teórica» apenas si tuvo una importancia testimonial en aquella nación hasta la I guerra mundial. Schumpeter, que se había formado en Viena y no pudo ser catedrático en Berlín, entre otros motivos por el mencionado desinterés teórico de los profesores alemanes, acusaba una cierta tendencia a enfocar la economía como un problema científico. En cierto modo, aquella «tendencia» ha llegado a formar parte actualmente de la propia fundamentación de la economía. Por otro lado, aunque no es comparable, tiene también enorme interés para este asunto Rothbard, Murray Newton (1999, 2000), Historia del pensamiento económico: El pensamiento económico hasta Adam Smith, Unión Editorial, Madrid, vol. I. La economía clásica, Unión Editorial, Madrid, vol. II. Ambos volúmenes fueron concebidos como una reconstrucción del saber económico a partir de los conceptos aquilatados por la Escuela Austriaca, cuyas doctrinas colocó el autor, a todos los efectos, en el fiel de la balanza. La obra manifiesta una evidente pretensión polémica desde el título, que, acaso para evitar equívocos, se hubiese debido respetar en la traducción española: An Austrian Perspective on the History of Economic Thought.
5 Además, la expresión «oeconomie politique» sólo figura en la patente real, pues el texto esta rotulado como Traicté oeconomique du profit. Véase Freund, Julien (1993), L’essence de l’économique, Presses Universitaires de Strasbourg, Estrasburgo, pp. 23-5. Cfr. Schumpeter, Joseph Alois (1982), Historia del análisis económico, Ariel, Barcelona, p. 209. Rothbard, M. N., ob. cit., pp. 275-7.
6 Véase Schmitt, Carl (1988), “El Estado como concepto concreto vinculado a una época histórica”, Veintiuno, n° 39.
7 La afortunada expresión es del jurista político Jesús Fueyo. Véase (1967), La mentalidad moderna, I. E. P., Madrid, p. 271.
8 Sobre esto, Conde, Javier (1974), “Las dos vías fundamentales del proceso de modernización política: constitucionalización, totalización», en Escritos y fragmentos políticos, I. E. P., Madrid, vol. II. Alfred Müller-Armack, en un capítulo de su vasta Religion und Wirtschaft (1959), traducida al español en 1967 como Genealogía de los estilos económicos, estimaba imprescindible mirar a los siglos XVI y XVII para lograr una comprensión profunda del pensamiento económico moderno, indisolublemente ligado a la Estatalidad.
9 Véase Aristóteles (1989), Política, C. E. C., Madrid, libro I, caps. VIII y IX.
10 Así tradujo Lorenzo Benito “Die Volkswirtschaft, die Volkswirtschaftlehre, und ihre Methode”, artículo incluido en Schmoller, Gustav (1905), Política social y economía política. Cuestiones fundamentales, Heinrich y cía., Barcelona, tomo II, pp. 83-179.
11 Uno de los ejemplos más notorios fue la crítica miseana del intervencionismo, elevado a categoría general y, por tanto, no tomado como un mero expediente secundario de una teoría de los fallos del mercado que cabe remontar a J. S. Mill o, incluso, al mismo A. Smith, quien aceptó en La riqueza de las naciones determinadas prestaciones del Estado, no necesariamente de carácter subsidiario.
12 Véase Kirzner, I. M. (1976), ob. cit., pp. 85-6. En esta opinión se denuncia el «individualismo metodológico» de la Escuela Austriaca. A veces se ha transgredido la lógica para hacer del individualismo como principio epistemológico un principio constitutivo de la sociedad. Para evitar este riesgo convendría tener más a la vista la preferencia, no meramente formal, de E. von Böhm-Bawerk por el «método aislante» y sus implicaciones epistemológicas. Véase Böhm- Bawerk, Eugen von (1999), “Economía histórica y economía teórica (1896)”, en Ensayos de Teoría económica, Unión Editorial, Madrid, vol. I, p. 163, nota 1.
13 Véase la corroboración de esa opinión en la crítica de Menger al concepto de Volkswirtschaft de los economistas alemanes y a los reparos que pone al poco interés de Adam Smith por mostrar la íntima relación entre el «complejo fenómeno de la economía humana en general y, particularmente, su forma social, el Volkswirtschaft», con la resultante de una pluralidad de esfuerzos individuales. Menger, Carl (1996), Investigations into the Method of the Social Sciences, Libertarian Press, Grove City, apéndice I, espec. p. 181.
