Cada uno tiene su camino dentro del Camino, cada uno tiene sus talentos en lo humano y en lo sobrenatural
Tenemos que mejorar en la comprensión y en la aceptación de los demás, en la comprensión de la legítima variedad…
El Papa Francisco, el pasado miércoles, daba su vuelta tradicional por la Plaza de San Pedro durante la Audiencia general. Desde el papamóvil saludaba a una multitud de unos 40 mil fieles.
En un momento dado, un peregrino entusiasta, gritó al Papa “¡Eres único!” y el Santo Padre, con una campechanía y un buen humor excelentes le contestó, señalándole con el dedo: “Tú también eres único, no hay dos iguales a ti”.
Maravillosa realidad que me recordó las muchas veces que el Papa Juan Pablo II mencionó en varios documentos suyos “el carácter único e irrepetible de cada persona humana”.
También recordé el comentario de un cardiocirujano prestigioso que me dijo, hace unos días, “no hay dos corazones iguales”. Si eso ocurre en lo material, cuánto más se da esa variedad entre las personas.
Todos participamos de una naturaleza humana común y todos estamos llamados a ser cabalmente cristianos, es decir santos, en una Iglesia común. Una sola fe, un solo bautismo, un solo Señor. Pero no hemos sido creados en serie, no somos clones. Cada uno tiene su camino dentro del Camino, cada uno tiene sus talentos en lo humano y en lo sobrenatural. Cada uno será juzgado por el Señor conforme a sus obras.
Tenemos que mejorar en la comprensión y en la aceptación de los demás, en la comprensión de la legítima variedad y en el propio control de una tendencia inconfesada que fácilmente lleva a juzgar a los demás con ligereza, a querer imponer nuestros criterios, a pretender “un pensamiento único” que sea el nuestro.