La pedagogía de la obra bien hecha y bien acabada, que se transforma en algo importante y perdurable
El talante de Xavi casaría bien con los rasgos básicos del espíritu cristiano, pues los creyentes estamos llamados desde el principio a ir por delante en la construcción del mundo, que esto también influye de algún modo en el advenimiento
Cada loco con su tema. Quienes hemos sido cautivados por el fantástico juego del Barça en las últimas temporadas, lo tenemos bien claro: habría que conceder a Xavi Hernández, cuando se jubile, un balón de oro por toda su trayectoria deportiva. Nadie como él ha ganado tantos títulos en quince años: campeón del mundo de selecciones nacionales, dos veces campeón de Europa de naciones, tres champions, dos mundiales de clubs, dos eurocopas, siete ligas españolas, dos copas del rey, etc. El balón de oro honorífico sería el reconocimiento a toda una carrera, como lo es el Óscar honorífico de la Academia de Hollywood.
Un largo recorrido pletórico de éxitos implica sobreponerse a graves lesiones, entrenar con frío o calor, cuidar la alimentación diaria, dormir las horas, ensayar una jugada cien veces, ejercicios gimnásticos, fomentar el optimismo cuando algo no va bien, y más cosas. Es, por ello, mucho más que la explosión de un día de gloria. Es, como diría Xènius (Eugenio d'Ors), la pedagogía de la obra bien hecha y bien acabada, que se transforma en algo importante y perdurable. Y esto no es un hallazgo del calvinismo reformado o del luteranismo pietista: se halla en el centro mismo de la Nueva Ley.
Los primeros cristianos se gloriaban de trabajar bien, lejos de toda indolencia, como si no tuviesen nada que hacer. Las recomendaciones de San Pablo son inequívocas: “Os exhortamos a progresar más y a que os esforcéis por llevar una vida quieta, laboriosa en vuestros negocios, y trabajéis con vuestras manos como os lo hemos recomendado, a fin de que viváis honradamente a los ojos de los extraños y no padezcáis necesidad”.
Desconozco las convicciones religiosas de Xavi y, además, no me atrevo a preguntárselas, porque quizá no me lo permita la Constitución, ahora tan citada y quizá tan poco leída. En todo caso, su talante casaría bien con los rasgos básicos del espíritu cristiano, pues los creyentes estamos llamados desde el principio a ir por delante en la construcción del mundo, que esto también influye de algún modo en el advenimiento. No sé por qué, pensando en estas cosas, me ha venido a la mente un punto de Camino, un importante libro espiritual de nuestro tiempo, que dice: «Me gusta tu lema de apóstol: “Trabajar sin descanso”».