14 La expresión Staatswirtschaft, en cierto modo equivalente, ajustábase más a la tradición político-económica germánica de las Staatswissenschaften. Por cierto que la realización más lograda de esta últimas la constituyó, con todos sus defectos y limitaciones, la Cameralística, que se encuentra en el origen de la primitiva ciencia política alemana, pero también de la teoría económica. Véase Müller-Armack, A. (1967), ob. cit., p. 228. Significativamente, el declive de las ciencias camerales, que únicamente brillaron a cierta altura en los estudios hacendísticos, coincidió con la recepción en Alemania de la economía política de Adam Smith. Esto explica, en parte, la diferenciación en la matriz de las viejas ciencias camerales de una Oekonomische Wissenschaft y una Polizeiwissenschaft. Detalles de lo que aquí apenas si podemos comentar esquemáticamente en Miglio, Gianfranco (1988), “Le origini della scienza dell’amministrazione”, en Le regolarità della Politica. Scritti scelti, raccolti e pubblicati dagli allievi, Giuffrè, Milán, vol. I. Por supuesto, Müller-Armack, A. (1967), ob. cit. Pp. 234 sq.
15 Sobre esta delicada cuestión terminológica se hace alguna luz en el artículo «Wirtschaft», recogido en el séptimo volumen de la obra dirigida por Koselleck, Reinhart (1972-1997), Geschichtliche Grundbegriffe: historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland, Klett-Cotta, Stuttgart, tomo VII, pp. 581-4.
16 Véase Schmoller, G. (1905), ob. cit., tomo II, pp. 85-86. Tenía razón pues Kirzner cuando anunció la novedad del uso schmolleriano de la «terminología Political Economy como sinónimo de Volkswirtschaft». Kirzner, I. M. (1976), ob. cit., p. 85.
17 La expresión prototípica de ese pensamiento, si bien no la única, es el mercantilismo. Véase Heckscher, Eli F. (1983), La época del mercantilismo, F. C. E., México.
18 Véase Rodríguez, Federico (1974), Introducción en la política social, Cívitas, Madrid, vol. I, pp. 41-60. Actualmente, el interés teórico por la política social tiene una representación académica mínima. La obra mencionada del profesor Rodríguez, a pesar de algunos planteamientos incorrectos, constituye uno de los más meritorios ensayos historiográficos de la literatura político-social del último cuarto de siglo. En general, la actitud científica predominante ante este tipo de cuestiones ha sido dejar en suspenso la opinión, volcándose el especialista, más bien, sobre análisis empíricos y ético-normativos que, sin embargo, presumen resuelto el problema central de la política social, a saber: su sentido histórico. Quizá esto no sea tan raro si se tiene en cuenta que ni siquiera en el Lexikon de Koselleck se le dedica un estudio específico a la voz Sozialpolitik.
19 Véase Schmoller, Gustav (1905), “Carta abierta a Heinrich von Treitschke”, en ob. cit., tomo I, pp. 119 sq.
20 No puede decirse que la polémica sobre unas supuestas leyes inmanentes de la economía sea una cuestión científica menor. No obstante, desde un punto de vista económico poco puede añadirse a las puntualizaciones de Böhm-Bawerk en «Poder o ley económica», de 1914. Véase en Böhm-Bawerk, Eugen von (1999), ob. cit., pp. 231-308. No es casualidad que las sesiones científicas con que se celebró el centenario de la fundación del Verein für Socialpolitik (Bonn, 1972) tuviesen idéntico lema: Macht oder ökonomisches Gesetz? Desde la óptica del sistema social la última palabra al respecto fue la de los ordo-liberales, quienes se esforzaron por demostrar la dependencia política y jurídica del orden económico.
21 La responsabilidad en este punto le corresponde a Jean B. Say, quien puso en circulación la confusa tricotomía producción-distribución-consumo.
22 Véase Schmoller, Gustav (1905), “La justicia en la economía”, en ob. cit., tomo II.
23 Véase Schmoller, Gustav (1905), “Carta abierta a Heinrich von Treitschke”, en ob. cit., tomo I, p. 235.
24 Una resumida historia de la Asociación para la política social en Hagemann, Harald y Trautwein, Hans-Michael (1999), “Verein für Socialpolitik. The Association of German-speaking Economist”, en Royal Economic Society. Newsletter, nº 107. Para la primera época de la Asociación: Böse, Franz (1939), Geschichte des Vereins für Social-politik. 1872-1932, Duncker & Humblot, Berlín. Para los debates posteriores a la reconstitución de 1948: Schefold, Bertram (1999), “Die Wirtschafts-und Sozial-ordung der Bundesrepublik Deutschland im Spiegel der Jahrestagungen des Vereins für Socialpolitik 1948 bis 1989”, en Zeitschrift für Wirtschaftsund Sozialwissens- chaften, vol. VIII.
