Un congreso en Roma analiza la aportación de San Josemaría al pensamiento teológico
Para ser santo no hace falta ser teólogo, aunque los santos son quienes mejor conocen a Dios. Por eso, la Pontificia Universidad de la Santa Cruz organizó un encuentro para investigar cómo los santos han influido en la Teología, y en concreto sobre qué ha aportado San Josemaría Escrivá al pensamiento teológico
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«Lo decía Joseph Ratzinger y lo repitió como Benedicto XVI. También lo había dicho Juan Pablo II: el testimonio de los santos es necesario para la Teología porque los santos son quienes han conocido mejor a Dios y ofrecen luces nuevas y originales para el trabajo teológico» (Mons. Fernando Ocáriz, Vicario General del Opus Dei).
El cardenal Kurt Koch recordó que para Joseph Ratzinger, los santos son los testigos más creíbles de la Fe cristiana, los auténticos reformadores de la Iglesia y los primeros intérpretes de la Sagrada Escritura. Pero añadió que todos los bautizados están llamados a ser santos.
«Josemaría Escrivá trabajó para que todos los bautizados tomen conciencia de que tienen vocación a la santidad y vivan esta vocación sin salir del mundo, santificando la vida cotidiana y el trabajo, para superar la división de la existencia cristiana entre trabajo y vida espiritual, que él definía como “doble vida”» (Card. Kurt Koch, Presidente del Pontificio. Consejo Unidad de los Cristianos).
San Josemaría no escribió ningún tratado de Teología. Pero su predicación sobre la llamada universal a la santidad fue una novedad teológica en su tiempo.
«No se trata sólo de una llamada “a todos”, que todos estamos llamados. No es sólo una cuestión subjetiva, es también objetiva. Significa que el mundo, el trabajo, la familia, son medio y ocasión para encontrar a Cristo, para encontrar la santidad. Esto se prolonga con la santificación del trabajo, que es un tema muy importante, la función de los laicos en la Iglesia, etcétera» (Mons. Fernando Ocáriz).
También el Papa Francisco envió un mensaje a los participantes y dijo que San Josemaría Escrivá fue «precursor del Concilio Vaticano II» precisamente por «proponer la llamada universal a la santidad».