25 Una genealogía del primer giro epistemológico (economía política) debería referirse como focos originarios a las zonas luteranas y católicas, por utilizar la terminología de Müller-Armack -el mismo Montchrestien fue un católico simpatizante de los hugonotes-. Sin embargo, el segundo giro epistemológico experimentado por los saberes económicos ha sido genuinamente alemán. Aunque «algunos de los factores que explican el ascenso de la Escuela Histórica alemana se daban en todas partes», la mutación constituía un «fenómeno propiamente alemán, nacido de raíces específicamente alemanas y dotado de vigores y debilidades típicamente alemanas». Son palabras de Schumpeter, J. A. (1982), ob. cit., p. 898.
26 Schumpeter, J. A. (1982), ob. cit., p. 844.
27 Según el economista de origen austriaco, Schmoller y su nutrido grupo «se desviaron del abrupto sendero que lleva a las conquistas científicas» (ob. cit., p. 878), estando a punto aplastar el «componente teórico de la economía general» (ob. cit., p. 922).
28 Existe una traducción parcial en lengua española: Stein, Ludwig von (1981), Movimientos sociales y monarquía, C. E. C., Madrid.
29 Véase Stein, L. Von (1981), ob. cit., pp. 193 sq.
30 El Estado verdaderamente «moderno» en el sentido que le da Jouvenel, Bertrand de (1976), Les débuts de l’État moderne. Une histoire des idées politiques au XIX siècle, Fayard, París.
31 Creemos que esta tesis se ve abonada por el hecho de que, ya en nuestro siglo, economistas «teóricos» como von Mises, Hayek, Eucken o el propio Röpke se hubiesen movido en los ambientes del Verein für Socialpolitik. En el capítulo 4º de la IV parte de Historia del análisis económico, desgraciadamente inacabado, tuvo Schumpeter el acierto de separar el estudio de la Socialpolitik y del Historicismo. Schumpeter, Joseph A. (1982), ob. cit., pp. 877 sq.
32 La polémica, actualizada periódicamente, entre política económica y política social no tiene verdadero interés teórico. Aunque puede resultar simpática y de buen tono, siempre es estéril. Según las fuerzas de los partidarios de una y otra, toca a veces consagrar el lema «la mejor política económica es una buena política social»; la minoría que sostiene lo contrario, «la mejor política social es una buena política económica», aguardará entonces la ocasión para revolver la fórmula oficial.
33 Sobre este concepto historiográfico, Molina, Jerónimo (2000), La política social en la historia, Diego Marín-Librero Editor, Murcia, cap. I.
34 La afirmación debe no obstante matizarse, pues al menos los juristas han seguido cultivando minoritariamente la política social como política jurídica laboral y de seguridad social, manteniendo entonces un interés instrumental en las magnitudes de la economía pública. Las relaciones entre la política social y la rama «social» del derecho merecen un estudio aparte en el contexto del movimiento del socialismo jurídico o, en terminología científica, socialización del derecho, abanderado casualmente por un hermano de Carl Menger, Anton.
35 El problema de la neutralidad axiológica (Wertfreiheit) está muy bien delimitado en Weber, Max (1992), Essais sur la théorie de la science, Pocket-Presse de la cité, París.
36 Una amplia exposición de todo el asunto desde sus principios en Huerta de Soto, Jesús (1992), Socialismo, cálculo económico y función empresarial, Unión Editorial, Madrid.
37 Treitschke reprochó a Schmoller su apología de una especie de socialismo de Estado a la prusiana, alarmado más que por la idea de la Sozialekönigtum, por la extraña mezcla de la dinastía de los Hohenzollern con el principio democrático. Schmoller replicó inmediatamente y, por elevación, aprovechó para infligir un duro golpe a los partidarios de la economía clásica del Congreso de los economistas alemanes (Kongreß des deutschen Volkwirte), auto-disuelto en 1885. Una exposición del debate en Molina, Jerónimo (2000), ob. cit., pp. 64-7.
38 Véase al respecto Kirzner, Israel M. (1976), ob. cit., pp. 155-7.
39 Véase Rothbard, Murray N. (1991), “L’apriorisme extrême”, en Économistes et charlatans, Les Belles Lettres, París, pp. 85-96.
40 Véase Huerta de Soto, Jesús (1994), “Método y crisis en la ciencia económica”, en Estudios de economía política, Unión Editorial, Madrid, p. 64.
41 Véase Schmoller, Gustav (1883), “Zur Methodologie der Staatsund Sozialwissenschaften”, Jahrbuch für Gesetzgebung, Verwaltung und Volkswirtschaft im deutschen Reich.
42 Véase Menger, Carl (1996), Die Irrthümer des Historismus in der deutschen Nationalökonomie, Scientia Verlag Alen, Darmstadt. Menger había enviado su libro a Schmoller con el fin de proseguir la discusión. Sin embargo, hastiado y «para no incurrir en la descortesía de romper un libro suyo tan bellamente presentado», Schmoller le reintegró el ejemplar. Además, hizo pública inmediatamente la carta que acompañaba la devolución. El texto de la carta se recoge en Hayek, Friedrich A. von (1996), “Carl Menger (1840-1921)”, en Las vicisitudes del liberalismo, Unión Editorial, Madrid, p. 58, nota 53.
43 El tono áspero de la reseña de Schmoller fue suavizado en la reimpresión del texto en Schmoller, Gustav (1896), Zur Literaturgeschichte der Staatsund Sozialwissenschaften.
44 Véase Schumpeter, Joseph A. (1982), ob. cit., p. 893.
45 Véase Böhm-Bawerk, Eugen von (1999), “Economía histórica y economía teórica”, ob. cit., vol. I, p. 165.
46 Véase Böhm-Bawerk, Eugen von (1999), en ob. cit., vol. I, p. 166.
47 Véase Böhm-Bawerk, Eugen von (1999), en ob. cit., vol. I, p. 178.
48 Véase Böhm-Bawerk, Eugen von (1999), en ob. cit., vol. I, p. 179-81.
49 Véase Sombart, Werner (1929), “Economic Theory and Economic History”, Economic History Review, vol. II, nº 1. El objetivo de aquel estudio era poner en forma su noción de «sistema económico» como medio comprehensivo de los materiales históricos y teóricos aportados por los investigadores. En esa misma línea se desenvolverán también, creemos que con mayor éxito, las investigaciones sobre el «estilo», el «plan» y el «orden» económicos de la Economía Social de Mercado.
50 Así lo da a entender en su interpretación del Methodenstreit Huerta de Soto, Jesús (1997), “La Methodenstreit, o el enfoque austriaco frente al enfoque neoclásico en la ciencia económica”, en Actas del 5º Congreso de Economía Regional de Castilla y León, Servicio de Estudios de la Consejería de Economía y Hacienda de Castilla y León, Ávila.
51 Véase Mises, Ludwig von (1986), La acción humana, Unión Editorial, Madrid.
52 Véase Mises, Ludwig von (1975), Teoría e historia, Unión Editorial, Madrid.
53 El propio Schmoller pretendió oficiar en su tiempo de tercera escuela entre liberales («economistas», «manchesteristas») y socialistas. Véase Schmoller, Gustav (1905), “Teorías variables y verdades estables en el domino de las ciencias sociales y de la economía política actual”, ob. cit., tomo II, p. 63. Pero es sabido que aquellos buenos oficios no le valieron sino el estigma de «socialista de cátedra» (H. Oppenheim) o «patrón del socialismo» (H. von Treitschke).
54 Véase Eucken, Walter (1967), Cuestiones fundamentales de la economía política, Alianza Editorial, Madrid.
55 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit., p. 71, nota 4.
56 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit., p. 67, nota 3.
57 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit., p. 77.
58 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit., p. 87.
59 Sobre esto véase también su obra póstuma e inacabada: Eucken, Walter (1956), Fundamentos de política económica, Rialp, Madrid.
60 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit., p. 120.
61 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit., respectivamente caps. VI y VII.
62 Véase Böhm, Franz (1937), Die Ordnung der Wirtschaft als geschichtliche Aufgabe und rechtsschöpferische Leistung, Kohlhammer, Stuttgart-Berlín.
63 Ludwig-Erhard-Stiftung (1981), Grundtexte zur Sozialen Marktwirtschaft, Gustav Fischer Verlag, Stuttgart-Nueva York, vol. I.
64 Puede verse Müller-Armack, A. (1967), ob. cit.
65 Véase Eucken, Walter (1963), “El problema político de la ordenación”, en VV. AA., La economía de mercado, Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid, vol. I. Que la interrelación entre lo político y lo económico existe pertenece, según Eucken, a la categoría de las evidencias, «el porqué y la forma de esta interdependencia es precisamente el gran problema». Ob. cit., vol. I, p. 51.
66 Véase Müller-Armack, A. (1963), “Las ordenaciones económicas desde el punto de vista social”, en VV. AA., ob. cit., vol. I, p. 118.
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